Después de la oración del alba
Bandar bin Sadiq y Siraj bin Bahram entraron en la sala de trabajo del visir, quien contemplaba la luz matutina de color gris perla a través de la ventana. A pesar del fuego alimentado con piñas de pino que crepitaba y chisporroteaba en la chimenea, Hasdai cubría sus estrechos y encorvados hombros con una capa de lana. Cualquiera que no lo conociera pensaría que hacía correr las cuentas de una forma inconsciente. La puerta se cerró, pero Hasdai siguió mirando por la ventana.
—Creo que va a llover —comentó.
—Sí, excelencia —confirmó Bandar—, lo huelo en el viento.
—¡Claro! —exclamó Hasdai volviéndose hacia ellos—. Vos, los marinos, tenéis el don de predecir de dónde soplará el viento y lo que traerá. Sentaos.
La expresión impasible de Bandar dio a entender que no tenía ni idea de a qué se refería el visir.
Siraj se sentó en el diván con aires de suficiencia.
—Os he mandado llamar porque debo comunicaros noticias de la máxima importancia —explicó Hasdai—. La primera es que Suhail bin Ahmed, el almirante de la flota, ha muerto.
El visir se fijó en que Bandar apretaba fuertemente las manos y sus nudillos palidecían.
Siraj permaneció extrañamente indiferente a la noticia.
—¿Cuándo ha sucedido? —preguntó Bandar.
—¿Ha sido por enfermedad? —preguntó Siraj.
—No sabía que estuviera enfermo —comentó Bandar—. ¿Por eso tampoco ha acudido esta mañana a la madraza?
—Esa es, desde luego, la razón de que no acudiera a las clases, pero no estaba enfermo. Ha sido asesinado.
—¿Asesinado? —preguntó Bandar—. ¿Cómo?
El visir ladeó la cabeza y volvió a fijar la mirada en los blancos nudillos de Bandar.
—¿El cómo supone alguna diferencia?
—No, claro… pero ¿quién lo ha hecho? ¿Sabéis quién lo ha asesinado?
—No tengo ni idea. Le corresponde al general Ghalib averiguarlo, pero los dos conocíais a Suhail mucho mejor que yo y he pensado que quizás uno de vosotros sepa quién puede haberlo asesinado. ¿Tenía enemigos aquí, en Córdoba?
—No —respondió Bandar—. Al menos, creo que no.
—Se trataba de un hombre importante —intervino Siraj—. Incluso le habían asignado un escolta personal, que también debe de estar muerto.
Hasdai volvió a ladear la cabeza y miró irónicamente al hombre de Qartajana.
—¡Interesante observación! —exclamó—, pero de momento no es importante. Lo que sí es importante es vuestra valoración sobre cómo afecta la muerte del almirante a la campaña naval contra Bagdad.
—¿Puedo formularos una pregunta directa, excelencia? —preguntó Bandar.
El visir hizo una seña con la mano.
—¿Por qué nos formuláis esta pregunta a nosotros?
—Muy sencillo —contestó el visir—. Necesitamos saber si la muerte de Suhail bin Ahmed puede, de alguna forma, retrasar la salida de nuestra flota y creemos que vos podéis responder a esta pregunta.
—Eso dependerá de si es o no reemplazado por un oficial competente —comentó Siraj.
—He hablado con el príncipe heredero sobre esta cuestión y sus deseos son muy claros —anunció Hasdai—. El príncipe os asciende a vos, Bandar bin Sadiq, y con efecto inmediato, al puesto de almirante de la flota.
Mientras hablaba, Hasdai se fijó en que la sangre volvía a circular por los dedos de Bandar, quien se relajó y se reclinó en el diván.
—¡Vaya! —exclamó—. ¡Esto es una sorpresa!
—Desde luego —confirmó Siraj.
—Bien —empezó Hasdai, pero se interrumpió durante unos instantes—… Entonces esta cuestión queda resuelta. Ahora vuestra misión consiste en aseguraros de que la flota andalusí esté lista para zarpar de Almería lo antes posible. Ya hemos enviado un comunicado oficial de vuestro ascenso al cuartel general naval en Almería. Siraj, vos seréis el primer vicealmirante. El príncipe heredero ha determinado que la línea de mando irá de Bandar bin Sadiq a Siraj bin Bahram; de vos, Siraj, a vuestros dos vicealmirantes, y de estos directamente a los arrayaces de las naves. ¿Comprendido?
—Sí, vuestra excelencia —contestó Bandar.
Siraj asintió en señal de conformidad.
—Muy bien. Esta tarde deberéis planificar la partida de la flota con los demás oficiales. Después de la oración del crepúsculo, informadme de inmediato sobre vuestra estimación acerca de cuándo puede zarpar la flota. Y tened en cuenta que yo trasladaré vuestro informe, palabra por palabra, al príncipe heredero, así que os interesa que sea exacta. Y, Bandar, el oficial que os ha acompañado hasta aquí será, a partir de ahora, vuestro escolta.
Hasdai se volvió de nuevo hacia la ventana.
—Ahora marchaos antes de que empiece a llover.