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Salva la garganta gracias al puente de piedra. A media pendiente hasta el término de la pista. Los pretiles relanzan borbotones contra su paso. El ruido se vuelve un eco de aire. El puente detiene la prisa. Obliga al vehículo verde. Me obliga a esperarlo en el aire. Pasado el puente la pista vira hacia la solana. El descenso sigue el pliegue de la montaña. Al recobrar la prisa el vehículo se inclina hacia la ladera. A su paso levanta las hojas caídas horas antes. La piel verde refleja la pendiente del otro lado del arroyo. La montaña se deforma hasta caber en el costado verde. El bosque se pliega sobre sí. Sospecho esa visión deforme como la última de una presa herida de muerte. Bajo el puente la madreselva cubre la piedra de los pilares. El arroyo baja gris. La rocalla asomada sobre el agua le rompe los espejos. Al poco se remansa. Rocas negras coinciden haciéndole un regato donde se oscurece el cauce. El lecho y la corriente del arroyo desaparecen a la vez. El agua encuentra un aliviadero entre la grieta. Escapa con ruido y espuma. Junto al remolino crece el sauce del martín pescador. Desprecio a ese pájaro que embauca atenciones. Una sola rama le sirve de cielo. Aguarda en ella hasta que la piel del pez ilumina el agua oscura. En la ventaja del regato caza. El pájaro comedor de peces. Sin el arroyo su progenie no vive. Anida en orillas de arena expuestas al sol. Los ingenuos lo buscan cegados por su color. Para imitar todas las aguas su pluma eligió todos los azules del cielo. Lo desprecio como a la lechuza. También en mi dorso prendió el azul. Pero ninguno de vosotros lo admira.

Lo oscurece.

Lo afila.

Lo hiela.

Lo endurece su reflejo de roca.

Imitaría los colores del martín pescador para disimularme junto a su nido. La carne de su progenie alimentaría la mía.

Coro: El alcotán canta ficciones propias de libros. Olvida que el valle nos impide actuar como otro pájaro.

Porque el hambre me obliga a herir. Porque mi pico se curva os prevenís de mi canto. Que cante con vosotros la madre del cuco que mató a sus hermanos. El valle nunca se opuso al engaño. Enmascara mi vuelo la prisa del hombre. El pinzón que hiero me confunde por nube entre el ruido. Lo mata la costumbre que ambos pactan. El vehículo verde desciende la pendiente para colmarme. De su mañana hago mi ventaja. El hombre que cuece el pan me descubrió cuando convino a mi ardid. Alcanzo al pinzón porque hombre y pájaro aprendieron a encontrarse. El mismo cuando. Un donde que los cruzaba. Del hombre quiero la rutina. Del pinzón quiero la carne. Porque nací alcotán nada quiero del pez. Si el martín pescador apuntara hacia el pinzón lo llamaría enemigo. Que entre en el arroyo buscando la paz de su vientre. Rechazo sentir el tacto del agua. Gozo del aire. Bebo en el vapor de la niebla. Aprendí a penetrar la bruma sin turbar su silencio. En el sabor de las nubes he conocido el mar.

Vuela como el sueño de un dios.

Vuela como un dios sumido en sueños.

Jamás el alcotán demostró un error.

Una duda no se le cuenta en el valle.

Resbalaba el agua por el roquedo durante la tormenta. Cada gota de lluvia aparentaba apuntar a un inocente. Dentro de la oscuridad poco a poco emergieron reflejos de luz azul en la vega anegada. La noche pasó sin alivio para el silencio. Desde el roquedo se conocía el amanecer en valles fronteros. La niebla quiso esperar a la mañana. Pero el viento no le consintió envejecer sobre la vega. Mi ventaja crece con el paso de la calma. Con lentitud de astro el vehículo se acerca al puente. Quedo tras él esperándolo. La madreselva se aprieta contra la piedra para soportar el peso que la eleva. Sin que mi instinto lo comprenda el martín pescador se arroja contra el arroyo. La rama del sauce se balancea cuando se libera de él. Entra en el regato sin aturdirlo el golpe. Penetra el agua y el agua no lo penetra a él. Arrastra un borbotón de aire hasta el fondo del cauce. Al salir del agua el pez latiguea atravesado por el pico del martín pescador. Al poco se resigna a morir. En el mismo afilado pico muere. Dentro del costado verde aún más brilla verde la pluma azul del martín pescador. También domino esa ilusión de la luz. También en esa montaña todo vive bajo mi mirada. Al salir de entre los pretiles el vehículo verde gana de nuevo la prisa en que me quiero. Mi vuelo cruza el reflejo verde. Al ascender sobre la pendiente volví a ver el erizo entre el barro.