Echo Park al completo estaba cerrado por la investigación. Por tercera vez en una semana, Bosch fue interrogado respecto a un tiroteo, sólo que en esta ocasión las preguntas las hacían los federales y su papel era secundario porque no había disparado su arma. Cuando terminó, caminó hasta una furgoneta que vendía marisco y estaba aparcada para atender a la multitud de mirones que se habían congregado al otro lado de la cinta amarilla. Pidió un taco de langostinos y una Dr. Pepper y se lo llevó a uno de los vehículos federales. Estaba apoyado en el guardabarros delantero tomando su almuerzo cuando se le acercó Rachel Walling.
—Resulta que Anthony Garland tenía permiso de armas —dijo ella—. Su equipo de seguridad lo requería.
Rachel se apoyó en el guardabarros a su lado. Bosch asintió con la cabeza.
—Supongo que deberíamos haberlo comprobado —dijo.
Dio el último mordisco, se limpió la boca con una servilleta e hizo una bola con el papel de aluminio que envolvía el taco.
—Me he acordado de tu historia —dijo ella.
—¿Qué historia? —preguntó Bosch.
—La que me contaste de Garland asustando a esos chicos en el campo de petróleo.
—¿Y?
—Dijiste que desenfundó el arma con ellos.
—Sí.
Walling no dijo nada. Miró al lago. Bosch negó con la cabeza como si no estuviera seguro de lo que estaba pasando. Walling habló finalmente.
—Sabías del permiso y sabías que Anthony iría armado, ¿verdad?
Era una pregunta, pero Walling la pronunció como una afirmación.
—Rachel, ¿qué estás diciendo?
—Estoy diciendo que lo sabías. Sabías desde hace mucho que Anthony iba armado. Sabías lo que podía pasar hoy.
Bosch separó las manos.
—Mira, esa historia con los chicos fue hace doce años. ¿Cómo iba a saber que tendría una pistola hoy?
Ella se separó del guardabarros y se volvió a mirarlo.
—¿Cuántas veces has hablado con Anthony a lo largo de los años? ¿Cuántas veces lo has cacheado?
Bosch apretó con más fuerza en su puño la bola de papel de aluminio.
—Mira, nunca…
—¿Me estás diciendo que en todas esas veces nunca te encontraste con una pistola? ¿Que no verificaste los permisos? ¿Que no sabías que había una probabilidad muy alta de que llevara un arma, y su rabia incontrolada, a una reunión como esta? Si hubiéramos sabido que el tipo iba armado, nunca habríamos puesto esto en marcha.
Bosch sonrió de manera desagradable y negó con la cabeza con incredulidad.
—¿Qué decías el otro día de conspiraciones pilladas por los pelos? Marilyn no murió de sobredosis, la mataron los Kennedy. ¿Bosch sabía que Anthony traería una pistola a la reunión y que empezaría a disparar? Rachel, todo esto suena como…
—¿Y lo que dijiste de ser un verdadero detective? —Walling lo miró fijamente.
—Rachel, escúchame. No había forma de que nadie predijera esto. No había…
—Predecir, desear, poner en marcha accidentalmente… ¿cuál es la diferencia? ¿Recuerdas lo que le dijiste a Pratt el otro día junto a la piscina?
—Le dije muchas cosas.
La voz de Walling adoptó un tono de tristeza.
—Le hablaste de las decisiones que todos tomamos. —Señaló por encima de la hierba hacia el cobertizo—. Y, bueno, Harry, supongo que es el perro que decidiste alimentar. Espero que seas feliz así. Y espero que encaje a la perfección con las maneras del verdadero detective.
Walling se volvió y caminó de nuevo hacia el cobertizo y el grupo de investigadores agolpados en la escena del crimen.
Bosch la dejó marchar. No se movió durante un buen rato. Sus palabras le habían recorrido como los sonidos de una montaña rusa. Murmullos bajos y gritos agudos. Apretó la bola de papel de aluminio en la mano y la lanzó hacia la papelera que estaba junto a la furgoneta de marisco.
Falló por mucho.