Las Vegas, Nevada
9 de julio, 1.30 horas
El sargento Will Mendenhall puso el cartel de «Cerrado» en la puerta y apagó el neón donde se podía leer «Abierto»: por primera vez en muchos años la casa de empeños Gold City permanecía cerrada. Echó un vistazo a través del cristal mientras el zumbido del neón se iba apagando, luego se volvió hacia el hombre que estaba a su lado.
—Bueno, ya está. Si convocan a todo el personal de seguridad es porque debe de tratarse de algo gordo —dijo, mirando al soldado de primera clase.
—¿Qué crees que puede ser? —preguntó el joven marine.
—No lo sé, pero es la primera vez en los últimos veinte años que cerramos esta puerta, así que no es nada habitual. Todo el complejo está en pie de guerra, o por lo menos en el máximo nivel de alerta que he visto desde los ataques al World Trade Center y al Pentágono.
Mendenhall no iba sobrado de tiempo y no tenía ganas de contestar más preguntas de las necesarias. El reducido equipo de seguridad que estaban dejando para guardar la puerta le preocupaba más que los diferentes niveles de alerta que pudieran estar siendo activados.
—Así está bien. Tenemos que meter uno de los coches por la puerta Uno para recoger algo de equipo y acudir después a la reunión.
Henri Farbeaux vio cómo el hombre de raza negra le aguantaba la puerta al otro hombre de menor estatura. En el momento en que la señal luminosa de color rojo que decía «Abierto» se había apagado y había dejado a oscuras la zona que había frente a la tienda, el francés había puesto toda su atención en lo que sucedía. Con la información que Reese le había proporcionado acerca de la puerta de seguridad que daba acceso al complejo Evento, tenía planeado entrar y hacer lo que fuese necesario. Pero cuando las luces se apagaron, tuvo que pensar rápido. La casa de empeños afirmaba estar abierta veinticuatro horas al día, siete días a la semana, así que Farbeaux supo de forma instintiva que este era el momento que estaba esperando. Podía ser aquí en el complejo o en el lugar donde se había estrellado la nave.
Se metió dos muestras dentales dentro de la boca y dejó que se acoplaran a la altura de la mandíbula, de forma que rellenaron los mofletes hasta obtener la consistencia adecuada. A continuación, sonrió, contento no solo con el disfraz sino también con lo comunicativo que había sido el señor Reese acerca de esta puerta mágica que conducía al Grupo Evento.
Farbeaux abrió la puerta del coche deprisa y cruzó la calle. Mientras avanzaba, cogió un pequeño tubo que llevaba en el bolsillo y, justo cuando alcanzaba la acera tras esquivar a un conductor que había cambiado bruscamente de dirección, dejó preparado el pulgar sobre la parte superior del pequeño objeto. Se quedó mirando al hombre de raza negra que salía por la puerta y se dirigía a un coche aparcado frente a la casa de empeños. El otro hombre fue hasta la puerta del acompañante.
—Disculpen, caballeros —dijo Farbeaux imitando lo mejor que podía el acento del sur de los Estados Unidos—. Esta ciudad es más complicada que Houston durante una tormenta de nieve. ¿Saben cómo puedo llegar hasta el hotel Flamingo?
Mendenhall observó detenidamente al desconocido. El sombrero de vaquero le caía de lado sobre la cabeza y llevaba unas botas de piel de serpiente que él mismo había deseado tener algún día.
—Sí, está a tres manzanas. Cuando llegue al cruce que hay enfrente del Caesar's Palace, gire a la derecha y después todo recto —contestó.
Farbeaux estaba ya lo suficientemente cerca, pero para acabar de asegurarse se acercó un par de pasos más al corpulento soldado.
—¿Tres manzanas dice?
—Eso es, no tiene pérdida, amigo —dijo Mendenhall mientras abría la puerta del coche.
—Que me aspen, he estado antes allí y no veía por dónde tenía que ir.
El desconocido se giró hacia Willie y le tendió la mano.
—Muchas gracias, amigo. Mi mujer me va a montar una bronca pero de las buenas de verdad.
Mendenhall se quedó dudando un momento, y a continuación le estrechó la mano al desconocido.
—No hay de qué, amigo.
El francés puso su otra mano sobre la del hombre de raza negra y pulsó el botón del pequeñísimo tubo. Una ligerísima vaporización de hidroclorurofiselina cubrió la parte superior de la mano de Mendenhall. Se trataba de un compuesto inocuo que se secaba enseguida y era inodoro e incoloro. Aquel hombre nunca sería consciente de haber sido «etiquetado» por una sustancia que podía ser detectada gracias al extracto de plutonio de tamaño molecular que había penetrado por los poros de la piel. Un satélite de Centauro transmitiría la información a una base en tierra, en realidad a una unidad del tamaño de una mochila que se encontraba en el coche de Farbeaux y que este había sustraído, sin que Centauro tuviera ninguna noticia al respecto, del almacén de la compañía antes de marcharse de Los Ángeles. La cantidad de compuesto químico sería suficiente como para poder ser localizada y lo único que el corpulento hombre de raza negra podría llegar a sentir sería un ligerísimo dolor de cabeza. Eso sucedería cuatro horas antes de que la muestra se evaporara, y Farbeaux confiaba en que aquel hombre no se duchara hasta llegar al complejo Evento, o aún mejor, al lugar donde se había estrellado la nave.
Farbeaux soltó la mano del hombre y les saludó con la cabeza.
—Que pasen buena noche, señores, y gracias otra vez.
Los dos hombres subieron al coche y olvidaron al instante el encuentro con aquel hombre tan bien vestido.
El francés volvió hasta el coche y se sentó al volante. Luego, se quitó el bigote y el relleno de algodón de la boca y los tiró, junto con el sombrero de vaquero, al asiento de atrás. Justo en ese momento, su teléfono de seguridad empezó a sonar, pero Farbeaux no contestó. Era su línea de seguridad, así que debía de tratarse de Hendrix preguntando por su segundo equipo desaparecido. O a lo mejor es que ya los ha encontrado, pensó Farbeaux. Daba igual, estaba tras la pista del Grupo Evento y del premio final, una gran cantidad de tecnología completamente nueva que todos le querrían quitar de las manos.
—Venga, senador Lee, alégrame el año, dime que ya tenéis el platillo.
Base de la Fuerza Aérea de Nellis, Nevada
9 de julio, 1.35 horas
Jack, Niles, Lee y Alice se encontraban en la sala de dirección del Grupo, que estaba localizada justo debajo de la sala de conferencias. En el enorme tablero había colocados mapas del sudoeste de Arizona. Alice no dejaba de tomar notas y de apuntar algunas de las directrices formuladas por Collins acerca de la planificación de la fase de reconocimiento de la operación.
—Ahora bien, ¿cuándo le ordeno al resto del equipo de reconocimiento que acuda a apoyarnos a encontrar lo que realmente estamos buscando? —preguntó Jack, mirando primero a Niles y luego a Lee.
—Ojalá que nunca —dijo Niles.
—No me gusta que la gente arriesgue la vida por desconocer la totalidad de los hechos. Las ideas que surjan sobre el terreno nos pueden ser de mucha ayuda —dijo Jack mientras se levantaba de la mesa donde estaban los mapas.
—Lo que sospechamos no puede pasar a ser de dominio público, ni siquiera entre nuestro propio equipo, Jack. La mera sospecha de la existencia de razas extraterrestres que pretenden exterminarnos se transmitiría como un cáncer dentro del grupo. Es preciso que hagamos una serie de cosas. Si el animal está muerto, quiero que todo el mundo se concentre en su trabajo, y no en ninguna otra cosa. —A continuación, Lee levantó la vista de los mapas.
Collins vio que el viejo hablaba muy despacio, con el lado izquierdo de la boca un tanto descolgado, como si una parte de los músculos de la cara le estuviesen fallando. Los últimos botones de la camisa blanca estaban sin abrochar y varios de los mechones de su cabello plateado apuntaban en direcciones distintas. Jack se quedó mirando a Alice, que seguía clavada en la silla tomando notas de la reunión. Hacía solo unos minutos habían comenzado a analizar la logística que necesitarían para llevar a cabo esta misión. Jack había informado a Niles, al senador y a Alice de las conexiones entre Farbeaux, Centauro y Génesis. Las peores sospechas de Lee acerca de otro grupo funcionando dentro del país se habían confirmado. Que ahora supiesen que esa gente debía de haber sido la responsable de la eliminación del equipo del Grupo en 1947 solo subrayaba la sospecha de que esa compañía, Centauro, funcionaba con total impunidad.
—Si tengo la más mínima impresión de que ese animal ha sobrevivido al accidente, informaré inmediatamente no solo al equipo de reconocimiento inicial, sino a todos los efectivos que tengamos sobre el terreno, y les explicaré a qué nos podemos estar enfrentando. Ese punto es innegociable —dijo Jack, mirándolos a la cara—. Nunca jamás he ocultado información a mis tropas o les he mentido acerca del enemigo al que nos enfrentábamos. Confío en que esto quede claro y que cuente con su pleno respaldo. He pasado por la experiencia de estar a las órdenes de gente que no aportaba una información precisa de la situación ni a mí ni a mis hombres, y los resultados siempre han sido muy negativos.
—Tiene usted mi palabra, Jack. Si esa cosa está viva, tiene permiso para informar a todo el mundo.
Alguien llamó a la puerta y los interrumpió. Niles concedió el permiso para pasar y el capitán Everett entró en la sala y le tendió una carpeta a Jack con un informe en su interior.
—El equipo de reconocimiento está preparado, con la excepción de Mendenhall y Jackson, que se reunirán con nosotros en el aeródromo.
—Gracias, Everett, enseguida nos pondremos en marcha. —Jack cogió la carpeta con el informe.
Everett salió de la sala de dirección y cerró la puerta. Jack se dio la vuelta y observó los tres rostros expectantes.
—Antes les he hablado sobre Centauro y sobre Génesis. Creo que ahora deberían saber quién se encuentra detrás, aunque tengo la impresión de que ya lo sospechan. Este informe es para ustedes, acabamos de recibir las imágenes de la unidad de reconocimiento fotográfico. —Jack le dio a Lee el informe confidencial con bordes de color rojo. Agachó la cabeza y abandonó la sala de dirección para reunirse con su equipo.
Lee cogió la carpeta, quitó la cinta roja, extrajo la parte del informe que Jack ya les había expuesto y se la pasó a Alice. Luego sacó las ampliaciones y las copias que habían sido procesadas por ordenador. Miró la primera foto, en la que aparecía un hombre con el pelo oscuro en medio de un banquete. La única muestra que dio de que reconocía el rostro que aparecía en primer plano fue un fugaz gesto de sorpresa en la mirada.
—Es una cara que no esperaba volver a ver nunca —dijo Lee mientras le pasaba la foto a Alice para que la viera—. Tiene que tratarse de su hijo.
Pasados unos momentos, Lee cogió la última foto de la carpeta y se quedó mirando el sonriente rostro del francés.
—Jack y los chicos se han ganado el sueldo. Esa foto es la prueba de para quién ha estado trabajando Farbeaux todos estos años —dijo, al tiempo que movía la cabeza con incredulidad. Luego se incorporó y miró la foto más de cerca. De pie, detrás de Farbeaux y sin darse cuenta, al igual que el francés, de que estaban tomando una foto, había una cara que Lee conocía bien. El senador dejó la fotografía y cerró su único ojo.
—¿Qué pasa? —preguntó Alice.
Lee volvió a abrir el ojo, la miró y le pasó la última fotografía.
—¿Farbeaux? —preguntó ella.
—No, él no, el caballero alto que hay detrás de él.
—Dios mío, ¿es el presidente?
Lee no dijo nada.
—¿El presidente conoce a Hendrix? —preguntó Compton mientras tomaba la fotografía y se quedaba mirándola.
Jack había confirmado lo que Lee sospechaba desde hacía más de cincuenta años, que su enemigo desde Roswell hasta la actualidad no era una agencia extranjera, sino que se trataba de los míticos Hombres de Negro, cuya existencia se confirmaba ahora más allá de los rumores. Era muy probable que su enemigo fuera una agencia privada que recibiese el apoyo de algunas agencias federales, o que por lo menos lo hubiese recibido en los primeros años de la compañía, durante la década de los cuarenta y cincuenta. La Corporación Centauro, y el tanque de pensamiento mencionado por Jack, el Grupo Génesis, dirigido también por Hendrix, eran la gente que había decidido qué hacer con los hallazgos y descubrimientos extraídos de los restos del accidente y robados, después hacía casi sesenta años.
—Vamos a reflexionar un poco sobre esto. No sabemos cómo de estrecha es la relación entre Centauro y el presidente. Después de todo, esa foto era de un acto social en Washington y en aquel entonces el presidente solo era un joven senador; que estuviese presente no es ningún crimen. Sospecho que solo determinados elementos, y no la totalidad de la comunidad federal, dan soporte a esa corporación. No puedo creer que el presidente sea cómplice en esto, en todo caso —Lee sonrió—, no corramos ningún riesgo.
Alice y Niles conocían esa forma de mirar de Lee. Estaba pensando en cómo hacer que la situación jugase en su favor.
—¿Tú qué crees, Niles, hemos encontrado el platillo a tiempo? —preguntó el viejo con voz cansada y con ganas de cambiar de tema.
Niles se quedó un momento mirando la pared. Luego se giró, se quitó las gafas y las metió en el bolsillo.
—Creo que he tardado demasiado en encontrarlo, senador —dijo mientras caminaba hacia la puerta.
Alice le dio unas palmaditas en la mano a Garrison mientras Niles abandonaba la habitación camino de la reunión.
—Niles es demasiado duro consigo mismo —dijo Alice—, pero que Dios nos ayude si lo que dice es verdad.
Lee se levantó con ayuda de su bastón; Alice se apresuró a incorporarse también para poder ayudarlo camino de la reunión.
—Sospecho que vamos a necesitar la ayuda de Dios; no sé muy bien por qué, pero creo que esta vez sí que va a suceder —dijo sin cambiar el tono de voz—. Demasiadas cosas han pasado de forma distinta, hay demasiadas variables. —Se cogió del brazo de Alice—. Y si sucede lo peor, solo Dios será capaz de detenerlo. Contacta con el presidente y dile a Niles que vuelva aquí. Para poder ayudar a Jack a que el valle sea un lugar seguro precisaremos saber si el comandante en jefe tiene otros amigos aparte de nosotros. Empieza a preparar una falsa noticia para que podamos movilizar al Ejército, pero que sea una en que sea necesario armamento, mucho armamento.
Base de la Fuerza Aérea de Nellis, Nevada
9 de julio, 2.00 horas
Según el protocolo del departamento 5656, un equipo de reconocimiento es: «Un equipo avanzado de especialistas y del personal de seguridad necesario que estará presente al inicio de cualquier operación sobre el terreno donde la seguridad del proyecto y del Grupo puedan ser motivo de preocupación. Para camuflar la naturaleza de dicho Evento será lícito engañar a la opinión pública».
El equipo de Jack se encontraba reunido en la sala principal de conferencias para que el senador pudiera presenciarlo todo. Jack le dio las primeras instrucciones a Denise Gilliam, doctora en Ciencia Forense en la Universidad de Maine, en Orono.
—Doctora Gilliam, aparte del trabajo como forense, será usted también la médico del equipo. Queremos llevar al grupo más reducido posible.
—Pero yo…
Jack la miró fijamente.
—Está bien, lo haré —dijo ella.
—Por eso es por lo que la he elegido en el equipo de reconocimiento: una persona, dos funciones.
A continuación, Jack miró a Josh Crollmier, antiguo miembro de la Junta Nacional de Seguridad del Transporte, que participaría como experto en accidentes.
—Señor Crollmier, inicialmente se centrará en la posibilidad de que haya habido supervivientes; para su cometido no contará con su equipo, ni humano ni material. —Después de que Crollmier asintiera, Jack miró a la siguiente fila—. Encargada de comunicaciones Willing —dijo, mirando a Lisa—. Se ocupará de las comunicaciones por tierra; junto con los cuatro hombres que forman su equipo, instalarán las conexiones de vídeo tanto con Nellis como con Washington. Se les entregarán armas y trabajarán en la seguridad del lugar hasta que consiga más gente sobre el terreno, ¿está claro?
—Sí, señor, tendremos el sistema de comunicaciones instalado en cinco minutos.
—Doctor Robert Randall, usted ejercerá de zoólogo del equipo. Sé que ya cumplió su servicio dentro del Grupo, pero nuestro zoólogo no está disponible. Se hallaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. No debería haber venido de visita al Grupo. Bienvenido a bordo.
—Me han reclutado —dijo él.
—Necesitamos muestras de cualquier forma de vida que haya podido llegar con el vehículo y las necesitamos lo antes posible. Y para el resto, por el momento no hay preguntas —concluyó Jack, atajando cualquier pregunta acerca de por qué un doctor de San Francisco iba a acompañarles.
Collins se quedó mirando al resto del equipo de seguridad: Everett, Mendenhall, Ryan y el soldado de primera clase Jackson. Todos, con excepción de Ryan, tenían experiencia en enfrentamientos y habían saltado desde helicópteros. Ryan, junto con la tripulación del Blackhawk y los tiradores les servirían de apoyo.
—¿Solo dos hombres por equipo serán suficiente? —preguntó Jason.
—Nuestro equipo de reconocimiento inicial ha quedado reducido al mínimo a petición mía, debido a problemas de seguridad ajenos al poder de decisión del Grupo. Una vez estemos allí y hayamos establecido un perímetro de seguridad, contaremos con ayuda sobre el terreno. Tras recibir el respaldo del doctor Compton y a través de su oficina, he iniciado los contactos necesarios con algunos elementos de nuestras Fuerzas Armadas, que ya han sido informadas de que quizá sea requerida su participación en operaciones especiales en el desierto. No podemos esperar al último momento para tener las cosas preparadas.
—Amén —dijo Virginia Pollock, deseosa de estar en el equipo de reconocimiento.
—Además del Evento, lo normal es que se establezca poco contacto con la gente que habita el valle —dijo el senador desde el sitio que ocupaba en el sofá—. Es posible que haya algunos buscadores de oro, y algún que otro campista, pero aparte de eso lo más normal es que el desierto esté libre de espectadores.
—Muy bien, ya conocen el plan. Los del equipo de seguridad saltaremos primero desde los helicópteros, y luego despejaremos el terreno para que los cuatro Blackhawk, junto con el resto del equipo material y humano, puedan aterrizar en el valle, un poco más arriba de la zona donde están los restos. Créanme, preferiríamos entrar desde fuera del valle, pero la cuesta es demasiado pronunciada y no tenemos tiempo suficiente.
Cierta sensación de tristeza invadió al senador mientras presenciaba la escena. A la rabia que sentía a causa de la debilidad de su cuerpo se sumaba ahora la certeza de que él debería participar en esta misión. Levantó lentamente el brazo derecho y lo movió para que Collins lo viera.
—Sí, señor —correspondió Jack, agachándose para que el senador no tuviera que levantarse.
—Jack, me gustaría que cambiara de opinión en lo que respecta al equipo médico —dijo Lee.
Collins consideró un instante la presencia o no del equipo médico del Grupo. Si alguno de los alienígenas había sobrevivido y estaba herido, sería muy útil pero suponía tener más gente por en medio en caso de que se diera el peor de los escenarios posibles.
—Bueno, señor, el equipo médico estará en el quinto Blackhawk a solo dos minutos del lugar del accidente, y la doctora Gilliam podrá ir ocupándose de quien más lo necesite hasta que lleguen los demás. Haremos el reconocimiento inicial lo más rápidamente posible y si encontramos algún miembro de la tripulación con vida, conseguiremos ayuda inmediata.
Collins se puso de pie y le tendió la mano; el viejo la estrechó casi sin fuerzas.
Entonces Niles Compton se le acercó y le dio unas palmaditas en la espalda.
—Ojalá pudiera ir con usted, Jack.
Collins se quedó un momento más mirando a Lee, luego volvió la vista hacia la cansada mirada del exhausto director.
—Niles, en el poco tiempo que lo conozco, lo he visto hacer el trabajo más increíble que haya visto en mi vida. Ahora necesita descansar y dejarnos llevar un poco la carga a nosotros. El presidente ha llamado a algunos contactos que yo tenía en el sector privado: el campo de pruebas de Aberdeen es uno de ellos. Van a enviar unos cuantos artilugios en los que han estado trabajando y que nos pueden servir de ayuda. Un poco de tecnología de última generación no nos vendrá nada mal. Los peces gordos de la CIA nos han conseguido una novísima armadura que nos va a proporcionar el Ejército, debería de llegar por la mañana. Confío en que no la necesitemos, pero en cualquier caso, lo que puede hacer ahora, Niles, es asegurarse de que recibimos todo ese material cuanto antes. Hasta que llegue ese momento, tómese un descanso.
Jack extendió su mano y estrechó la de Compton, luego se dio la vuelta e hizo una señal al resto del equipo de reconocimiento para que se dirigieran hacia la puerta. La primera respuesta a un ataque de origen extraterrestre se acababa de poner en marcha.