Capítulo 7

obre la hora en la que Paula y Ángel se van a comer juntos, ese mismo día de marzo, en otro sitio de la ciudad.

… En la vida aparecen personas de alguna parte que te marcan la existencia. Es un juego del destino que coloca en tu camino a gente que, por arte de magia, o sin ella, influyen en tu comportamiento y hasta te hacen cambiar tu forma de ser. Despliegan tal red sobre ti que quedas atrapado por su esencia, sea cual sea esta…

Un joven guapo, de sonrisa perfecta, está sentado en un banco de madera de una calle casi desierta, escoltada a ambos lados por acacias y ailantos. Pero su gesto es serio, no sonríe.

Álex vuelve a leer el primer párrafo de aquel fino cuadernillo que sostiene en las manos mientras come sin demasiadas ganas un sándwich de pollo y lechuga. Lo ha corregido ya unas doscientas veces, pero nunca queda satisfecho. Ahora, sin embargo, no hay marcha atrás. Esos folios son su carta de presentación: el principio de un sueño.

Si el saxo es su desahogo, escribir es su pasión, la vocación de un joven de veintidós años que se intenta abrir camino en un mundo tan difícil como el literario.

¿Realmente sirve para aquello? ¿Tiene el talento suficiente?

De momento no lo sabe, esa es la verdad. Poca gente ha leído las decenas de páginas que tiene escondidas en su ordenador portátil: poesías, cuentos, ensayos, reflexiones…

Pero la empresa ahora es mayor. Tiene ante él el reto de escribir una novela. Tiene a los personajes ya perfilados. Julián, un periodista que quiere ganarse la vida como escritor, es el protagonista. Él es un poco como Julián, aunque deja que la ficción juegue en su relación con los personajes. Y luego está la chica de catorce años, para la que aún no ha decidido el nombre. Debe elegirlo pronto porque su aparición en la novela es inminente, podría llamarla…

Entonces Álex piensa en la chica que conoció en la cafetería ayer. Tampoco tiene nombre, como su personaje de catorce años. Quizá sea mejor no recordarla más.

Seguro que se rio de él. Ni tan siquiera apareció por su ordenador… ¿Pero por qué no puede apartarla de su cabeza?

Acompaña el último mordisco al sándwich con un trago de agua. Saca de su bolsillo un pañuelo de papel y de nuevo regresa mente la chica de ayer, su imagen bajo la mesa cuando él le ofreció un clínex. ¿Cómo se puede echar de menos a una persona la que no conoces?

Mira su reloj. Aún tiene un poco de tiempo antes de las clases. Hoy son antes que de costumbre. El señor Mendizábal le iba a hacer un gran favor.

Así que de nuevo se recrea en aquellos primeros trazos de Tras la pared: las primeras catorce páginas de lo que debería de ser su primera novela.

Ese mismo día, sobre esa misma hora, en otro lado de la ciudad.

Paco besa en la mejilla a su esposa. Acaba de llegar de otro día agotador de trabajo y aún le queda jornada de despacho por la tarde. Pero ahora no quiere pensar en ello, sólo le apetece una tranquila comida familiar y echar la siesta.

La pequeña Erica llega corriendo de alguna parte y se lanza a los brazos de su padre.

—Vamos a poner la mesa, princesa.

Padre e hija colocan cuatro cubiertos en la mesa, cuatro vasos y cuatro trozos de pan a cada lado de otras cuatro servilletas.

—No, poned solo para nosotros tres. Paula no viene a comer.

Paco mira a Mercedes extrañado.

—¿Cómo que no viene a comer? ¿No está castigada? ¿Dónde se ha ido?

—Ha llamado y ha dicho que se queda en casa de Cris. Van a estudiar luego juntas. Le he dicho que no, pero me ha insistido tanto que al final me he dado por vencida.

—¿Que van a estudiar? ¿Un viernes por la tarde?

—Ya lo sé, pero ¿qué querías que hiciera?

—Pues decirle que no, que está castigada y que, por lo tanto, tiene que estar en casa.

—Me ha conseguido convencer. Lo siento.

Paco suspira y se sienta en la mesa. La pequeña Erica imita a su padre y se coloca junto a él. La última en ocupar su lugar es Mercedes. Apenas hablan durante la comida, una de esas comidas donde sobran las palabras o quizá precisamente sean necesarias para zanjar temas pendientes. Sin embargo, la que rompe el silencio es la pequeña de la casa.

—Papi, ¿qué es tener secso?

Su padre no puede creerse lo que ha oído y mira a su mujer con los ojos como platos.

—¿Cómo?

—Eso, que qué significa tener secso.

—¿Tener sexo?

—Sí, eso, tener sekso.

Los padres vuelven a mirarse entre sí, sin saber muy bien qué explicación darle a Erica. ¿No es un poco pronto para tener ese tipo de conversaciones con ella?

—Princesa, ¿dónde has oído tú eso? —interviene Mercedes, tratando de mostrar calma.

—Pues… —la niña juguetea con el tenedor y una croqueta que no le apetece nada comer—, el otro día oí que Paula lo decía por teléfono. ¿Qué es?

Paco y Mercedes sienten al mismo tiempo una especie de escalofrío interior. ¿A estudiar a casa de Cris? ¿Un viernes por la tarde? ¿La tardanza de anoche?

Ambos suspiran. ¿Y ahora qué?

—Por la cara que tenéis no debe de ser algo muy bueno —termina diciendo Erica ante el silencio de sus padres.

La niña se levanta de la mesa y corre a buscar el postre dejándose la croqueta en el plato.