Después de la oración del crepúsculo
El príncipe Hakam permaneció totalmente inmóvil en su asiento y con las puntas de los dedos unidas en el regazo mientras Hasdai hablaba. El general Ghalib estaba de pie cerca del visir y lo escuchaba atentamente.
Cuando Hasdai terminó, se produjo un silencio absoluto en la antesala, donde los tres hombres se habían reunido tras abandonar el banquete. Al final, el príncipe Hakam habló:
—Hace dos días, me despertasteis para informarme de que Suhail, el almirante de la flota califal, había sido asesinado. Esta mañana, me habéis explicado que estaba involucrado en una trama para sacar de contrabando ámbar gris de Al Ándalus aun sabiendo que el traslado y la venta de este artículo habían sido prohibidos expresamente. ¿Recordáis que hemos ejecutado a un hombre al que también acusabais de estar implicado en la trama? Y ahora, visir Hasdai, me comunicáis que, en realidad, el almirante Suhail intentaba poner fin a la trama que, según aducís ahora, es obra de Bandar, el hombre que me recomendasteis que nombrara almirante como su sucesor; el hombre que, en presencia de nosotros, sus oficiales y nuestros invitados ha sido alabado por mi padre, el califa. —Se levantó lentamente—. ¿Y ahora me aconsejáis que arreste a Bandar simplemente porque vuestro espía ha encontrado un garabato bereber en su habitación?
Hasdai ben Shaprut inclinó la cabeza.
—Disculpadme, alteza. Sé que os he inducido a error respecto a lo que sucedió, pero estoy convencido de que Bandar es quien está detrás de todo esto. Solo necesitaba algo más de tiempo para evaluar las pruebas. El plan para asesinar e inculpar al almirante después de que descubriera lo del contrabando del ámbar gris era muy inteligente y me convenció. Alteza, estoy seguro de que Bandar tiene planeado utilizar ántrax para eliminar a la tripulación y los soldados de una de las naves de la flota después de descargar el ámbar gris en Saida. El ántrax ha sido preparado como arma en Bagdad, y si los bagdadís se han tomado la molestia de aprovechar las propiedades destructivas del ántrax, también debemos tener en consideración lo que pueden haber preparado para recibir a nuestros soldados cuando lleguen a Latakia.
—Sin embargo, no estáis seguro de si el ántrax se encuentra en la flota o en la caravana de suministros que está camino de Almería —repuso el príncipe.
—No, alteza —contestó Hasdai—, ahora mismo no.
El príncipe heredero inhaló hondo varias veces.
—El califa acaba de darles las gracias a Bandar y a sus hombres en nombre de todo el califato. Mañana, después de la oración, se dirigirá a los habitantes de Córdoba y les transmitirá el mismo mensaje. Lo que proponéis haría que el califa pareciera un necio y, por esta sola razón, no puedo acceder a vuestra petición.
El príncipe Hakam se dirigió a la puerta, se detuvo y se volvió de nuevo hacia Hasdai.
—Esperamos mucho más de vos, visir.