En la confluencia donde se unían los extremos de las montañas que formaban el pequeño valle donde se encontraba Chato's Crawl, la compañía militar de ingenieros venida de Fort Carson iniciaba la evacuación mientras los integrantes de la División Especial de Artillería colocaban los cables del disparador remoto y la antena portátil que enviaría la señal a la cabeza nuclear de neutrones, de cincuenta megatones de potencia, enterrada a cuatrocientos metros de profundidad. En el asiento trasero del Humvee asignado al ingeniero se encontraba la unidad de control remoto que sería puesta a disposición de Jack Collins, quien, después de la muerte del coronel Sam Fielding, era el que estaba al mando de toda la operación.
—Ya está, capitán —dijo el técnico de comunicaciones al capitán Reggie Davis—. La antena está lista. Lo único que tiene que hacer ahora es introducir su código para activar el dispositivo.
Davis lo había hecho cien veces en distintos simulacros y sabía de memoria el procedimiento que debía seguir. Pero cuando levantó el transmisor que emitiría la señal ahí abajo y dejaría preparada la bomba, fue consciente de que aquel era el primer dispositivo nuclear que activaba en su vida.
Davis tecleó «1178711 código 1T2» en el transmisor, que tenía el mismo tamaño que una calculadora y presionó luego la tecla «enter». La pequeña pantalla que había en la parte superior se quedó en blanco y apareció un mensaje en letras de color rojo: «Código aceptado. Dispositivo 4515 activado». Davis tragó saliva y contuvo el aliento, luego volvió a presionar la tecla «enter».
Activado.
—Vámonos de aquí, ya podemos informar al campamento base de que tienen a su disposición un arma nuclear lista para explotar.
Cuando subieron al Humvee solo quedaban ellos dos, el resto del equipo se había marchado ya. Davis subió por el lado derecho y dejó que el técnico en comunicaciones tomara los mandos. Llevó la mano al asiento de atrás y sacó un estuche de color negro, con cuidado de no tocar la antena telescópica que había en unos de los lados. Abrió la caja y se aseguró de que el dispositivo de activación por control remoto funcionara correctamente. En la pantalla que había en el centro de la caja se podía leer la palabra «Activado». El teclado de la parte inferior estaba listo, lo único que había que hacer era introducir el código «1T3», levantar la tapa de plástico y apretar el botón rojo parpadeante. Después de eso, el mismísimo infierno se abriría paso por debajo de las arenas del valle. El capitán Davis cerró el estuche, volvió a comprobar la antena y la dejó otra vez con cuidado en el asiento de atrás.
—Muy bien, vámonos, y confiemos en que no tengan que usar este condenado trasto.
El técnico puso en marcha el motor y emprendió la marcha a través del valle en dirección al campamento base.
El Pave Low III se posó sobre una de las colinas. Tendría que quedarse allí parado y que los otros helicópteros lo repostaran al regresar porque se había quedado prácticamente sin combustible. Jack fue corriendo hasta el lugar donde habían instalado varios transmisores de radio y comenzó a preguntar a todo el mundo, desde Washington hasta Nellis, dónde podían localizar grandes cantidades de materia alcalina.
—Niles, no estoy seguro del todo, pero es posible que los debilite lo suficiente como para permitir que los rayos X y los gamma que desprenda la bomba de neutrones puedan atravesar la coraza y acabar con ellos. En las circunstancias actuales, la bomba no les hará nada. La necesito antes de que consigan escaparse.
Nadie sabía qué hacer para conseguir en tan poco tiempo la cantidad que necesitaban. Jack estampó el micrófono contra la mesa y le dio unos cuantos golpes, presa de la frustración. Se pasó una mano por el pelo sucio y alzó la mirada lleno de ira.
—Vamos a formar un equipo y a recoger todo lo que podamos de los restos del almacén —le comunicó a Everett.
Billy, que estaba sentado a la sombra en compañía de Tony y de su madre después de haber acompañado a Hal a la tienda de primeros auxilios, escuchó lo que se estaba hablando en la mesa de comunicaciones. Se puso en pie, se soltó de la mano de su madre y se acercó a Jack.
—Co… co… comandante —dijo tirando de la armadura de Collins.
—¿Qué pasa, Billy? —dijo Ryan, tratando de interponerse entre Jack y el muchacho.
—¿Una sustancia alcalina puede dañar a esas cosas?
Jack se dio la vuelta, se quedó mirando al muchacho y enseguida lo levantó y lo puso encima de la mesa.
—Es exactamente lo que necesitamos. ¿Sabes dónde podemos conseguir?
Billy miró a Jack y luego a Ryan.
—Hay un lago entero. Pero Gus me dijo que nunca volviera allí. Me dijo que esa cosa podía hacerme mucho daño.
Jack se quedó sin habla, no sabía cómo continuar con las preguntas.
—¿Un lago? —preguntó Ryan.
—Se refiere al lecho seco de un antiguo lago, aquí la gente lo llama «las llanuras de sosa» —dijo Julie acercándose a la mesa y cogiendo a Billy de la mano—. Se suponía que no debía ir allí, ese lugar es muy peligroso.
Al oír la conversación, Virginia se acercó rápidamente y Everett le arrebató el mapa que llevaba en las manos y lo extendió sobre la mesa.
—Dinos, chaval, ¿dónde está ese lago?
Billy entrecerró los ojos, localizó Chato's Crawl y fue luego señalando con el dedo en dirección este.
—Aquí, justo aquí —dijo mientras dejaba el dedo marcado en el mapa.
—Dios mío, lo hemos tenido enfrente todo el tiempo, las llanuras de sosa, parece que tengan unos cinco kilómetros de diámetro —dijo Jack. Luego llevó el dedo desde el antiguo lecho del lago en dirección sur y lo apretó firmemente contra la confluencia de las colinas de menor altura que marcaban el final del valle con forma de embudo donde los ingenieros estaban colocando la bomba—. ¡Maldita sea!
—Joder, qué mala suerte tenemos —dijo Everett en voz alta—. Si a los animales les da miedo esa cosa, se irán directamente por la puerta de atrás y no se acercarán ni lo más mínimo al puto alcalino.
—El ganado, hay que cambiar de sitio el ganado —dijo Jack mientras cogía la radio.
—Valle Fragua, Valle Fragua, ¿alguna señal en los sensores GPS sobre el terreno? Cambio —articuló Ryan desde la ventanilla abierta del Pave Low III. Ryan no recibió ninguna señal, hasta que el AWACS informó por fin:
—Contacto en tierra negativo en este momento. Valle Fragua les informará de cualquier novedad, cambio.
Desde una roca situada a casi doscientos metros del recién destruido campamento base Escenario Uno, Collins y el resto de supervivientes de los equipos de túneles seguían las indicaciones de Everett acerca de la posición exacta de las llanuras de sosa. Ninguno de ellos se daba cuenta de que, desde un punto más alto entre las rocas, una criatura los observaba. Estaba gravemente herida. La sangre chorreaba por su espeso pelo, que con el efecto del sol iba quedándose cada vez más apelmazado. La madre saltó desde las rocas hacia el confiado grupo de soldados.
Sarah y su equipo acababan de trepar desde el inmenso agujero hasta el campo de batalla del escenario del accidente. La geóloga se quitó las gafas de visión nocturna y las lanzó a un lado, respirando el aire puro.
Sarah divisó a la criatura mientras saltaba. Sacó su arma y disparó, consciente de que ya era demasiado tarde.
El enorme animal golpeó a Collins en el hombro, arrojándolo de la plataforma desde la que intentaban avistar las llanuras de sosa. La criatura cayó sobre la superficie y arremetió contra Mendenhall, agarrándolo del pecho y lanzándolo contra Everett. Los dos se desplomaron contra el suelo como si estuvieran hechos de papel, y dejando tras de sí un finísimo rastro de color rojo. El talkhan alzó la cabeza, dio un alarido y decapitó con sus enormes garras al piloto y al copiloto del Pave Low que habían trasladado a Collins y a su equipo desde el pueblo. Luego se giró y saltó sobre los dos pilotos de los Blackhawk que disparaban a quemarropa sobre su espalda. La criatura atrapó a uno de los dos por la cabeza y le reventó el cráneo, dejando caer luego el cadáver encima de su copiloto.
La bestia se dirigió después hacia el lugar por donde Collins había caído hasta otra de las cornisas que había en la roca, salvándose así de una muerte segura, ya que el saliente donde se encontraban estaba a más de ciento cincuenta metros del suelo. El talkhan saltó abajo sin problemas, decidido a acabar con aquello que había empezado. Puesto de pie frente al cuerpo en el suelo del comandante, alzó la garra derecha y la cola, con el veneno chorreante brotando del aguijón. De pronto, algo pequeño, casi insignificante, saltó sobre su espalda. El animal dudó un instante, luego llevó la garra a la espalda, cogió a Palillo, que no dejaba de gritar, y lo lanzó por encima de la colina. El pequeño ataque del alienígena no había sido en vano. Gracias a su iniciativa, Everett y el resto de soldados tuvieron tiempo suficiente para reaccionar y disparar contra la bestia.
Las balas desgarraron a la madre en todas direcciones. Algunas rebotaron y una incluso rozó la frente de Collins, pero otras encontraron puntos ya dañados en la abollada coraza de la madre talkhan. La criatura se tambaleó hacia atrás y perdió el equilibrio, intentando enderezarse sin conseguirlo, ya que nuevas ráfagas impactaban contra su piel acorazada y hallaban nuevos puntos débiles. La cola se balanceó trazando un arco de escaso recorrido e intentando golpear contra algo, lo que fuera. Finalmente, trató de hacer una última embestida en dirección a Sarah y a sus enemigos y terminó tropezando y cayendo en el suelo, donde se quedó inmóvil.
Un momento antes, Gus no había sido capaz de sujetar a Palillo. Cuando vio lo que estaba a punto de sucederle al comandante Collins, el alienígena, sin dudar ni un instante, se había zafado de los brazos del viejo y había saltado contra la espalda del Destructor, dando rienda suelta a su rabia. Gus lo había visto todo como si fuera un espectador externo. Recordó sus propios gritos cuando la madre había cogido al pequeño ser y lo había lanzado por el precipicio. El viejo había caído de rodillas y se había tapado los ojos con las manos.
—Comandante, Valle Fragua acaba de llamar, informan de que tienen algo moviéndose en la superficie del valle.
Collins se giró para mirar a su segundo de a bordo e hizo una mueca de dolor a causa de las dos costillas que tenía rotas o con alguna fisura.
Collins miró a Sarah.
—Quédate aquí hasta que Gus se vaya; no quiero que nadie que no sea del Grupo se acerque a Palillo, ¿entendido?
—Sí, señor, nadie lo tocará.
Collins y Ryan se alejaron, y con la ayuda de Everett treparon de vuelta hacia el campamento base. Jack se dirigió hasta la rampa del Pave Low y cogió los auriculares que le ofrecía el sargento de la 101 Aerotransportada.
—Aquí Escenario Uno, ¿qué es lo que tenéis exactamente? —preguntó, quejándose en silencio de las costillas.
—Escenario Uno, tenemos un contacto intermitente que se dirige hacia el este a toda velocidad. El contacto es más grande que los que habíamos detectado anteriormente, repito, es más grande que los que habíamos detectado anteriormente. Se desplaza cerca de la superficie, luego se hunde a más profundidad y perdemos la señal hasta que vuelve a salir próximo a la superficie. El GPS ha confirmado la posición desde los sensores de control remoto. El contacto está confirmado y en este momento se le están uniendo al menos noventa objetivos más pequeños. Cambio.
—Entendido, Valle Fragua, Escenario Uno los mantendrá informados —concluyó Collins y le lanzó los auriculares a Ryan, luego se dio la vuelta y echó a correr, pese al dolor, en dirección al precipicio desde el que se veía todo el valle. Ryan se quedó mirando a Everett y lo siguió.
Sarah dejó a Gus y a Palillo y trepó por el precipicio interesada por saber qué es lo que estaban mirando sus compañeros.
Hasta el momento no habían percibido ningún signo de movimiento entre la arena y los matorrales que había allí abajo. Jack se quedó mirando el cuerpo tendido boca abajo de la madre y vio unos huevos sin desarrollar que habían salido de las heridas producidas en el abdomen, y eso le hizo pensar.
—¿Cómo de grande era el agujero que vimos cerca del restaurante? —preguntó sin dejar de mirar a la progenitora muerta.
—Siete u ocho metros de diámetro —contestó Everett, quien también se puso a observar a la madre.
—Demasiado grande —murmuró Jack.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Sarah.
—Mirad, esta ha de ser la madre. Es más grande que los demás que hemos visto en los túneles, la cola y el aguijón están más desarrollados, y si estoy en lo cierto, eso de ahí son huevos. Ese agujero que vimos ahí abajo era demasiado grande para este animal. Sea lo que sea lo que ha excavado ese agujero, es algo muy grande, mucho más grande que esta criatura.
—No me había dado cuenta —dijo Everett.
—¿Qué demonios es esa cosa que tenemos ahí fuera? —preguntó Jack.
A unos tres kilómetros de distancia, el valle cubierto de arena empezó a resplandecer primero y a agitarse con la vibración después, produciendo un inquietante efecto borroso.
—¿Qué hostias? —preguntó al aire Ryan—. ¡Mirad! —exclamó señalando hacia la derecha—. ¿Quién coño está ahí?
Collins se puso a mirar pero fue incapaz de ver nada. Fue cojeando hasta una de las mesas y apartó de en medio los informes y otros aparatos hasta que encontró lo que buscaba. Con los prismáticos en la mano, regresó y enfocó hacia la cosa que estaba levantando polvo, cerca de donde el AWACS afirmaba que se encontraba el objetivo.
—Maldita sea, ¿son los ingenieros? Eran la única unidad que estaba más al este que nosotros, ¿no?
—Hace unos diez minutos se han puesto en contacto. Han confirmado que Orión estaba activado —dijo Ryan.
—Mierda, conecta la radio, Ryan, y avísales, están yendo directos a lo que sea que hay ahí abajo.