sa noche, instantes más tarde, en la casa de los Parra.
De la mano, Katia lleva a Ángel hasta la cocina. Mientras, en otra parte de la casa, Álex le ha arrebatado a Paula por unos minutos. La pareja apenas si ha podido resistirse ante la insistencia de sus pretendientes.
—Perdona, Ángel. No quería ser tan brusca, pero tenía que hablar contigo.
El periodista sigue todavía molesto con ella por su presencia allí sin invitación.
—Habla. Te escucho.
—Primero me quería disculpar por haberme presentado aquí sin decirte nada.
—¿Cómo sabías dónde estaba? Ni siquiera lo había dicho en la redacción.
—Fui a tu casa y vi cómo te montabas en un taxi. Seguirte no fue fácil, por la lluvia y el tráfico que había, pero tuve suerte.
—¿Me seguiste desde mi casa? —pregunta asombrado.
—Sí. Tuve que hacerlo porque quería hablar contigo.
Ángel suspira. Aquello cada vez es más surrealista.
—Cuéntame.
—No es sencillo para mí todo esto. Así que te pido por favor que no me interrumpas. Cuando termine de hablar, me dices qué piensas.
Katia está temblorosa. Le falla la voz y le cuesta muchísimo mirarle a los ojos.
—Bien.
La chica respira hondo y comienza con su historia.
—Hace poco más de una semana que te conozco. Pero para mí es como si te conociera desde siempre. Desde el primer momento me pareciste una persona increíble… Yo últimamente estoy rodeada de mucha gente, pero no consigo saber quién viene por mí y quién por la cantante. Contigo no tuve dudas. Te fijaste en cómo era yo como persona y estuviste ahí en momentos importantes como el del accidente. Sé que hemos tenido nuestros problemas, que me equivoqué besándote el día de las fotos, que no te debí llevar a mi casa y meterte en mi cama, aunque no pasó nada, como ya sabes, el día que te emborrachaste, porque ni tan siquiera te debí pedir que vinieras conmigo a tomarte una copa. Luego las llamadas. Para ti tuve que ser un verdadero incordio, una pesadilla. Pero aún así me volviste a llamar y a integrar en tu vida. También sé, y no soy tonta, que desde ese día te aprovechaste un poco de la situación. Lo que realmente querías era que le dedicara una canción a Paula para su cumpleaños. Quizá me utilizaste, pero no me importó. Lo poco que compartíamos juntos lo intenté disfrutar, aunque fue difícil, sabiendo que en quien pensabas no era en mí, sino en ella.
»Hoy hablé con mi hermana. Y realmente es por ella por lo que estoy aquí. Pensaba que mis posibilidades contigo eran cero. Pero Alexia me convenció de que al menos debía luchar y gastar la última bala de mi revólver, y decirte lo que siento. Yo te quiero, Ángel. Te quiero hasta donde tú no puedes ni imaginar. Y te voy a ser sincera: no quiero explicaciones, solo pretendo que me des un sí o un no sobre si tengo posibilidades contigo. Nada más. Si me contestas que sí, trataré de que te enamores de mí, haré las cosas bien y te prometo que jamás encontrarás a alguien que pueda darte más de lo que te daré yo. Si me dices que no, me olvidaré de ti para siempre. Y tampoco puedo tener tu amistad, porque sería engañarme a mí misma y seguir sufriendo, porque, si te sigo viendo, sé que volveré a llorar —toma aire. Suspira. Y temblando realiza la pregunta decisiva—. Ángel, ¿tengo alguna posibilidad de que algún día seas mi chico?
Silencio. Para Ángel, aquello supera cualquier momento comprometido que haya tenido hasta ahora. Nunca se ha visto en una situación tan al límite y que le provoque tanto dolor. Pero sabe la respuesta a la pregunta de Katia:
—No. Lo siento, Katia. Estoy enamorado de Paula.
La cantante sonríe. Se acerca a él y, sin que se lo espere, le da un beso en los labios.
—Hasta siempre, Ángel.
Abre la puerta de la cocina y desaparece.
Al mismo tiempo, esa noche de marzo, en la planta de arriba de la casa de los Parra.
—No entiendo nada, Álex. ¿Para qué me has hecho subir aquí?
—Antes nos han interrumpido. Nos quedamos con la conversación a medias.
Paula resopla. Durante toda la noche ha intentado estar lo más cerca posible de Ángel para tratar de olvidar lo que había pasado con Álex. Se siente mal, como si le estuviera traicionando, y tiene miedo de que eso que está sintiendo continúe creciendo.
—Lo siento, Álex. Creo que antes…
—Antes casi me besas.
—No. No te quería besar.
—¿De verdad que no me querías besar, Paula?
La chica aparta la mirada de los ojos inmensos de aquel chico que por momentos le confunde más.
—No, Álex. Quiero a mi novio… Él es todo para mí.
—¿Y por qué no me miras cuando me lo dices?
Paula clava sus ojos color miel en los ojos marrones de Álex. Pero no logra aguantar su mirada ni un segundo.
—Álex, por favor. No me hagas esto.
—Bésame, Paula.
—No, por favor.
—Dime que no me quieres y me iré.
—Álex, por favor.
—Dímelo. Dime que no me quieres y abandonaré definitivamente.
—Álex, yo…
La chica entonces ve en la planta de abajo a Ángel. Está buscándola. El periodista mira a un lado y a otro, desorientado, desesperado.
—No te quiero —termina diciendo—. Lo siento. No te quiero.
Aquellas palabras hieren de muerte el corazón del joven escritor. Los ojos de Paula están en los suyos. No hay más que decir.
La mira por última vez, con dolor, con muchísimo dolor dentro.
Tranquilamente, Álex baja las escaleras. Se despide de Ángel y sale por la puerta de la casa de los Parra.