Hasta hoy, nadie sabe por qué vinieron ni por que se marcharon. Aunque hay muchas personas que creen saberlo, o por lo menos mantienen una vigorosa opinión sobre el asunto. Millones de personas creen aún, como creían entonces, que no eran marcianos sino demonios, y que volvieron al infierno y no a Marte. Porque el Dios que los envío para castigarnos por nuestros pecados, se hizo de nuevo un Dios benevolente como resultado de nuestras oraciones.
Aún hay muchos más millones que creen que vinieron de Marte y que regresaron allí. Muchos, pero no todos, atribuyen a Ishurti el que se marchasen; sostienen que aunque los razonamientos de Ishurti fuesen acertados y su proposición a los marcianos respaldada por aquella tremenda afirmación global, no se podía esperar que los marcianos reaccionasen instantáneamente; en alguna parte, un consejo de marcianos debió de reunirse para considerar su decisión y convencerse de que ya estábamos bastante castigados y éramos lo bastante sinceros. Los marcianos sólo se quedaron dos semanas después del discurso de Ishurti, lo cual ciertamente no es un tiempo exagerado para llegar a semejante decisión.
De cualquier modo, ninguna nación ha vuelto a organizar sus ejércitos, y nadie piensa en enviar naves espaciales a Marte, por si acaso Ishurti tenía toda la razón o parte de ella.
Pero no todo el mundo cree que Dios o Ishurti tuvieran nada que ver con la marcha de los marcianos.
Toda una tribu africana, por ejemplo, sabe que fue el hechicero Bugassi quien lanzó a los gnajamkata de vuelta al kat.
Hay un portero de Chicago que sabe con exactitud que él hizo huir a los marcianos con su supervibrador subatómico extraterrestre.
Naturalmente, estos dos últimos son, y como tales se citan, ejemplos tomados al azar entre los cientos de miles de otros científicos y místicos que, cada uno a su modo, trataron con todas sus fuerzas de conseguir el mismo resultado. Todos y cada uno de ellos pensó, naturalmente, que había alcanzado el éxito.
Y por supuesto, también Luke sabe que todos están equivocados. Pero eso no tiene importancia, ni tampoco lo que los demás piensen, porque todos ellos sólo existen en su mente. Y como ahora es un célebre escritor de novelas del Oeste, con cuatro bestseller en su haber durante los últimos cuatros años, una hermosa mansión en Beverly Hills, dos Cadillacs, una esposa amante y amada y dos hijitos gemelos que ya cuentan dos años, Luke tiene mucho cuidado con lo que ordena a su imaginación. Se encuentra muy satisfecho con el universo tal y como ahora se lo imagina y no quiere arriesgarse a cambiarlo.
Y en una cosa, respecto a los marcianos, Luke Deveraux está de acuerdo con todos lo demás, incluyendo a Oberdorffer y a Bugassi.
Nadie, nadie absolutamente, los echa de menos ni quiere que regresen.
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