Capítulo 71

se mismo día de marzo, minutos más tarde, en otro lugar de la dudad.

Sopla un poco más de viento. Es frío. La noche termina de caer y la luna no aparece, escondida entre nubes que llegan desde el Norte. La primavera, que parecía tan cercana, ha huido sin avisar y el invierno ha regresado inesperadamente con fuerza.

Irene aparca el coche. Ha tenido suerte. Desde ahí puede vigilar el lugar exacto donde ha quedado con Paula. Es la hora. ¿Habrá llegado ya?

Tiene las dos manos en el volante y observa atenta. No hay ninguna joven esperando con el perfil adecuado. Entonces se pregunta si no habrá sido demasiado osada, si no ha confiado excesivamente en su intuición y en la suerte. Sí. También necesita suerte: necesita que Álex no se haya puesto en contacto con ella, que no hayan hablado, ni se hayan mandado mensajes en las últimas horas. Si no…

En ese instante se le ocurre algo. ¿Y si no viene? ¿Y si el que se presenta es su hermanastro enfurecido? ¿Qué haría? No ha pensado en un plan B.

Sin embargo, Irene se olvida rápidamente de todo porque una chica acaba de detenerse junto a una farola en el sitio indicado. Mira el reloj, luego a un lado y a otro. Parece que espera a alguien. Podría ser ella.

Tendrá entre dieciséis y dieciocho años y es realmente guapa. Tiene el pelo recogido en una coleta alta. Su cuerpo parece perfecto debajo de un jersey que se le ajusta al pecho y unos vaqueros ceñidos. Una tentación para cualquier hombre. Sí, esa tiene que ser Paula, comprende perfectamente que Álex se haya se enamorado de ella. Es una rival de entidad y eso la motiva. Mientras sonríe para sí, continúa observando a la recién llegada.

En ese mismo instante, bajo la luz de una farola.

Se abraza, abrigándose, cruzando los brazos bajo el pecho. Qué frío hace. Quizá debería de haberse puesto algo más de ropa. La temperatura ha bajado muchísimo. «¡Achís, achís!». Estornuda dos veces y se suena la nariz con un pañuelo de papel que saca de su pantalón vaquero. Luego lo guarda y resopla.

¿Y Álex?

Paula mira una vez más su reloj y chasquea los dientes. Aquella situación le es familiar. Hace seis días le ocurrió con Ángel: esperó y esperó hasta que, cansada de hacerlo, se metió en aquel Starbucks donde conoció a Álex. Y ahora el escenario es similar, pero con un protagonista distinto. ¿Qué querrá decirle tan importante?

Tal vez le ha surgido algo. Podría llamarlo y preguntarle si va a tardar mucho o si no va a venir. Sí, no es mala idea.

Un minuto más tarde, en ese lugar, dentro de un coche.

El móvil de Irene suena. Sonríe satisfecha: ahora ya está confirmado, aquella chica es Paula. Desde su Ford Focus ha visto cómo la jovencita de la farola sacaba el teléfono de su mochila y hacía una llamada. Su plan está funcionando. Al menos, la primera parte. Ya la tiene allí, ahora le toca actuar a ella.

El móvil deja de sonar. Es el momento.

Irene se baja del coche confiada, segura de sí, como habitualmente. Es su ocasión, la oportunidad de eliminar a aquella preciosa chica de la vida de su hermanastro.

Ese instante, un día de marzo cualquiera, con la noche fría cayendo sobre la ciudad.

«Joder, no lo coge. ¿Qué le habrá pasado?».

Hace frío. Cada vez más. Tirita un poco y se abraza a sí misma con más fuerza. Da pequeños saltos sobre las puntillas de sus zapatos. ¿Y si Álex no viene?

Paula no entiende nada. ¿Qué le hace ella a los tíos para que siempre se demoren cuando queda con ellos? Normalmente, ¿no es al contrario? «Joder, es la novia la que llega tarde al altar, no al revés», piensa irritada.

Vuelve a mirar a un lado y a otro. Derecha, izquierda. Se gira. Nada. Álex no viene. Solo aparece una chica despampanante acercándose hasta donde está. Pero ¿no tiene frío con ese vestido tan corto y escotado? Sin embargo, a la muchacha no parece importarle la baja temperatura. Es extraño, tiene la impresión de que la chica camina hacia ella. ¿Le querrá preguntar por alguna dirección?

—Hola, ¿eres Paula? —pregunta Irene, que se ha parado enfrente.

Paula no responde enseguida. Está sorprendida. ¡Sabe su nombre! ¿Quién es? No recuerda haberla visto nunca.

—Sí, me llamo así —termina contestando cuando consigue reaccionar.

—Ya lo imaginaba. Encantada, soy Irene.

La desconocida le estrecha la mano. La chica acepta y extiende la suya. El apretón dura algo más de lo normal y la fuerza que Irene imprime también es mayor que la que habitualmente se emplea en un saludo.

—Igualmente. Aunque yo…

—No, no me conoces, si es eso lo que ibas a decir. Yo tampoco te conocía. Bueno, físicamente. Solo te conocía de oídas.

—¿De oídas?

—Sí, tenemos un amigo en común.

—Ah. ¿Quién?

Aquello cada vez es más raro. Paula no comprende nada, aunque algo le indica que esa chica no va a contarle nada bueno.

—Álex.

¡Álex! Se había olvidado unos segundos de él por completo. ¿Ha venido esa chica porque él no puede ir?

—¡Anda! ¿Eres amiga de Álex?

—Soy la novia de Álex.

Las palabras de Irene la descolocan completamente. El frío de la noche penetra en ella. Un inexplicable sentimiento inunda su Interior.

—¿La… la novia?

—Sí. Llevamos cuatro años juntos. Nunca te ha hablado de mí, ¿verdad?

—No —murmura, sin demasiada fuerza.

—Es un cabrón. Ya imaginaba que no te había contado nada.

—Bueno, la verdad… es que no nos conocemos desde hace mucho.

—Ya. —Irene clava sus ojos en los de Paula—. Pues resulta que se ha enamorado de ti.

—¿De mí? ¡Qué dices! Eso no es verdad. Es… es imposible.

—Me ha puesto los cuernos contigo, ¿no?

—No…, no, de verdad que no. Él y yo apenas nos conocemos…

Está nerviosa. No logra articular bien las palabras. ¿Qué está pasando? ¿Por qué le dice todo aquello?

—Claro, claro. ¿Te has tirado a mi novio?

—¡Por supuesto que no!

—No me mientas, niña. ¿Cuántas veces lo habéis hecho?

—¡Ninguna!

—Mentirosa. Te has metido en medio de una relación. ¿A te dedicas? ¿A romper parejas?

—¡No sé de qué me hablas! Te prometo que entre él y yo no hay nada.

Paula empieza a sentir una terrible angustia. Le falta aire, se asfixia. ¡Aquella chica la está acusando de acostarse con su novio!

—Mira, guapita, Álex y yo éramos la pareja perfecta hasta que apareciste tú. No sé qué le hiciste, pero cree que está enamorado de ti. Y eso no es lo mejor… —Irene de repente coge la mano de Paula y la sitúa en su vientre—… para nuestro hijo.

La chica enseguida retira su mano. No puede más. Un millón de sentimientos de procedencia indeterminada la sacuden. Quiere salir corriendo, huir de allí, pero Irene está atenta y la vuelve a agarrar del brazo, deteniéndola.

—Olvídate de nosotros. Borra su número, elimínalo del MSN, no le cojas más el teléfono. Estás destrozando una familia. No vuelvas a hablar con el padre de mi hijo. Si no, te prometo que te haré la vida imposible y no solo serás la responsable de todo, sino que puede pasarte algo grave. Te lo digo como mujer, como novia y como madre. Desaparecerás, ¿a que sí?

Paula llora en silencio. No quiere que nadie se entere de lo que le está acusando aquella chica. Mira a Irene con miedo. Va en serio. Cree que quiere apoderarse de algo que es suyo y lo va a defender a muerte.

Con los ojos encharcados, asiente con la cabeza. Desaparecerá para siempre.

Irene la suelta y relaja todos los músculos de su cuerpo. Lo ha conseguido.

Paula la mira una última vez. Es increíblemente hermosa y atractiva. Perfecta para Álex. Seguro que hacen una gran pareja y que su hijo será guapísimo.

Se da la vuelta y abandona la luz de la farola. El frío es intensísimo. Sus huesos están helados. Tiembla mientras camina hacia la parada de metro más cercana.

Irene la ve alejarse. Aquella chica sería la pareja ideal para su hermanastro si no estuviera ella, por supuesto.

Satisfecha, regresa al coche con la seguridad de que ahora nadie se interpondrá en el camino hasta Álex. Es cuestión de tiempo.