Antes de empezar a explicarles de modo general sobre qué trata este sistema, y de charlar acerca de nuestros métodos, quiero grabar particularmente en sus mentes que las ideas y principios más importantes del sistema no me pertenecen. Esto es principalmente lo que los hace valiosos, porque, si me pertenecieran, serían como todas las otras teorías inventadas por las mentes corrientes: solo darían una visión subjetiva de las cosas.
Cuando comencé a escribir, en 1907, Un Nuevo Modelo del Universo, me formulé, como muchas otras personas antes y desde entonces, que detrás de la superficie de la vida que conocemos, hay algo mucho mayor y más importante. Y entonces me dije que hasta que conozcamos más acerca de lo que hay detrás, todo nuestro conocimiento de la vida y de nosotros es realmente desdeñable. Recuerdo una conversación de esa época cuando dije: «Si fuera posible aceptar como probado que la consciencia (o, como la llamaría ahora, la inteligencia) puede manifestarse aparte del cuerpo físico, podrían probarse muchas otras cosas. Solo eso no puede tomarse como probado». Comprendí que las manifestaciones de la psicología supernormal, como la transferencia del pensamiento, la clarividencia, la posibilidad de conocer el futuro, la retrovisión del pasado, etc., no habían sido probadas. De modo que traté de hallar un método de estudio de estas cosas, y trabajé en esa línea durante varios años. En ese sentido encontré algunas cosas interesantes, pero los resultados fueron muy fugaces; y aunque varios experimentos tuvieron buen éxito, fue casi imposible repetirlos.
En el curso de estos experimentos, llegué a dos conclusiones: primera, que no conocemos bastante acerca de la psicología ordinaria; no podemos estudiar psicología supernormal, porque no conocemos psicología normal. En segundo término, arribé a la conclusión de que existe cierto conocimiento real; que pueden existir escuelas que conocen exactamente lo que queremos conocer, pero que, por alguna razón, están ocultas y este conocimiento está oculto. De modo que empecé a buscar estas escuelas. Viajé por Europa, Egipto, India, Ceilán, Turquía y el Cercano Oriente; pero realmente fue más tarde, cuando ya había concluido estos viajes, que encontré en Rusia, durante la guerra, a un grupo de personas que estudiaban cierto sistema originalmente proveniente de las escuelas orientales. Este sistema comenzaba con el estudio de la psicología, exactamente como yo había comprendido que debía empezar.
La idea principal de este sistema era que no usamos siquiera una pequeña parte de nuestros poderes y fuerzas. Por así decirlo, tenemos en nosotros una organización grandísima y finísima, solo que no sabemos cómo usarla. En este grupo empleaban ciertas metáforas orientales, y me dijeron que tenemos en nosotros una casa grande, llena de bellos muebles, con una biblioteca y muchas otras habitaciones, pero vivimos en el sótano y la cocina, y no podemos salir de allí. Si la gente nos habla sobre lo que esta casa tiene escaleras arriba, no le creemos, o nos burlamos de ella, o a eso lo llamamos superstición, o cuentos de hadas, o fábulas.
Este sistema puede dividirse en estudio del mundo, sobre ciertos principios nuevos, y estudio del hombre. El estudio del mundo y el estudio del hombre incluyen en sí una suerte de lenguaje especial. Tratamos de usar palabras corrientes, las mismas palabras que empleamos en la conversación ordinaria, pero les asignamos un significado levemente diferente y más preciso.
El estudio del mundo, el estudio del universo, se basa en el estudio de algunas leyes fundamentales que, en la ciencia, no son generalmente conocidas o reconocidas. Las dos leyes principales son: la Ley de los Tres y la Ley de los Siete, que se explicarán después. Incluido en esto y necesario desde este punto de vista, es el principio de la escala, principio que no entra en el estudio científico corriente, o entra muy poco.
El estudio del hombre está estrechamente conectado con la idea de la evolución del hombre, pero ésta deberá entenderse de un modo levemente distinto del corriente. Por lo común, la palabra evolución aplicase al hombre o a algo más que presuponga una especie de evolución mecánica; quiero decir que ciertas cosas, por ciertas leyes conocidas o desconocidas, se transforman en otras cosas, y estas otras cosas se transforman aún en otras cosas, y así sucesivamente. Pero desde el punto de vista de este sistema, tal evolución no existe: no hablo en general, sino específicamente del hombre. La evolución del hombre, si ocurre, solo puede ser el resultado del conocimiento y del esfuerzo; mientras el hombre solo conozca lo que puede conocer del modo corriente, para él no hay evolución ni la hubo jamás.
En este sistema, el estudio serio comienza con el estudio de la psicología, es decir, con el estudio de uno mismo, porque la psicología no puede estudiarse, como ocurre con la astronomía, fuera de uno mismo. El hombre tiene que estudiarse. Cuando me dijeron eso, de inmediato advertí que no tenemos método alguno de estudio de nosotros mismos y ya poseemos muchas ideas equivocadas acerca de nosotros. De modo que comprendí que debemos librarnos de la ideas equivocadas acerca de nosotros y al mismo tiempo encontrar los métodos para estudiarnos.
¿Tal vez comprenden qué difícil es definir lo que significa psicología? Hay tantos significados atribuidos a las mismas palabras en los diferentes sistemas que es difícil tener una definición general. De modo que empezamos definiendo a la psicología como el estudio de uno mismo. Ustedes tienen que aprender ciertos métodos y principios y, de acuerdo con estos principios y usando estos métodos, tratarán de verse desde un nuevo punto de vista.
Si empezamos a estudiarnos, con lo primero que tropezamos es con una palabra que usamos más que cualquier otra, y esta palabra es «yo». Decimos «yo hago», «yo estoy sentado», «yo siento», «yo gusto», «yo no gusto», etc. Ésta es nuestra principal ilusión, pues el principal error que cometemos acerca de nosotros mismos es considerarnos uno solo; siempre hablamos de nosotros como «yo», y suponemos que nos referimos a la misma cosa todo el tiempo, cuando en realidad estamos divididos en centenares de «yoes» diferentes. En un momento en que digo «yo», habla una parte de mí, y en otro momento en que digo «yo», habla otro «yo» muy distinto. No sabemos que no tenemos un solo «yo», sino muchos «yoes» diferentes, conectados con nuestros sentimientos y deseos, y que no tenemos un «yo» controlador. Estos «yoes» cambian todo el tiempo; uno suprime al otro; uno reemplaza al otro; y toda esta lucha compone nuestra vida interior.
Los «yoes» que vemos en nosotros se dividen en varios grupos. Algunos de estos grupos son legítimos, pertenecen a las divisiones correctas del hombre, y algunos de ellos son absolutamente artificiales y creados por el conocimiento insuficiente y por ciertas ideas imaginarias que el hombre tiene acerca de sí mismo.
Para empezar a estudiarse es necesario estudiar los métodos de observación de sí, pero eso, a su vez, debe basarse en cierta comprensión de las divisiones de nuestras funciones. Nuestra idea corriente de estas divisiones es muy equivocada. Conocemos la diferencia entre las funciones intelectuales y emocionales. Por ejemplo, cuando discutimos cosas, pensamos sobre ellas, las comparamos, inventamos explicaciones o hallamos explicaciones reales, todo esto es trabajo intelectual; mientras que el amor, el odio, el recelo, etc., son emocionales. Pero muy a menudo, cuando tratamos de observarnos, mezclamos incluso las funciones intelectuales y emocionales; cuando realmente sentimos, a eso lo llamamos pensar, y cuando pensamos, a eso lo llamamos sentir. Pero en el curso del estudio aprenderemos de qué modo aquellos difieren. Por ejemplo, hay una enorme diferencia en velocidad, pero después hablaremos más sobre ello.
Luego, hay otras dos funciones que ningún sistema de psicología ordinaria divide ni entiende del modo correcto: la función instintiva y la función motora. Lo instintivo se refiere al trabajo interior del organismo: la digestión de la comida, el latido del corazón, la respiración; éstas son funciones instintivas. A la función instintiva pertenecen también los sentidos ordinarios: vista, oído, olfato, gusto, tacto, sensación de frío y calor, cosas como eso; y esto es todo, realmente. De los movimientos externos, solo los reflejos simples pertenecen a la función instintiva, porque los reflejos más complicados pertenecen a la función motora. Es muy fácil distinguir entre las funciones instintivas y motoras. No tenemos que aprender nada que pertenezca a la función instintiva; nacemos con la capacidad de usar todas las funciones instintivas. Por el otro lado, las funciones motoras, han de aprenderse en su totalidad: un niño aprende a caminar, a escribir, etc. Hay una grandísima diferencia entre ambas funciones, puesto que no hay nada inherente a las funciones motoras, y las funciones instintivas son todas inherentes.
De modo que, al observarse, primero que todo es necesario dividir estas cuatro funciones y clasificar de inmediato todo lo que observen, diciendo: «Ésta es una función intelectual», «Ésta es una función emocional», etc.
Si practican esta observación durante algún tiempo, podrán notar algunas cosas extrañas. Por ejemplo, descubrirán que lo realmente difícil de observar es que ustedes se olvidan de ello. Empiezan observando, y sus emociones se conectan con algún género de pensamiento, y olvidan observarse.
Además, luego de un tiempo, si continúan con este esfuerzo de observar, que es una nueva función no utilizada del mismo modo en la vida corriente, ustedes advertirán otra cosa interesante: que por lo general no se recuerdan. Si pudieran estar conscientes de sí todo el tiempo, entonces podrían observar todo el tiempo, o en cualquier caso, tanto tiempo como gusten. Pero, debido a que no pueden recordarse, no pueden concentrarse; y he aquí por qué tendrán que admitir que no tienen voluntad. Si pudieran recordarse, tendrían voluntad y podrían hacer lo que quisieran. Pero no pueden recordarse, no pueden, ser conscientes de sí, de modo tal que no tienen voluntad. A veces pueden tener voluntad por breve tiempo, pero aquélla se convierte en otra cosa y la olvidan.
Ésta es la situación, el estado del ser, el estado desde el cual tenemos que comenzar a estudiarnos. Pero muy pronto, si ustedes continúan, llegarán a la conclusión de que casi desde que empiezan a estudiarse, tienen que corregir en sí mismos ciertas cosas que no son correctas, ordenar ciertas cosas que no están en sus sitios correctos. El sistema tiene una explicación para esto.
Estamos hechos de tal modo que podemos vivir en cuatro estados de consciencia, pero, tales como somos, usamos solo dos: uno cuando estamos dormidos, y el otro cuando estamos lo que llamamos «despiertos»: es decir, en el estado actual, cuando podemos charlar, escuchar, leer, escribir, etc. Pero éstos son solo dos de los cuatro estados posibles. El tercer estado de consciencia es muy extraño. Si la gente nos explica qué es el tercer estado de consciencia, empezamos a pensar que lo tenemos. El tercer estado puede llamarse consciencia de sí, y la mayoría de la gente, si se le pregunta, dice: «¡Somos ciertamente conscientes!». Requiérese tiempo suficiente o esfuerzos de observación de sí, repetidos y frecuentes, antes que realmente reconozcamos el hecho de que no somos conscientes; que somos conscientes solo potencialmente. Si nos preguntan, decimos: «Si, lo soy», y por ese momento lo somos, pero en el momento siguiente cesamos de recordar y no somos conscientes. De modo que, en el proceso de observación de sí, comprendemos que no estamos en el tercer estado de consciencia, que vivimos solo en dos. Vivimos en estado de sueño o en estado de vigilia, lo cual, en el sistema, llamase consciencia relativa. El cuarto estado, que se llama consciencia objetiva, es inaccesible para nosotros porque solo puede alcanzarse a través de la consciencia de sí, es decir, primero convirtiéndose en consciente de uno mismo, de manera que mucho después podemos disponernos a alcanzar el estado objetivo de la consciencia.
De modo que, al mismo tiempo que la observación de sí, tratamos de ser conscientes de nosotros reteniendo la sensación de «Yo estoy aquí», nada más. Y éste es el hecho que se le escapó, sin la mínima excepción, a toda la psicología occidental. Aunque muchas personas se aproximaron muchísimo a él, no reconocieron la importancia de este hecho y no comprendieron que el estado del hombre, como éste es, puede ser cambiado: que el hombre puede recordarse, si lo intenta durante largo tiempo.
Ésta no es una cuestión de un día o un mes. Es un estudio muy prolongado, y un estudio de cómo suprimir obstáculos, porque no nos recordamos, no somos conscientes de nosotros, debido a muchas funciones equivocadas de nuestra máquina, y todas estas funciones han de corregirse y ajustarse. Cuando la mayoría de estas funciones es ajustada, estos períodos de recuerdo de sí se tornarán cada vez más largos, y si llegan a ser lo suficientemente largos, adquiriremos las dos nuevas funciones. Con la consciencia de sí, que es el tercer estado de consciencia, adquirimos una función que se llama emocional superior, aunque igualmente es intelectual, porque en este nivel no hay diferencia entre intelectual y emocional tal como existe en el nivel corriente. Y cuando llegamos al estado de consciencia objetiva, adquirimos otra función que se llama mental superior. Los fenómenos de lo que llamo psicología supernormal pertenecen a estas dos funciones; y he aquí porqué, cuando realicé aquellos experimentos hace veinticinco años, llegué a la conclusión de que el trabajo experimental es imposible, porque no es una cuestión de experimentación sino de cambio del propio estado de consciencia.
Acabo de darles algunas ideas generales. Ahora traten de decirme lo que no entienden, lo que desean que les explique mejor. Traten de formular cualquier pregunta que gusten, ya sea en relación con lo que dije o con sus propios problemas. De ese modo será más fácil empezar.
P. ¿Para alcanzar el estado superior de consciencia, es necesario estar permanentemente consciente de uno mismo?
R. No podemos hacer eso, de modo que no es cuestión de estar permanentemente consciente. Solo podemos charlar ahora sobre el comienzo. Debemos estudiarnos en conexión con esta división de las diferentes funciones cuando podemos, cuando nos acordamos de hacerlo, porque en esto dependemos de la oportunidad. Cuando recordamos, debemos tratar de ser conscientes de nosotros mismos. Esto es todo lo que podemos hacer.
P. ¿Hay que poder ser consciente de las propias funciones instintivas?
R. Solo de los sentidos. El trabajo instintivo interior no necesita volverse consciente. Es consciente por sí, independientemente de la función intelectual, y no hay necesidad de acrecentar esto. Debemos tratar de volvernos conscientes de nosotros mismos como nos vemos, no de nuestras funciones interiores. Después de algún tiempo podemos volvernos conscientes de ciertas funciones interiores de las que es útil ser conscientes; pero no todavía. Advierta que no adquirimos sentimientos nuevos. Solo clasificamos mejor nuestras impresiones corrientes, las cosas corrientes que obtenemos de la vida, de la gente, de todo.
P. ¿Sería correcto decir que cuando aprendemos algo, como conducir un vehículo, la función intelectual le dice a la función motora qué hacer, y que, cuando es eficiente, la función motora trabaja por sí misma?
R. Absolutamente exacto. Usted puede observar muchas cosas como ésa. Primero, aprende a través de la función intelectual.
P. ¿Cuán importante es el conocimiento ganado mediante observación de nuestras acciones físicas? ¿Éste es meramente un ejercicio de observar nuestras mentes?
R. No, es importantísimo porque mezclamos muchas cosas y no sabemos las causas de muchas cosas. Podemos entender las causas solo mediante constante observación durante largo tiempo.
P. ¿Podemos recibir instrucción sobre cómo trabajar sobre cada una de las cuatro funciones?
R. Les será explicado todo, pero por ahora, y durante largo tiempo, solo podrán observar.
P. ¿Sería un ejemplo de los diferentes «yoes» trabajando, cuando uno se acuesta tarde y decide cabalmente acostarse temprano la noche siguiente, y cuando ésta llega, actúa de otro modo?
R. Correcto; un «yo» decide, y otro tiene que hacerlo.
P. ¿Cómo hacemos para tratar de ser más conscientes de nosotros?
R. Esto es muy simple de explicar, aunque muy difícil de lograr. No existen ambages. Un mejor estado solo puede alcanzarse mediante esfuerzo directo, tratando tan solo de ser más consciente, preguntándose lo más a menudo posible: «¿Yo soy consciente o no?».
P. ¿Pero cómo se alcanza cierta certidumbre de que el método de usted es correcto?
R. Precisamente, comparando una observación con otra. Y luego, charlamos cuando nos encontramos. La gente habla de sus observaciones; las compara; yo trato de explicar lo que aquélla no puede entender; hay otra gente que me ayuda; y de ese modo uno se torna seguro de las cosas corrientes, tal como uno sabe que el pasto es verde.
En todo esto no hay cuestión de fe ni de creencia. Totalmente lo contrario: este sistema enseña a la gente a no creer en absolutamente nada. Deben verificar todo lo que vean, oigan y sientan. Solo de ese modo pueden llegar a algo.
Al mismo tiempo, deben comprender que nuestra máquina no trabaja perfectamente; su trabajo dista de ser perfecto, debido a muchas funciones equivocadas, de modo que una parte importantísima del estudio de sí está conectada con el estudio de estas funciones equivocadas. Debemos conocerlas a fin de eliminarlas. Y una de las funciones particularmente equivocadas, que a veces nos gusta, es la imaginación. En este sistema, la imaginación no significa pensamiento consciente o intencional sobre algún objeto o visualización de algo, sino la imaginación que gira sin control ni resultado alguno. Esta insume muchísima energía y tuerce el pensamiento en dirección equivocada.
P. Cuando usted dice «imaginación», ¿significa imaginar algo que es verdadero, no dibujos?
R. La imaginación tiene muchos aspectos; puede tratarse tan solo de quimeras corrientes o, por ejemplo, imaginar en uno mismo poderes no existentes. Es la misma cosa: trabaja sin control, se mueve sola.
P. ¿Cada una es autoengaño?
R. Uno no la toma como autoengaño: imagina algo, luego lo cree y olvida que era imaginación.
Estudiando al hombre en su actual estado de sueño, ausencia de unidad, mecanicidad y falta de control, hallamos varias otras funciones equivocadas que son el resultado de su estado: en particular, mentirse y mentir a los demás todo el tiempo. La psicología del hombre corriente podría incluso llamarse el estudio de la mentira, porque el hombre miente más que cualquier otra cosa; y de hecho, no puede decir la verdad. No es tan simple decir la verdad; uno ha de aprender cómo hacerlo, y a veces eso insume tiempo muy prolongado.
P. ¿Podría explicar qué quiere decir con mentir?
R. Mentir es pensar o hablar sobre cosas que uno no conoce; éste es el principio de la mentira. No significa mentira intencional: contar cuentos, como por ejemplo, que hay un oso en la otra habitación. Usted puede ir a la otra habitación y ver que en ella no hay ningún oso. Pero si reúne todas las teorías que la gente esgrime sobre un tópico dado, sin conocer nada de ello, verá dónde comienza la mentira. El hombre no se conoce, no conoce nada; empero, tiene teorías sobre todo. Estas teorías son mentira en su mayoría.
P. Quiero saber la verdad de lo que es bueno que yo conozca en mi actual estado. ¿Cómo puedo descubrir si es mentira?
R. Para casi todo, usted sabe que tiene métodos de verificación. Pero primero debe saber qué puede conocer y qué no. Eso ayuda a la verificación. Si usted empieza con eso, pronto escuchará mentiras, incluso sin pensar. Las mentiras tienen un sonido diferente, particularmente las mentiras sobre cosas que no podemos saber.
P. Con respecto a la imaginación: si usted piensa en lugar de imaginar, ¿debe ser consciente del esfuerzo todo el tiempo?
R. Sí, será consciente de eso; no tanto del esfuerzo como del control. Sentirá que controla las cosas, éstas no siguen por sí mismas.
P. Cuando usted dice «recuérdese», ¿con eso significa recordar después que se observó, o significa recordar las cosas que sabemos que están en nosotros?
R. No, separe por completo eso de la observación. Recordarse significa lo mismo que ser consciente de uno mismo: «yo soy». A veces sucede por sí mismo; es una sensación muy extraña. No es una función, no es pensar, no es sentir; es un diferente estado de consciencia. Por si, sucede solo durante momentos muy breves, por lo general en ambientes enteramente nuevos, y uno se dice: «¡Qué extraño! Yo estoy aquí». Esto es recordarse; en este momento usted se recuerda.
Después, cuando empieza a distinguir estos momentos, llega a otra interesante conclusión: comprende que lo que recuerda de la infancia son solo vislumbres del recuerdo de sí, porque todo lo que conoce de los momentos corrientes es que las cosas han sucedido. Usted sabe que estuvo allí, pero no recuerda nada con exactitud; pero si este destello sucede, entonces usted recuerda todo lo que rodeaba este momento.
P. Con la observación, ¿puede uno ser consciente de que no obtuvo ciertas cosas? ¿Uno ha de observar las cosas desde el punto de vista de que todo es posible?
R. No pienso que sea necesario usar esa palabra: «todo». Simplemente, observe, sin suposición alguna, y observe solo lo que usted puede ver. Durante largo tiempo usted solo tiene que observar y tratar de averiguar lo que pueda acerca de las funciones intelectuales, emocionales, instintivas y motoras. A partir de esto, usted puede llegar a la conclusión de que tiene cuatro mentes definidas: no solo una mente sino cuatro diferentes. Una mente controla las funciones intelectuales, otra mente muy diferente controla las funciones emocionales, una tercera controla las funciones instintivas, y una cuarta, asimismo muy diferente, controla las funciones motoras. Las llamamos centros: centro intelectual, centro emocional, centro motor y centro instintivo. Son enteramente independientes. Cada centro tiene su propia memoria, su propia imaginación y su propia voluntad.
P. En el caso de los deseos conflictivos, presumo que si se tuviese bastante conocimiento de uno mismo, ¿se podría ver en eso que no estaban en conflicto?
R. El conocimiento, por sí solo, no es suficiente. Uno puede conocer y los deseos pueden estar aún en conflicto, porque cada deseo representa una voluntad diferente. Lo que llamamos nuestra voluntad, en el sentido corriente, es solo la resultante de los deseos. La resultante a veces alcanza una línea definida de acción, y en otras ocasiones no puede alcanzar línea definida alguna, porque un deseo va por un camino y otro por otro, y no podemos decidir qué hacer. Éste es nuestro estado usual. Ciertamente, nuestro designio futuro debe ser llegar a la unidad en vez de ser muchos, como lo somos ahora, porque a fin de hacer algo correctamente, de conocer algo correctamente, de arribar a alguna parte, debemos llegar a ser uno solo. Éste es un blanco muy distante, y no podemos empezar a aproximarnos a él hasta que nos conozcamos, porque, en el estado en que ahora nos hallamos, nuestra ignorancia sobre nosotros mismos es tal que, cuando la vemos, empezamos a aterrorizarnos de no poder encontrar nuestro camino en parte alguna.
El ser humano es una máquina complicadísima y ha de ser estudiado como una máquina. Comprendemos que, a fin de controlar cualquier clase de máquina, como un automóvil o un motor ferroviario, primero debemos aprender. No podemos controlar instintivamente estas máquinas, pero por alguna razón pensamos que el instinto ordinario es suficiente para controlar la máquina humana, aunque es demasiado complicada. Ésta es una de las primeras presunciones equivocadas: no comprendemos lo que hemos de aprender: que el control es una cuestión de conocimiento y destreza.
Bien, díganme qué es lo que más les interesa de todo esto, y sobre qué quieren oír más.
P. Yo estaba interesado en la cuestión de la imaginación. Supongo que, en la aplicación corriente del vocablo, uno estaba empleando el significado equivocado.
R. En el significado corriente de la imaginación, el factor más importante se pierde, pero, en la terminología de este sistema empezamos con lo que es más importante. El factor más importante en cada función es: «¿Está bajo nuestro control o no?». De modo que, cuando la imaginación está bajo nuestro control, ni siquiera la llamamos imaginación; la llamamos con varios nombres: visualización, pensamiento creador, pensamiento inventivo; puede encontrar un nombre para cada caso especial. Pero cuando llega por sí misma y nos controla de manera que estamos en su poder, entonces la llamamos imaginación.
Además, hay otro aspecto de la imaginación que el entendimiento corriente no capta. Aquél consiste en que imaginamos cosas inexistentes, capacidades inexistentes, por ejemplo. Nos atribuimos poderes que no tenemos; imaginamos ser conscientes de nosotros aunque no lo somos. Tenemos poderes imaginarios y consciencia de sí imaginaria, e imaginamos ser uno solo, cuando en realidad somos muchos «yoes» diferentes. Hay muchas cosas de esa índole que imaginamos acerca de nosotros y los demás. Por ejemplo, imaginamos que podemos «hacer», que tenemos alternativa; no tenemos alternativa, no podemos «hacer», las cosas simplemente nos suceden.
De manera que realmente nos imaginamos. No somos lo que imaginamos ser.
P. ¿Hay alguna diferencia entre imaginación y quimera?
R. Si usted no puede controlar la quimera, eso significa que es parte de la imaginación; pero no todo de ésta. La imaginación tiene muchos aspectos diferentes. Imaginarnos estados inexistentes, posibilidades inexistentes, poderes inexistentes.
P. ¿Podría darme una definición de la imaginación negativa?
R. Imaginar toda clase de cosas desagradables, torturarse, imaginar todas las cosas que podrían sucederle a usted o a otras personas… cosas como ésas; asume diferentes formas. Algunas personas imaginan diferentes enfermedades, algunas imaginan accidentes, otras imaginan infortunios.
P. ¿El control de las emociones es un objetivo razonable?
R. El control de las emociones es una cosa dificilísima. Es una parte importantísima del estudio de sí, pero no podemos empezar con el control de las emociones, porque no entendemos bastante acerca de las emociones.
Me explicaré: lo que podemos hacer desde el principio mismo de la observación de la función emocional es tratar de detener una manifestación particular en nosotros mismos. Debemos tratar de detener la manifestación de las emociones desagradables. Para mucha gente, ésta es una de las cosas más difíciles, porque las emociones desagradables se expresan con tanta rapidez y facilidad que no es posible atraparlas. Empero, a no ser que usted lo intente, no podrá realmente observarse, de modo que desde el principio mismo, cuando observe las emociones, deberá tratar de detener la expresión de las emociones desagradables. Éste es el primer paso. En este sistema, a todas estas emociones desagradables, violentas o depresivas, las llamamos con el nombre de emociones negativas.
Como dije, el primer paso es tratar de no expresar estas emociones negativas; el segundo paso es el estudio de las emociones negativas mismas, haciendo listas de ellas, hallando sus conexiones (porque algunas de ellas son simples y algunas son compuestas) y tratando de entender que son absolutamente inútiles. Suena extraño, pero es importantísimo entender que todas las emociones negativas son absolutamente inútiles: no sirven a ningún propósito útil, no nos familiarizan con cosas nuevas ni nos aproximan a cosas nuevas, no nos dan energía; solo desperdician energía y crean ilusiones desagradables. Incluso, pueden destruir la salud física.
En tercer lugar, luego de cierta cantidad de estudio y observación, podemos llegar a la conclusión de que podemos librarnos de las emociones negativas, de que no son obligatorias. Aquí el sistema ayuda porque muestra que, de hecho, no hay un centro real de las emociones negativas, sino que éstas pertenecen a un centro artificial en nosotros, que creamos en la infancia, imitando a la gente con emociones negativas que nos rodea. La gente incluso enseña a los niños a expresar emociones negativas. Entonces, los niños aprenden aún más por imitación; imitan a los niños mayores, los niños mayores imitan a los adultos, y de ese modo, en edad muy temprana, se convierten en profesores de emociones negativas.
Es una gran liberación cuando empezamos a entender que no hay emociones negativas obligatorias. Nacimos sin ellas, pero por alguna razón desconocida nos enseñamos emociones negativas.
P. Para librarnos de las emociones negativas, ¿debemos poder detener su surgimiento?
R. Esto es equivocado, porque no podemos controlar las emociones. Mencioné la diferente velocidad de las distintas funciones. La más lenta es la función intelectual. Luego, vienen las funciones motora e instintiva que tienen una velocidad aproximadamente igual, que es enormemente más rápida que la intelectual. La función emocional debe ser más rápida aún, pero generalmente trabaja a la misma velocidad que la función instintiva. De manera que las funciones motora, instintiva y emocional son muchísimo más rápidas que el pensamiento, y es imposible atrapar las emociones mediante el pensamiento. Cuando nos hallamos en un estado emocional, aquéllas se suceden una a la otra con tanta rapidez que no tenemos tiempo para pensar. Pero podemos lograr una idea de la diferencia de velocidad comparando las funciones pensantes con las funciones motoras. Si, al efectuar algún movimiento rápido, usted trata de observarse, verá que no puede. El pensamiento no puede seguir al movimiento. Usted tiene que efectuar el movimiento mucho más lentamente o no puede observar. Éste es un hecho claro.
P. ¿Por movimientos, usted significa movimientos físicos?
R. Sí, cosas corrientes, como conducir un rodado o escribir; usted no puede observar nada de esa clase. Puede recordar, y luego eso crea la ilusión de observar. En realidad, usted no puede observar movimientos rápidos.
De manera que usted ve, como estamos ahora, que la lucha real con las emociones negativas es una cuestión del futuro: no un futuro muy distante, pero hay muchas cosas que primero necesitamos conocer, y métodos, que debemos estudiar. No hay una vía directa; debemos aprender los métodos indirectos sobre cómo atacarlas.
Primero que todo, tenemos que cambiar muchas de nuestras actitudes mentales, que están más o menos en nuestro poder; me refiero a actitudes intelectuales, o puntos de vista. Tenemos demasiados puntos de vista equivocados acerca de las emociones negativas; las encontramos necesarias, o bellas, o nobles; las glorificamos, etc. Debemos librarnos de todo eso. De modo que hemos de limpiar nuestra mente en relación con las emociones negativas. Cuando nuestra mente esté en lo correcto respecto de las emociones negativas, cuando hayamos cesado de glorificarlas, entonces, poco a poco, hallaremos un modo de luchar con ellas, cada una por separado. Una persona halla más fácil luchar con una particular emoción negativa, otra halla más fácil hacerlo con otra. Debe empezarse con la más fácil, y lo que es más fácil para mí puede ser lo más difícil para usted; de modo que deberá encontrar la más fácil para usted, y luego llegar a la más difícil.
P. ¿Eso explica por qué asocio ciertas emociones negativas mías con gente que recuerdo de mi infancia?
R. Es muy probable, porque muchas emociones negativas se aprenden por imitación. Pero algunas pueden estar esencialmente en nuestra naturaleza, porque nuestra naturaleza también tiene diferentes inclinaciones en un sentido u otro. Las emociones pueden dividirse en grupos, y una persona puede inclinarse más hacia un grupo y otra hacia otro. Por ejemplo, algunas personas tienen una inclinación hacia diferentes formas de miedo, otras hacia diferentes formas de ira. Pero son distintas y no provienen de la imitación.
P. ¿Son las más difíciles de combatir?
R. Sí, pero por lo general se basan en una especie de debilidad, porque en la base de las emociones negativas yace generalmente una suerte de autoindulgencia, uno se consiente. Y si uno no se consiente miedos, uno consiente ira, y si uno no consiente ira, uno consiente autoconmiseración. Las emociones negativas se basan siempre en un género de permiso.
Pero antes que lleguemos a cuestiones tan complicadas como la lucha con las emociones negativas, es muy importante observarnos en las manifestaciones pequeñas y cotidianas de la función motora y, asimismo, observar aquéllas que podamos de la función instintiva, esto es, nuestras sensaciones de agrado y desagrado, calor y frío: sensaciones de esa índole, que siempre pasan a través de nosotros.
P. Usted no ha mencionado la identificación, pero ¿puedo formularle una pregunta sobre ella?
R. Sí, por favor. Pero aquí no todos escucharon sobre eso, de modo que daré una pequeña explicación. Vea, cuando empezamos a observar particularmente las emociones, pero realmente todas las otras funciones también, encontramos que todas nuestras funciones están acompañadas de cierta actitud; nos absorbemos demasiado en las cosas, nos perdemos demasiado en las cosas, particularmente cuando aparece el más leve elemento emocional. Esto se llama identificación. Nos identificamos con las cosas. No es una palabra muy buena, pero en nuestro idioma no hay otra mejor. La idea de la identificación existe en los escritos indios, y los budistas hablan de apego y desapego. Estas palabras me parecen incluso menos satisfactorias porque, antes de encontrar este sistema, leí estas palabras y no las entendí, o más bien las entendí pero tomé la idea intelectualmente. Solo las entendí en plenitud cuando encontré la misma idea expresada en ruso y en griego por los primitivos autores cristianos. Éstos tienen cuatro palabras para los cuatro grados de identificación, pero esto no es necesario aún para nosotros. Tratamos de entender la idea no por definición sino por observación. Es cierta cualidad del apego: estar perdido en las cosas.
P. ¿Se pierde el sentido de observación?
R. Cuando usted se identifica, no puede observar.
P. ¿Usualmente, eso comienza con la emoción? ¿La posesividad entra en eso también?
R. Si. Muchas cosas. Primero empieza con el interés. Usted se interesa en algo, y en el momento siguiente usted está en eso, y no existe nada más.
P. Pero si usted piensa y es consciente del esfuerzo de pensar, ¿eso le salva de la identificación? Usted no puede hacer ambas cosas a la vez, ¿o puede?
R. Sí, le salva por un momento, pero en el momento siguiente llega otro pensamiento y le lleva lejos. De manera que no hay garantía. Usted debe estar vigilando todo el tiempo contra eso.
P. ¿Qué emociones negativas se tiende a glorificar?
R. Algunas personas están muy orgullosas de su irritabilidad o irritación, o de algo así. Gustan que se las juzgue muy recias. Prácticamente, no hay emoción negativa que no pueda disfrutarse, y eso es lo más difícil de comprender. Realmente, algunas personas obtienen todos sus placeres de las emociones negativas.
La identificación, en relación con las personas, asume una forma especial que se llama, en este sistema, considerar. Pero considerar puede ser de dos clases: cuando consideramos los sentimientos de otras personas, y cuando consideramos los propios. Principalmente, consideramos nuestros sentimientos. Consideramos mayormente en el sentido de que la gente de algún modo no nos valoriza bastante, o no piensa bastante en nosotros, o no es bastante cuidadosa con nosotros. Para eso encontramos muchas palabras. Ésta es una importantísima faceta de la identificación y es muy difícil librarse de ella; algunas personas están plenamente en su poder. En cualquier caso, es importante observar la consideración.
Para mí personalmente, al comienzo, la idea más interesante era la del recuerdo de sí. Simplemente, no podía entender cómo la gente podía pasar por alto tal cosa. Toda la filosofía y toda la psicología europeas fallaron precisamente en este punto. Hay vestigios en enseñanzas más antiguas, pero están tan bien disfrazadas y ubicadas entre cosas menos importantes que ustedes no pueden ver la importancia de la idea.
Cuando tratamos de tener presentes todas estas cosas y observarnos, llegamos a la clarísima conclusión de que en el estado de consciencia en que nos hallamos, con toda esta identificación, consideración, emociones negativas y ausencia de recuerdo de sí, estamos realmente dormidos. Solo imaginamos que estamos despiertos. De modo que cuando tratamos de recordarnos, eso significa solamente una cosa: tratamos de despertar. Y despertamos por un segundo, pero luego nos dormimos otra vez. Éste es nuestro estado del ser, de modo que estamos realmente dormidos. Solo podemos despertar si corregimos muchas cosas en la máquina y si trabajamos muy persistentemente sobre esta idea de despertar, y durante largo tiempo.
P. ¿El dolor físico fuerte deforma nuestras ideas mentales?
R. Ciertamente. He ahí porqué no podemos hablar de eso. Cuando hablamos del hombre, hablamos del hombre en su estado normal. Entonces podemos hablar de obtener estas nuevas funciones, la consciencia, etc. No pueden tomarse casos excepcionales porque deforman todo el cuadro.
En conexión con eso hay muchas cosas interesantes. Este grupo que encontré en Moscú usaba metáforas y parábolas orientales, y una de las cosas de la que gustaban hablar era de la prisión: que el hombre está en prisión; por tanto, ¿qué puede desear, qué puede anhelar? Si es un hombre más o menos sensible, puede desear una sola cosa: escapar. Pero incluso antes que pueda formular este deseo, que quiere escapar, debe tomar consciencia de que está en prisión. Si no comprende que está en prisión, no puede desear escapar. Entonces, cuando formula este deseo, empieza a comprender las posibilidades de fuga, y entiende que, por sí mismo, no puede escapar, porque es necesario cavar debajo de los muros, y cosas por el estilo. Comprende que, en primerísimo lugar, debe contar con algunas personas que deseen escapar con él: un pequeño grupo de personas. De modo que comprende que tal vez pueda escapar cierta cantidad de personas. Pero no todas pueden escapar. Una no puede, y todas no pueden, pero un número pequeño de personas puede. Además, ¿en qué condiciones? Aquél llega a la conclusión de que es necesario tener ayuda. Sin ésta, no pueden escapar. Deben tener mapas, limas, herramientas, etc., por lo que deben contar con ayuda exterior.
Ésta es exactamente, casi literalmente, la posición del hombre. Podemos aprender cómo emplear las partes de nuestra máquina, que no usamos. Esta prisión significa realmente que estamos sentados en la cocina y el sótano de nuestra casa y no podemos salir. Uno puede salir, pero no por sí mismo. Sin escuela, uno no puede. Escuela significa que hay personas que ya están escapando o, en cualquier caso, están preparándose para escapar. La escuela no puede empezar sin ayuda de otra escuela, sin ayuda de los que escaparon antes. De ellos podemos obtener ciertas ideas, cierto plan, cierto conocimiento: éstas son nuestras herramientas. Repito: todos no pueden escapar. Hay muchas leyes contra ello. Para plantearlo con sencillez: sería demasiado perceptible, y eso produciría de inmediato una reacción de las fuerzas mecánicas.
P. ¿El deseo de escapar es instintivo?
R. No. Solo es instintivo el trabajo interior del organismo. Debe ser intelectual y emocional, porque la función instintiva pertenece realmente a las funciones inferiores, las físicas. Aún, en algunas condiciones, puede haber un deseo físico de escapar. Suponga que hace demasiado calor en la habitación y sabemos que afuera hace frío; ciertamente podemos desear escapar. Pero comprender que estamos en prisión y que es posible escapar requiere razón y sentimiento.
P. Parece difícil, sin mayor observación de sí, saber cuál es su objetivo al escapar.
R. Sí, ciertamente. La prisión es solo un ejemplo. Para nosotros, la prisión es nuestro sueño y, sin metáforas, queremos despertar cuando comprendemos que estamos dormidos. Esto debe comprenderse emocionalmente. Debemos entender que en el sueño somos inútiles; algo puede suceder. Podemos ver imágenes de la vida, ver por qué las cosas ocurren en un sentido u otro —cosas grandes y pequeñas— y comprender que ello ocurre porque las personas están dormidas. Naturalmente, durante el sueño nada pueden hacer.
Usted sabe que, en relación con estas ideas y estos métodos, vivimos en un tiempo más bien extraño en un sentido, porque las escuelas están desapareciendo rápidamente. Hace treinta o cuarenta años, era posible hallar muchas clases de escuelas que ahora prácticamente no existen o son mucho más difíciles de hallar.
P. ¿Están desapareciendo en Oriente igual que en Occidente?
R. Me refiero a Oriente, por supuesto. En Occidente, cesaron de existir hace ya mucho tiempo.
Pero pienso que mejor tendríamos que hablar de las escuelas por separado, Es un tema interesantísimo, porque no sabemos cómo efectuar las divisiones correctas. Hay diferentes clases de escuelas.
P. Cuando por primera vez se trata de observar, ¿es mejor escoger un montón de ocupaciones breves que enfrascarse en prolongadas ocupaciones? ¿Eso constituye una diferencia?
R. No. Usted debe tratar de observarse en diferentes condiciones, no solamente en las mismas condiciones.
P. ¿Entonces, es bueno analizar después?
R. No. Hablando en general, al comienzo y durante largo tiempo, no debe haber análisis. A fin de analizar, usted debe conocer las leyes; porqué las cosas sucedieron de ese modo y no pudieron suceder de otro. De manera que antes que conozca las leyes, es mejor que no trate de analizar. Limítese a observar las cosas como son y trate de clasificarlas más o menos en funciones intelectuales, emocionales, instintivas y motoras. Cada una de estas funciones tiene su propio centro o mente, a través del cual se manifiesta.
En conexión con las funciones y estados de consciencia y desde el punto de vista de su evolución posible, el hombre se divide en siete categorías. Las personas nacen solo en una de las tres primeras. La persona en quien predomina la función instintiva o motora, y en quien están menos desarrolladas las funciones intelectuales y emocionales, se llama hombre N.º 1; pero si la función emocional predomina sobre las otras funciones, se llama hombre N.º 2; y si predomina la función intelectual, es el hombre N.º 3. Más allá de estas tres clases de hombres, pero no nacido como tal, está el hombre N.º 4. Esto significa el comienzo del cambio, principalmente en la consciencia, pero también en el conocimiento y la capacidad de observación. Luego sigue el hombre N.º 5, que ya ha desarrollado en sí mismo el tercer estado de consciencia, esto es, la consciencia de sí, y en quien trabaja la función emocional superior. Después viene el hombre N.º 6 y, finalmente, el hombre N.º 7, que tiene plena consciencia objetiva, y en quien trabaja la función intelectual superior.
P. ¿Cómo puede reconocerse un hombre superior a nosotros cuando no sabemos qué buscar?
R. Cuando sepamos mejor qué nos falta, cuáles son las cosas que nos atribuimos pero no poseemos, empezaremos a ver algo acerca de eso, aunque concretamente podamos distinguir personas de un nivel superior solo por su conocimiento. Si ellas saben algo que no sabemos, y si nos damos cuenta de que nadie más lo sabe, y que no podría aprenderse de ninguna manera corriente, eso puede servir de guía.
Traten de pensar un poco acerca de las características de estas siete categorías del hombre. Por ejemplo, ¿cuáles podrían ser las características generales del hombre N.º 1, del N.º 2 y del N.º 3? Primero que todo, el sueño. El hombre N.º 1, N.º 2 y N.º 3, antes de empezar a estudiarse en conexión con algún sistema que le dé la posibilidad del estudio de sí, pasa toda su vida en el sueño. Ésta es la primera característica del hombre N.º 1, N.º 2 y N.º 3. La segunda característica es el hecho que, aunque tienen muchos «yoes» distintos, algunos de estos ni siquiera se conocen entre sí. El hombre puede tener actitudes, convicciones y criterios enteramente claros y, por el otro lado, convicciones, criterios, gustos y rechazos enteramente diferentes, y uno de ellos no conocer al otro. Ésta es una de las principales características del hombre N.º 1, N.º 2 y N.º 3. Los hombres están muy divididos, y no lo saben ni lo pueden saber, porque cada uno de estos «yoes» conoce solo ciertos «yoes» que encuentra por asociación; otros «yoes» permanecen totalmente desconocidos. Los «yoes» se dividen según las funciones; son «yoes» intelectuales, emocionales, instintivos y motores. En torno de sí, conocen algo, pero más allá no conocen nada, de modo que hasta que el hombre empiece a estudiarse con el conocimiento de esta división, jamás podrá llegar a entender correctamente sus funciones o reacciones.
Este sueño del hombre, y esta ausencia de unidad en él, crean otra característica importantísima, y ésta es: la completa mecanicidad del hombre. El hombre en este estado, el N.º 1, N.º 2 y N.º 3, es una máquina controlada por influencias externas; no tiene posibilidad de resistir estas influencias externas, ni posibilidad de distinguir una de otra, ni posibilidad de estudiarse aparte de estas cosas. Se ve siempre en movimiento, y tiene la vieja y fortísima ilusión de que está en libertad de ir donde quiera, que puede desplazarse según su deseo, e ir a la derecha o a la izquierda. No puede hacer esto; si se desplaza a la derecha, eso significa que no podría moverse hacia la izquierda. La «voluntad» es una idea enteramente equivocada; no existe. La voluntad solo puede existir en el hombre que tiene un «yo» controlador, pero mientras aquél tenga muchos «yoes» diferentes que no se conozcan uno al otro, tiene otras tantas voluntades diferentes; cada «yo» tiene su propia voluntad, no puede haber otro «yo» ni otra voluntad. Pero el hombre puede llegar a un estado en el que adquiera un «yo» controlador y en el que adquiera la voluntad. Puede alcanzar este estado solamente desarrollando la consciencia. Éstos son los rudimentos de los principios de este sistema.
Ahora solo quiero decir una cosa más. Empezamos con la psicología el estudio de uno mismo, de la máquina humana, de los estados de consciencia, de los métodos de corrección de las cosas, etc.; pero al mismo tiempo, una parte importante del sistema está consagrada a las doctrinas de las leyes generales del mundo; porque no podemos siquiera entendernos si no sabemos algo de las leyes fundamentales que están detrás de las cosas. El conocimiento científico corriente no es suficiente para esto, porque, así como cuestiones tan importantes como la ausencia del recuerdo de sí fueron pasadas por alto en psicología, de igual modo nuestra ciencia olvidó o nunca supo las leyes fundamentales sobre las que se basa todo.
Como dije, todas las cosas en el mundo, grandes o pequeñas, en toda escala, se basan en dos leyes fundamentales, que en este sistema se llaman la Ley de los Tres y la Ley de los Siete.
La Ley de los Tres, en una breve descripción, significa que tres fuerzas entran en toda manifestación, en todo fenómeno y en todo acontecimiento. Se llaman (pero éstas son solo palabras, porque no expresan sus cualidades) positiva, negativa y neutralizante, o activa, pasiva y neutralizante, o aún más simplemente, pueden llamarse primera fuerza, segunda fuerza y tercera fuerza. Estas tres fuerzas entran en todo. En muchos casos, entendemos la necesidad de dos fuerzas: que una fuerza no puede crear una acción, que hay acción y resistencia. Pero, por lo general, no estamos conscientes de la tercera fuerza. Ésta se conecta con el estado de nuestro ser, el estado de nuestra consciencia. En otro estado seríamos conscientes de ella en muchos casos en los que ahora no la vemos. A veces, podemos encontrar ejemplos de la tercera fuerza en el estudio científico corriente; por ejemplo, en la química y la biología podemos hallar la necesidad de una tercera fuerza en la creación de los acontecimientos y fenómenos.
Empezamos con el estudio de la psicología. Después hablaremos más acerca de las tres fuerzas y podremos hallar algunos ejemplos de su interacción. Pero es mejor estar preparado y acostumbrarse ahora a la idea de la necesidad del estudio de estas tres fuerzas.
La Ley de los Siete debe también describirse brevemente. Significa que ningún proceso marcha en el mundo sin interrupciones. Para ilustrar esta idea tomemos cierto período de actividad en el que aumentan las vibraciones; supongamos que empiezan a 1000 vibraciones por segundo y aumentan a 2000 vibraciones por segundo. Este periodo se llama una octava, porque esta ley se aplicaba a la música y el período se dividía en siete notas y una repetición de la primera nota. La octava, particularmente la octava mayor, es realmente un cuadro o una fórmula de una ley cósmica, porque, en los órdenes cósmicos, dentro de una octava hay dos momentos en los que las vibraciones bajan por sí mismas. Las vibraciones no se desarrollan regularmente. En la octava mayor, esto se demuestra mediante los semitonos faltantes; he ahí porqué nos dijeron que es un cuadro de una ley cósmica; pero esta ley nada tiene que ver con la música.
La razón de porqué es necesario entender la Ley de los Siete es que ésta juega un papel importantísimo en todos los acontecimientos. Si no existiese la Ley de los Siete, en el mundo todo marcharía hacia su conclusión final, pero debido a esta ley, todo se desvía. Por ejemplo, si empezase a llover, seguiría sin parar; si empezasen las inundaciones, lo cubrirían todo; si empezase un terremoto, proseguiría indefinidamente. Pero se detienen debido a la Ley de los Siete, porque, ante cada semitono que falta, las cosas se desvían, no marchan por líneas rectas. La Ley de los Siete explica también porqué no hay líneas rectas en la naturaleza. En nuestra vida y en nuestra máquina todo se basa también en esta ley. De modo que la estudiaremos en el trabajo de nuestro organismo; porque hemos de estudiarnos no solo psicológicamente, no solo en conexión con nuestra vida mental, sino también en conexión con nuestra vida física. En nuestros procesos físicos encontramos muchos ejemplos del accionar de esta ley.
Al mismo tiempo, la Ley de los Siete explica que, si se conoce cómo y en qué momento hacerlo, puede darse una percusión adicional a una octava y mantenerse la línea recta. En la actividad humana, podemos observar cómo las personas empiezan a hacer una cosa y, luego de un tiempo, hacen una cosa enteramente diferente, llamándola aún por el primer nombre, sin advertir que las cosas cambiaron por completo. Pero en el trabajo personal, particularmente en el trabajo conectado con este sistema, debemos aprender cómo mantener estas octavas sin desviarse, cómo mantener una línea recta. De otro modo, no encontraremos nada.
Hemos de retomar a la psicología hasta cuando estudiemos otros aspectos del sistema, porque solo con la ayuda del estudio psicológico incrementaremos realmente nuestro conocimiento; sin ella, solo estaremos aprendiendo palabras. Solo cuando sepamos cómo estudiarnos psicológicamente, en relación con el accionar de nuestras mentes, de nuestra cognición, etc., podremos empezar a aprender algo.
Trataré de dar algunos ejemplos de cómo debe empezar el estudio de sí. Ya hemos hablado de la mentira y di una definición posible de la psicología como «el estudio de la mentira». De modo que una de las cosas primeras y más importantes que han de observar es la mentira. Muy afines a la mentira son nuestras ilusiones, las cosas con que nos engañamos, las ideas equivocadas, las convicciones equivocadas, los criterios equivocados, etc. Todos estos deben ser estudiados porque, hasta que empecemos a entender nuestras ilusiones, jamás podremos ver la verdad. En todo, primero debemos separar nuestras ilusiones de los hechos. Solo entonces será posible ver si podemos aprender realmente algo nuevo.
Una de las ilusiones más importantes y más difíciles de vencer es nuestra convicción de que podemos «hacer». Traten de entender lo que eso significa. Pensamos que elaboramos un plan, decidimos, iniciamos y logramos lo que queremos, pero el sistema explica que el hombre N.º 1, N.º 2 y N.º 3 no puede «hacer», no puede hacer nada, simplemente le ocurre todo. Eso puede sonar extraño, particularmente ahora en que todos piensan que pueden hacer algo. Pero, poco a poco, entenderán que muchas cosas, que acostumbramos decir en general sobre el hombre, solo podrían ser ciertas sobre hombres de un nivel superior, y no se aplican a los hombres de nuestro nivel bajo. Si se dice que ese hombre puede «hacer», eso estaría en lo cierto con respecto al hombre N.º 7 y N.º 6. Incluso el hombre N.º 5 puede hacer algo en comparación con nosotros, pero nosotros no podemos hacer nada. También podrían decir que piensan que el hombre tiene consciencia. Eso estaría correcto en relación con el hombre N.º 5, N.º 6 o N.º 7, empezando con el N.º 5, y si dijeran que el hombre tiene consciencia, eso sería cierto en relación con el hombre N.º 4, pero no en relación con el hombre N.º 1, N.º 2 y N.º 3. Debemos aprender a distinguir a qué categoría de hombre se refieren las cosas, porque algunas cosas están bien en relación con una categoría, pero equivocadas en relación con otras.
Es importantísimo entender que el hombre no puede «hacer», porque ésta es la base de nuestra visión de nosotros mismos, y aunque estemos contrariados con nosotros mismos, pensamos que las demás personas pueden «hacer». No podemos aceptar completa y plenamente que las cosas suceden mecánicamente y que nadie les da un empujón. Al principio, es difícil ver esto en gran escala, pero lo verá muy pronto en usted. Al estudiarse, si trata de hacer ciertas cosas que generalmente no hace, por ejemplo, si trata de recordarse, si trata de estar consciente de usted mismo, entonces, muy pronto, verá si puede «hacer» algo o no. Y en la mayoría de los casos, hallará que no puede hacerlo.
P. Si no podemos hacer algo con nosotros mismos como el hombre N.º 1, N.º 2 o N.º 3, ¿deberemos recurrir a algún medio externo si queremos estar conscientes?
R. No hay medios externos a los que podamos recurrir, porque somos mecánicos. No podemos hacer nada, pero hay diferencias en el hacer y la observación de sí las mostrará; por ejemplo, podemos mostrar alguna resistencia. Podemos tener algún deseo, alguna tendencia, pero podemos mostrar resistencia a ello y podemos seguir resistiendo todos los días. En cosas muy pequeñas tenemos alternativa, de modo que aunque no podamos «hacer» entre comillas, hay muchas cosas pequeñas que ahora podemos hacer. Por ejemplo, podemos tratar de estar conscientes de nosotros mismos. Ciertamente, no podemos hacerlo durante largo tiempo. ¿Pero lo intentamos o no? Ésta es la cuestión. Al observar estas diferentes acciones nuestras, vemos que, como principio general, aunque el hombre N.º 1, N.º 2 y N.º 3 no puede «hacer» nada, si se interesa por algo, si empieza a querer algo más que cosas corrientes, entonces no está siempre en el mismo nivel y puede escoger momentos en los que puede empezar a hacer en un sentido muy elemental.
Otro importantísimo problema que debemos considerar es la idea del bien y del mal en este sistema, porque, por lo general, los criterios de las personas son muy confusos en este tema y es necesario que usted mismo establezca cómo entenderlo. Desde el punto de vista del sistema, hay solo dos cosas que pueden compararse o verse en el hombre: la manifestación de las leyes mecánicas y la manifestación de la consciencia. Si quiere encontrar ejemplos de lo que puede llamar bien o mal, para llegar a alguna norma, verá de inmediato que lo que llamamos mal es siempre mecánico, nunca puede ser consciente; y lo que llamamos bien es siempre consciente, no puede ser mecánico. Insumirá largo tiempo ver la razón de eso, porque estas ideas de lo mecánico y lo consciente están mezcladas en nuestra mente. Nunca las describimos en el sentido correcto, de modo que éste es el siguiente punto que debemos considerar y estudiar.
Además, en conexión con la cuestión del bien y del mal, debemos tratar de entender las relativas posiciones de la moralidad y la conciencia. ¿Qué es moralidad y qué es conciencia? En primer lugar, podemos decir que la moralidad no es constante. Es diferente en diferentes países, en diferentes siglos, en diferentes décadas, en diferentes clases, con gente de educación diferente, etc. Lo que puede ser moral en el Cáucaso puede ser inmoral en Europa. Por ejemplo, en algunos países la venganza de sangre es una cosa muy moral; si un hombre rehúsa matar a alguien que mató a un tío lejano, sería considerado muy inmoral. Pero en Europa nadie pensaría eso; de hecho, la gente, en su mayoría, juzgaría muy inmoral al hombre que matase a alguien, incluso al pariente de alguien que mató a su tío. De manera que la moralidad es siempre diferente, y cambia siempre. Pero la conciencia nunca cambia. La conciencia es un género de comprensión emocional de la verdad en ciertas relaciones definidas, por lo general en relación con la conducta, con las personas, etc. Esto es siempre lo mismo; no puede cambiar ni diferir en una nación u otra, en un país u otro, en una persona u otra.
Trate de conectar en su mente lo que dije sobre el estudio del bien y del mal, de la mecanicidad y la consciencia, de la moralidad y la conciencia, y luego planteen la pregunta: «¿El mal consciente es posible?». Eso requerirá estudio y observación, pero, desde el punto de vista del sistema, hay un claro principio de que el mal consciente es imposible; la mecanicidad debe ser inconsciente.
P. La idea de que el mal es siempre inconsciente resulta más bien difícil de entender. ¿Puede explicarla un poco más?
R. Dije que, en primer lugar, trate de descubrir por sí mismo lo que llama mal, no mediante definición sino mediante ejemplos. Cuando tenga cierta cantidad de ejemplos, pregúntese: ¿podrían ser conscientes? ¿Las cosas malas podrían hacerse conscientemente? Después verá que solo podrían hacerse inconscientemente. Otra respuesta es que todo lo que llama mal puede suceder mecánicamente, y sucede siempre mecánicamente, de modo que no tiene necesidad de la consciencia.
Dije que debemos estudiar las ideas de este sistema principalmente en conexión con la evolución del hombre, y expliqué que, por evolución, debemos entender un proceso consciente y esfuerzos conscientes, continuos y conectados. No hay evolución mecánica como a veces se entiende. La evolución, si es posible, solo puede ser consciente, y el principio de la evolución es siempre la evolución de la consciencia, no puede ser la evolución de nada más. Si la consciencia empieza a evolucionar, otras cosas empiezan a crecer y evolucionar. Si la consciencia permanece en el mismo nivel, todo lo demás permanece en el mismo nivel.
Hay varias cosas que es importante entender desde el principio mismo en relación con la evolución. Primero, que de la grandísima cantidad de hombres N.º 1, N.º 2 y N.º 3, solo poquísimos pueden convertirse en N.º 4, N.º 5, N.º 6 y N.º 7, o siquiera empezar. Eso debe entenderse muy bien, porque si empezamos a pensar que todos pueden evolucionar, cesamos de entender las condiciones necesarias para el inicio de la evolución, como se las describí en el ejemplo de la prisión.
P. ¿Todas las razas humanas tienen la misma posibilidad de desarrollo?
R. Ésa es una pregunta interesante. Me planteé esta pregunta cuando por primera vez afronté este trabajo, y me dijeron que había sido discutida en escuelas importantísimas en un período importantísimo, y que luego de efectuar todos los experimentos posibles a este respecto, llegaron a la conclusión de que, desde el punto de vista del desarrollo posible, no hay diferencia entre las razas blanca, amarilla, negra, cobriza y roja. En la actualidad, las razas blanca y amarilla predominan, mientras que en el pasado hacían lo propio una de las otras. Por ejemplo, la Esfinge nos recuerda a un negro, no a un europeo.
P. En conexión con lo que dijo sobre el bien y el mal, ¿un seguidor de este sistema puede tomar parte en la guerra?
R. Ésa es una cuestión suya propia. No hay prohibiciones ni condiciones externas.
P. ¿Pero podría conciliar las dos cosas?
R. Nuevamente, es su asunto personal. Este sistema particular deja muy libre al hombre. Este quiere crear la consciencia y la voluntad. Ni la consciencia ni la voluntad pueden crearse siguiendo ciertas restricciones externas. Uno debe ser libre. Usted debe entender que las cosas externas son las que menos importan. Las cosas internas son importantes, la guerra interna.
P. Hay muchas cosas, que me parecen malas, que soy capaz de cometer.
R. Usted no puede tomarse como ejemplo porque solo podría tomar ejemplos del mal que ya cometió. De modo que es mejor tomar la idea en general. Encuentre todos los ejemplos posibles (no me refiero a accidentes o errores, porque muchos delitos son accidentales), pero tome todo lo que podemos definir como mal intencional, y verá que éste no necesita consciencia; una sola acción mecánica, y todo sigue.
P. Eso crea la ilusión de la alternativa.
R. Ésa es la máxima ilusión: la ilusión de «hacer» y la ilusión de la alternativa. Estas cosas pertenecen a un nivel superior. Empezando en el N.º 4, uno ya comienza a tener alternativa pero los hombres N.º 1, N.º 2 y N.º 3 tienen poquísima alternativa.
P. ¿Usted no diría que el estudio de la magia negra fuera mal consciente?
R. ¿Conoce a alguien que la estudiara, con excepción de las personas que leen libros con láminas terroríficas y que se engañan?
P. Si usted se impone deliberadamente el trabajo de engañar a otra persona, ¿no se trata de mal deliberado?
R. Es muy probable que usted no pudiera hacer nada en su auxilio; existiría tal presión de las circunstancias o algo así, que usted no podría obrar de otro modo.
Todos éstos son problemas difíciles y lleva largo tiempo acostumbrarse, porque estamos acostumbrados a pensar en el sentido equivocado. Por ejemplo, cuando miramos los acontecimientos históricos, tomamos como conscientes precisamente aquellas cosas que no pueden ser conscientes, y las cosas que pueden ser conscientes las tomamos como mecánicas, como una especie de proceso.
Ahora bien, si volvemos a esta idea de que solo poquísimos pueden desarrollar y hallar en sí mismos las posibilidades ocultas, surge naturalmente la pregunta: ¿Qué determina la diferencia? ¿Por qué algunas personas tienen una oportunidad y algunas personas no la tienen? Es absolutamente cierto que algunas personas no tienen oportunidad desde el principio mismo. Nacen en circunstancias tales que no pueden aprender nada, o son defectuosas en algún sentido; de modo que excluimos a las defectuosas porque no hay nada que decir sobre ellas. Nos interesan las que están en circunstancias normales, y que ellas mismas deben ser normales, con posibilidades corrientes de aprender, entender, etc. Ahora bien, de estas personas solo poquísimas serán capaces de dar siquiera el primer paso en el sentido del desarrollo. ¿Cómo y por qué esto es así?
Todas las personas, en las condiciones corrientes de la vida, viven bajo dos clases de influencias. Primero, están las influencias creadas en la vida, el deseo de riqueza, de fama, etc., a las que llamamos influencias A. Segundo, hay otras influencias que provienen de la vida externa, que trabajan en las mismas condiciones, aunque son diferentes, y a estas influencias las llamamos B. Alcanzan al hombre en forma de religión, literatura o filosofía. Estas influencias, de segunda clase, son conscientes en su origen. Las influencias A son mecánicas desde el principio. El hombre puede encontrarse con estas influencias B o pasar por ellas sin advertirlas, o puede oírlas y pensar que las entiende, usar las palabras y, al mismo tiempo, no comprenderlas realmente para nada. Estas dos influencias determinan realmente el ulterior desarrollo del hombre. Si el hombre acumula influencias B, los resultados de estas influencias cristalizan en él (uso la palabra cristalizar en el sentido corriente) y forman en él cierta clase de centro de atracción que llamamos centro magnético.
La masa compacta de la memoria de estas influencias le atrae en cierta dirección, o le hace girar en cierta dirección. Cuando el centro magnético se forma en el hombre, le será más fácil atraer para sí más influencias B, no distrayéndose con las influencias A. Entre las personas corrientes, las influencias A pueden insumirles una buena parte de su tiempo, de modo que nada quede para las demás influencias, y difícilmente son afectadas para nada por las influencias B. Pero si el centro magnético del hombre crece, entonces, luego de algún tiempo, aquél se encuentra con otro hombre, o con un grupo de personas, de quienes puede aprender algo diferente, algo que no está incluido en las influencias B, y que llamamos influencia C. Esta influencia es consciente en origen y acción, y solo puede ser transmitida mediante instrucción directa. Las influencias B pueden llegar a través de libros y obras de arte, y cosas por el estilo, pero la influencia C solo puede llegar mediante contacto directo. Si un hombre, en quien creció el centro magnético, se encuentra con un hombre o un grupo a través del cual entra en contacto con la influencia C, eso significa que ha dado el primer paso. Entonces hay para él una posibilidad de desarrollo.
P. ¿Qué significa el primer paso?
R. Eso está conectado con la idea de un «sendero» o «camino». Lo que es importante comprender es que el camino no comienza en el nivel corriente de la vida; empieza en un nivel superior. El primer paso es el momento en que uno se encuentra con la influencia C. Desde este momento comienza una escalera con una cantidad de escalones que han de ascenderse antes de alcanzar el camino. El camino no empieza en el fondo, sino solo después de haber ascendido el último escalón.
P. ¿A qué llama hombre normal?
R. Puede parecer paradójico, pero no tenemos otra definición: significa un hombre que puede desarrollarse.
P. ¿Hay alguna relación entre influencias B e influencias A? Cuando las influencias B entran en el hombre, ¿afectan a las influencias A y las transforman?
R. Pueden afectarlas, pero, al mismo tiempo, una excluye necesariamente a la otra. El hombre vive en la Tierra bajo estas dos influencias diferentes; puede escoger solamente una, o puede tener ambas. Cuando usted habla de influencias A y B, empieza a hablar sobre hechos. Si usted reemplaza esta expresión por uno u otro hecho definido, verá en qué relación están. Es facilísimo.
A esta altura, surge naturalmente la pregunta: ¿Por qué le es tan difícil al hombre empezar a cambiarse, a llegar a una posibilidad de crecimiento? Porque, como verá, debe recordar que el hombre es creado de una manera muy interesante por la naturaleza. Es desarrollado hasta cierto punto; después de este punto, debe desarrollarse. La naturaleza no desarrolla al hombre más allá de cierto punto. Después aprenderemos con todos los detalles hasta qué punto el hombre es desarrollado y cómo debe empezar su ulterior desarrollo, y veremos porqué, desde este punto de vista, jamás podría desarrollarse, y porqué no puede ser desarrollado por la naturaleza. Pero antes que eso, debemos entender ciertas condiciones generales.
Al hombre le es difícil, incluso, empezar cualquier clase de trabajo sobre sí, porque vive en un sitio muy malo del universo. Al principio, eso debe sonar como una idea extrañísima. No comprendemos que en el universo hay sitios mejores y peores, y ciertamente no comprendemos que nos toca estar en el casi peor sitio. No logramos comprenderlo porque, desde un punto de vista, nuestro conocimiento del universo es demasiado complicado. Desde otro punto de vista, no toma en cuenta los hechos reales.
Si observamos el sitio más próximo a nosotros en el universo, comprendemos que vivimos en la Tierra, y que la Luna está bajo la influencia de la Tierra. Al mismo tiempo, vemos que la Tierra es uno de los planetas del sistema solar, que hay planetas mayores, probablemente más poderosos que la Tierra, y que todos estos planetas, tomados juntos, deben afectar y controlar de algún modo a la Tierra. Siguiendo en escala, viene el Sol, y comprendemos que el Sol controla todos los planetas y la Tierra al mismo tiempo. Si usted piensa desde este punto de vista, tendrá ya una idea diferente del sistema solar, aunque en estas cosas no hay nada nuevo: es solo una cuestión de cómo relacionar una cosa con otra.
La Tierra es uno de los planetas del sistema solar, y el Sol es una de las estrellas de la Vía Láctea. Más allá de eso, podemos tomar todos los mundos posibles. Esto es todo lo que conocemos desde el punto de vista corriente. Como un término puramente filosófico, podemos añadir a eso una condición o relación de las cosas que llamamos el Absoluto, un estado en el que todo es uno. Ahora podemos expresar esta relación de la Luna con la Tierra, de la Tierra con los planetas, etc., de un modo ligeramente diferente.
Mirando desde arriba hacia abajo, podemos empezar a entender la vasta diferencia en escala si comparamos Todos los Soles con nuestro Sol, o la Tierra con Todos los Planetas. Podemos entender que están en cierta definida relación de escala uno con otro. La más pequeña es la Luna, y más allá de la Luna no conocemos nada. La totalidad de esto se llama el Rayo de la Creación. Hay otros rayos, porque este rayo no incluye a todo el universo, pero puesto que vivimos en la Tierra y aquél atraviesa la Tierra, pertenecemos a este Rayo de la Creación. Por este diagrama resulta claro lo que significa estar en un mal sitio del universo. El peor sitio es la Luna, pero la Tierra es casi tan malo. Es como vivir cerca del Polo Norte, lo cual explica por qué tantas cosas son difíciles en la Tierra. Sobre eso no podemos cambiar ni hacer nada, podemos adaptarnos, y de esa manera podemos eludir muchas cosas que de otro modo no podríamos eludir. Pero no debemos permitir que nuestra imaginación se escape y nos diga que podemos huir por completo.
Solo deseo agregar una cosa. Por razones que son difíciles de explicar por ahora, en el Rayo de la Creación todos estos mundos están conectados entre sí; las influencias pasan de lo superior a lo inferior, pero entre los Planetas y la Tierra hay una grieta. A fin de unir esta grieta de modo que las influencias de Todos tos Planetas puedan llegar a la Tierra, fue inventado cierto instrumento. Es una especie de película sensible que rodea a la Tierra, es decir, la Vida Orgánica sobre la Tierra. De modo que las plantas, los animales y los hombres sirven a una finalidad definida; sirven para la comunicación entre la Tierra y los planetas. Con la ayuda de la vida orgánica que puede recibirlas y retenerlas, las influencias planetarias penetran en la Tierra. Éste es el significado y la razón de la vida orgánica sobre la Tierra.
P. Usted presume la vida orgánica solo en la Tierra. ¿Presume que en los otros planetas no hay nada?
R. No, de ninguna manera, pero nos interesa la vida orgánica sobre la Tierra, porque estamos en la Tierra, y somos parte de la vida orgánica sobre la Tierra, de modo que solo hablamos de la Tierra. Todos los otros planetas los tomamos juntos como una masa, pero sobre la Tierra hablamos de manera diferente. Éste es el principio de la escala. Cuanto más próximo a usted está algo, más cercano está su estudio a la escala plena. Si usted estudia esta habitación, necesita saber cuántas personas vienen y cuántas sillas se precisan; usted estudia pormenorizadamente, pero si toma la casa solamente, no necesita conocer tales pormenores. Y si toma la calle, es asimismo diferente. En el mismo sentido, estudiamos el Rayo de la Creación sobre diferentes escalas. Hablamos de la vida orgánica sobre la Tierra, pero no hablamos de la vida orgánica sobre cualquier otro planeta; no tenemos modo de estudiar eso, excepto sobre la Tierra.
Le daré unos pocos pormenores más sobre el Rayo de la Creación que le explicarán lo que signifiqué cuando dije que la Tierra es un mal sitio en el universo. Recordará que antes dije que teníamos que llegar al estudio de las leyes fundamentales del universo, y dije que las dos leyes que debíamos estudiar serían la Ley de los Tres y la Ley de los Siete, y luego mencioné también el principio de la escala. Ahora se ha encontrado ya con este principio y entiende que no estudiamos todo en la misma escala. Éste es realmente el punto más débil de la ciencia corriente; los científicos tratan de estudiarlo todo sobre la misma escala, sin entender que eso no es necesario. De hecho, totalmente lo contrario. Para todos los fines prácticos, debemos aprender a estudiar las cosas sobre diferentes escalas.
Debemos retornar a la Ley de los Tres. Recordará cómo se explicó, que todo lo que ocurre es el resultado de la acción de tres fuerzas, y que dos fuerzas no pueden producir por sí mismas efecto alguno. Trataré de conectar esta idea con el Rayo de la Creación.
El Absoluto es el Mundo 1, pues las tres fuerzas que hay en él totalizan uno. Por su propia voluntad y consciencia, el Absoluto crea los mundos. Allí todo es intencional y cada fuerza que hay en él ocupa cada lugar. Esto es incomprensible para nosotros. En el mundo siguiente, el Mundo 3, están las mismas tres fuerzas, solo que ya están divididas. Estas tres fuerzas producen, a su vez, mundos de los que tomamos uno, pero este Mundo 6 es diferente del Mundo 3, que está en contacto con el Absoluto, pues ya es mecánico. El Mundo 6 tiene tres fuerzas del mundo precedente, y tres propias. El siguiente mundo, el Mundo 12, tiene tres fuerzas del mundo del segundo orden, seis del mundo del tercer orden, y tres propias. El mundo siguiente, el Mundo 24, tiene veinticuatro fuerzas; el inmediato, cuarenta y ocho fuerzas; y el último, noventa y seis fuerzas.
Mundo 1 Absoluto 1.
Mundo 3 Todos los Mundos 3.
Mundo 6 Todos los Soles 6 (3 + 3).
Mundo 12 Sol 12 (3 + 6 + 3).
Mundo 24 Todos los Planetas 24 (3 + 6 + 12 + 3).
Mundo 48 Tierra 48 (3 + 6 + 12 + 24 +3).
Mundo 96 Luna 96 (3 + 6 + 12 + 24 + 48 + 3).
Estas cifras se refieren a la cantidad de leyes que gobiernan cada mundo. Cuanto mayor es la cantidad de leyes, más difícil es cambiar algo. Por ejemplo, el hombre vive en la Tierra, que se halla bajo cuarenta y ocho leyes. Él mismo se halla bajo muchas más leyes, pero incluso estas cuarenta y ocho leyes le hacen dificilísimo cambiar algo, porque cada pequeña cosa es gobernada por estas leyes. Afortunadamente, no todas las leyes bajo las cuales el hombre vive son para él obligatorias, de modo que puede escapar de algunas de ellas, y su posibilidad de evolución está fundamentalmente conectada con escapar de ciertas leyes. Escalando el muro de la prisión, el hombre también escapa de las leyes.