Epílogo


Dos días después, cuando las detenciones habían sido llevadas a cabo y los héroes de hace décadas habían regresado por fin a casa, un inmenso clamor invadió el Centro Informático del complejo del Grupo Evento. La enorme pantalla de proyección volvía a ponerse en funcionamiento después de haber pasado varios días apagada.

La lanzadera espacial Atlantis había conseguido repostar con éxito el satélite KH-11 41672, también conocido como Boris y Natasha, salvando así al exuberante satélite de una muerte segura. La tripulación de la lanzadera también había cambiado las baterías solares y había instalado un nuevo cargador. Cuando la vieja nave fue encendida de nuevo, la imagen seguía fija en el pequeño valle del estado de Arizona, que había sido despejado de cualquier rastro de los platillos que allí se habían estrellado. Cuando cesaron los aplausos, por los altavoces colocados tras la pantalla principal se empezaron a escuchar los primeros compases de una canción, cortesía de la lanzadera Atlantis. Se trataba de Frank Sinatra cantando Fly Me to the Moon.

Collins, Niles, Alice y el senador vieron cómo la imagen se volvía más nítida al tiempo que se aproximaba aún más a la superficie del valle. A todos les impresionó la claridad con la que Boris y Natasha enfocaba la zona que le había sido asignada justo antes del supuesto fallecimiento del satélite.

—Hemos detectado algo —dijo en voz alta uno de los técnicos informáticos.

La cámara enfocó el valle y las personas que allí había.

—Ampliad al máximo cuando yo diga —ordenó Niles—. Tres, dos, uno, ahora, ampliación máxima.

Cuando las imágenes acabaron de enfocarse, nadie pudo reprimir una sonrisa. Jason Ryan, al que el Grupo Evento había concedido un permiso de treinta días, cogía de la mano a Julie Dawes, quien por su parte estaba reprendiendo a Billy, que permanecía oculto bajo una sombrilla de playa y que parecía que los estaba molestando. A continuación, Gus entró en el plano; iba señalando un agujero que había en el suelo y no paraba de gesticular en medio de las rocas. Les estaba enseñando algo que llevaba en la mano y se podía ver que sonreía y que no paraba de bailar y saltar. Gus dio una palmada y el polvo de oro brilló bajo los rayos del sol y fue cayendo hasta el suelo mientras el viejo buscador siguió bailando sin descanso.

Al lado de la sombrilla de Billy, se podía ver otra de menor tamaño, de colores brillantes y con una galaxia llena de estrellas dibujada. Por debajo se veía asomar un par de botas de vaquero, regalo del Grupo Evento. Cuando el portador de las botas se inclinó para coger algunas de las partículas de oro antes de que cayeran al suelo, el equipo reunido del Grupo Evento pudo ver de quién se trataba. La mano, que sobresalía de una camisa blanca de manga larga que le venía grande, era de color verde. A continuación, la pequeña figura salió de debajo de la sombrilla, pasó los brazos alrededor de las piernas del viejo y lo abrazó. La mayor parte del cuerpo quedaba oculto debajo de un enorme sombrero vaquero de color blanco, pero aun así pudieron advertir que llevaba también unos pantalones Levi's recortados.

Nadie pudo reprimir una risotada al ver a Palillo caminando con las botas vaqueras y los pantalones de Gus. Después, y sin que hubiese ninguna razón aparente, y para sorpresa de los miembros del Grupo Evento, Palillo levantó la vista hacia el cielo.

—Será mejor que los dejemos tranquilos una temporada antes de tomar declaración a Palillo y preguntarle por los Grises y por sus cálculos acerca de cuándo piensa él que volverán a visitarnos. Tengo la sospecha de que Hendrix estaba en lo cierto; la próxima vez bajarán ellos mismos y tendremos que repeler una invasión en toda regla —dijo Lee.

Los otros lo miraron sin decir nada. Todos eran conscientes de que los Grises no tendrían suficiente con enviar uno de sus animales; al final intentarían hacerse con el control de la Tierra de la manera que fuese.

—¿Sabemos con seguridad que el Gris que Gus y Palillo mataron era el único superviviente de la nave en la que viajaba? —preguntó Jack.

—Mientras usted estaba recuperándose de sus heridas, el Ejército encontró los restos del segundo y tercer tripulantes de la nave enemiga. Habían salido disparados durante la colisión. Querían acabar con la forma de vida que habitaba este planeta y se han encontrado con unos seres más pequeños que los talkhan, pero igual de implacables —dijo Niles.

Virginia Pollock entró en el Centro Informático y saludó con la cabeza a sus colegas. Luego le entregó a Niles el expediente que llevaba en la mano.

—¿Es el informe de autopsia? —preguntó el director.

—Sí.

—Esta vez hemos tenido los cuerpos el tiempo suficiente como para poder completar los datos recopilados en Roswell. El resto de Servicios de Inteligencia han montado en cólera, pero el presidente los ha hecho callar hasta que hemos logrado todas las respuestas. El presidente ha dicho que era lo mínimo que le podíamos ofrecer al doctor Early y a su equipo —dijo Niles con tono triste.

Garrison Lee agachó la cabeza y se quedó pensando una vez más en los hombres que había perdido.

—Si desde el principio hubiésemos sabido a lo que nos enfrentábamos, muchos muchachos seguirían con vida —se lamentó Niles—. Virginia… —dijo luego, haciéndole un gesto para que comenzara la explicación.

—Los resultados acerca del animal, del talkhan, tardarán años en ser procesados. Sospecho que nuestro amigo Palillo, que conoce a ese animal mejor que nadie, podrá arrojar algo de luz sobre su planeta de origen y su carácter biológico. Luego están los tres grises que fueron recuperados: los dos que había en el desierto, o lo que quedaba de ellos, y el que el señor Tilly se encargó de despachar. —Virginia fue mirando de una en una, a las personas que la escuchaban—. Todos estaban moribundos. También llevará años acabar los estudios toxicológicos, pero parecen víctimas de su propio medio. Su planeta debe estar atravesando las últimas etapas previas a la destrucción total de su capa de ozono. Y no solo eso; en sus cuerpos había tantas toxinas producidas por el entorno que la única conclusión posible es que, aparte de los dos tipos de cáncer de piel que presentaban y de la naturaleza cancerosa de su sistema reproductivo, en unas cuantas generaciones más, su raza se extinguirá.

—Eso quiere decir que no tardarán en intentar trasladarse a la Tierra.

—Hemos informado al presidente. Por esta vez dejaremos que otros se encarguen de pelear. Hemos perdido a muchos buenos amigos.

—Hay una cosa más —dijo Virginia.

—¿Sí? —dijo Niles confundido.

—No es una buena noticia —dijo, agachando la vista—. Hemos analizado la sangre de Palillo. —Virginia frunció el ceño, incapaz de mirar a ninguno a la cara—. Tiene el principio de los mismos síntomas, pero creo que lo podemos ayudar. Palillo es todavía muy joven, podrá combatirlo, pero si no cambian el medio en el que viven, el resto de su raza también morirá.

El silencio acompañó a sus palabras. Jack miró hacia el monitor, donde aún se podía ver a Palillo sonriendo a Boris y Natasha.

—¿Quiere decir que los especímenes verdes han preferido morir a tomar el camino más fácil y ponerse del lado de los Grises? —preguntó Jack sin apartar la mirada de la pantalla.

—No va a ser fácil estar a su altura, ¿verdad? —dijo Lee sin preguntar a nadie en concreto.

—Al menos a Gus y a Palillo no les va a faltar de nada —contestó Alice, obligándose al fin a sonreír.

—Sí, Gus y sus amigos están a punto de convertirse en gente adinerada —dijo Lee sonriendo—. La mina oculta del holandés; deberíamos haber sabido que era auténtica. He ahí una lección que habrá que tener en cuenta —dijo mientras movía el dedo—. No importa lo ridícula que pueda parecer una leyenda, siempre contará con una base real, siempre. Parece que últimamente nos hemos olvidado de eso. Y esta es una buena forma de no perderlo de vista —dijo Lee, volviendo la vista hacia la pantalla mientras cogía a Alice de la mano.

—Sí, no van a tener problemas —dijo Niles un tanto ausente.

—Igual que vosotros, que ya no tendréis que estar todo el día soportando mis quejas. Niles, llama de vez en cuando para saludar y cuéntame cómo le va al nuevo jefe de seguridad y si le sigue la pista a nuestro querido coronel Farbeaux ahora que se le ha acabado la inmunidad —dijo Lee guiñándole su único ojo a Jack—. Por cierto, Alice se va a coger libre lo que le queda de mes.

Sin decir nada más, el senador Garrison Lee abandonó el Centro Evento por última vez, rodeando con el brazo a Alice. Ella les sonrió con gesto coqueto mientras cogía a Lee por la cintura.

Collins y Niles les sonrieron a su vez y vieron cómo la pareja se marchaba.

El comandante tenía libre el día siguiente. Él, Virginia Pollock y Everett iban a volar al Instituto Tecnológico de Massachusetts primero, y luego a la Universidad de Nueva York para entrevistar a algunos candidatos para sustituir a los efectivos que habían perdido. Allí, Jack se encontraría con un equipo y volarían a la Universidad de Washington a investigar el diario de un hombre del regimiento del teniente coronel Custer que podría haber sobrevivido a la batalla de Little Big Horn.

Tras atravesar la puerta del Centro Informático, Jack se acercó a la especialista de quinta categoría Sarah McIntire, que estaba a punto de ser ascendida a alférez. Cuando llegó hasta donde estaba, los dos pudieron escuchar una voz que provenía del interior del centro:

—Muy bien, muchachos, vamos a reconfigurar a Boris y Natasha, a ver si podemos conseguir alguna imagen de esa ciudad inca perdida. Y que alguien coja el teléfono, llame a la Royal Geographical Society en Londres y le diga a sir Basil que solo le devolveremos los restos del rey Arturo si a cambio nos cuenta algo de esa orden romana de ejecución de un tal Jesús de Nazaret que llevan ya un año examinando. —Niles estaba encantado de volver a ocuparse de sus asuntos.

En la pantalla, todavía con el fondo musical de Frank Sinatra, la imagen de las tres personas y el alienígena se fue difuminando hasta desaparecer.

—Bueno, especialista —dijo Jack—, según las ordenanzas no puedo invitarte a cenar hasta que no te conviertas en oficial, pero ¿qué te parece si nos volvemos a chocar por casualidad luego más tarde en ese restaurante italiano llamado Gino's?

Sarah observó los azules ojos del comandante y luego miró alrededor para cerciorarse de que no había nadie cerca.

—Me parece muy bien… —Se quedó dudando un momento y luego, en voz baja, añadió—: Jack.

Cuando Sarah se dio la vuelta y se fue, Collins sonrió y la observó durante un momento; después observó las limpias paredes cubiertas de plástico que había a su alrededor y que rodeaban el Centro Informático, y supo que el Grupo Evento era ahora su casa.