Por entonces, mucha gente había decidido que los marcianos no eran humanos, al darse cuenta de que su presencia, o la posibilidad de la misma, inhibía el acto de la procreación.
Durante las primeras semanas tras la llegada de los marcianos, se empezó a temer que si éstos se quedaban mucho tiempo la raza humana, al no poder multiplicarse, podía extinguirse en el plazo de una generación.
Cuando se supo. Y se supo muy pronto, que los marcianos no sólo veían en la oscuridad sino que además eran capaces de ver a través de las ropas de cama e incluso de las paredes, nadie dudó que, durante un tiempo, la vida sexual de los seres humanos se resentiría enormemente.
Salvo los degenerados y depravados, los seres humanos estaban acostumbrados a satisfacer sus lícitos y sanos deseos carnales en la intimidad. No podían habituarse a la idea de ser observados por los marcianos, siendo de todo punto inútiles las precauciones que pudiesen tomar. Y aún venía a agravar la cuestión el saber que a los marcianos les interesaba, divertía y repugnaba nuestro método de procreación.
El alcance de la influencia de los marcianos se refleja, al menos en lo que concierne a las relaciones sexuales conyugales, en la tasa de natalidad de los primeros meses de 1965.
En enero de 1965, nueve meses y una semana después de la Noche de la Llegada, la tasa de natalidad de Estados Unidos se redujo a sólo un tres por ciento respecto a la normal, y probablemente muchos de los nacimientos se debían a concepciones acaecidas antes de la noche del 26 de marzo de 1964. El mismo fenómeno se produjo en otros países; en Inglaterra, la caída de la tasa de natalidad fue superior; incluso en Francia bajó a un dieciocho por ciento.
En febrero, diez meses y una semana después de la llegada, la tasa de natalidad empezó a ascender de nuevo. Subió a un treinta por ciento en Estados Unidos, a un veintidós por ciento en Inglaterra y a un cuarenta y nueve por ciento en Francia.
Hacia marzo, se había llegado ya a un ochenta por ciento. Excepto en Francia, dónde alcanzó un ciento treinta y siete por ciento; obviamente los franceses comenzaban a recuperar el tiempo perdido, mientras que en los demás países aún existía cierto grado de inhibición.
Los seres humanos se comportaban como tales, pese a los marcianos.
En abril se llevaron a cabo varios estudios tipo Kinsey sobre el comportamiento sexual, los cuales demostraron que casi todos los matrimonios volvían a tener relaciones sexuales. Y dado que los marcianos estuvieron presentes en muchas de las entrevistas en las que se basaron los estudios, la veracidad de cuyos datos podían confirmar, cabe pensar que dichos estudios fueron mucho más exactos que los realizados por Kinsey dos décadas atrás.
En general, el acto sexual sólo se practicaba en la oscuridad. Las sesiones matinales y vespertinas, incluso entre los recién casados, formaban parte del pasado. El uso de tapones para los oídos se generalizó; incluso los salvajes empleaban tapones hechos con barro. Así, las parejas podían ignorar la presencia de los marcianos, al no oír sus continuas burlas.
De todos modos, las relaciones sexuales extramatrimoniales y prematrimoniales casi desaparecieron; sólo los más atrevidos se arriesgaban a que sus relaciones fueran divulgadas. Incluso las relaciones sexuales conyugales eran menos frecuentes y placenteras, debido a que aún quedaban restos de inhibición, por no mencionar la futilidad de susurrar palabras cariñosas en un oído tapado.
No, el sexo ya no era como antes, como en los buenos tiempos, pero al menos subsistía en grado suficiente para que la raza humana sobreviviera.