Después de la oración de mediodía
Hasdai dejó de hablar cuando dos de los sirvientes personales del príncipe entraron en la sala. Uno se ocupó del fuego y los leños de pino crujieron y chispearon mientras las llamas se reavivaban. El otro dejó una bandeja sobre la mesa, cortó tres naranjas por la mitad y las exprimió vertiendo su jugo en una jarra de cerámica a la que añadió azúcar y una taza de agua. A continuación, desdobló un trapo húmedo y lo colocó en el borde de la bandeja. Cuando se marcharon, el príncipe realizó un gesto con la cabeza para que el visir continuara.
Hasdai alisó el mapa.
—La flota de avanzada zarpó de Almería y se dirigió hacia Oriente siguiendo esta ruta. —Trazó una línea a lo largo de la costa norte de África con la punta del dedo—. Cuando lleguen a Malta, estarán fuera del área de acción de los piratas bereberes que operan entre la costa africana y Sicilia. Entonces el arráez al mando enviará palomas con mensajes cifrados: dos al cuartel general en Almería y dos aquí, a Córdoba. Es innegable que los piratas divisarán nuestras naves, pero es poco probable que decidan atacar unas embarcaciones tan profusamente armadas.
—Puede que no ataquen nuestras naves, pero es indudable que advertirán a Bagdad de la presencia de nuestra flotilla —comentó el príncipe.
—Desde luego, alteza. Según nuestro hombre en Bagdad, los bereberes todavía están a sueldo de la corte bagdadí. Probablemente, esperarán a divisar la flota principal desde sus atalayas para dar el primer paso. Como ha señalado Bandar bin Sadiq —continuó Hasdai—, la flotilla de avanzada seguirá navegando hasta el punto de encuentro, frente a la costa de Latakia.
Hasdai se interrumpió mientras el príncipe Hakam se servía y bebía un vaso de zumo de naranja.
—La flota principal también zarpará de Almería —continuó el visir—, pero en lugar de seguir la ruta de la flotilla de avanzada, se dirigirá mar adentro. —Conforme hablaba, Hasdai trazó la ruta en el mapa—. Gracias al nuevo astrolabio, la flota podrá navegar sin tener que avistar la costa. Navegarán en línea recta hacia el este desde Almería, virarán hacia el sudeste entre Pantelleria y Malta y volverán a virar hacia el este para dirigirse directamente al punto de encuentro. El viaje será mucho más rápido y siempre se mantendrán lejos de la costa, salvo cuando naveguen entre Pantelleria y Malta. La principal ventaja consiste en que, si los bereberes están vigilando la costa, no verán la flota.
El príncipe asintió con la cabeza en señal de aprobación y Hasdai continuó sus explicaciones.
—Cuando la flota y la flotilla se encuentren, nuestras tropas desembarcarán justo al norte de Latakia, desde donde deberán realizar una larga pero fácil marcha hasta Mosul. En aquella zona ya hay rutas de caravanas y caminos establecidos, y el campo no está muy poblado. El terreno es fértil y hay agua, así que nuestros hombres dispondrán de abundantes provisiones para poder continuar la marcha. Cuando nuestro ejército llegue a Mosul, la ciudad ya estará asediada por los jázaros y las tropas de Bagdad estarán de camino hacia allí para liberarla, pero cuando lleguen, se encontrarán no solo con los jázaros, sino también con nuestros hombres. La combinación de ambos ejércitos obligará a los bagdadíes a retroceder hacia la frontera persa, donde serán exprimidos como una naranja amarga. —Hasdai se detuvo un instante y añadió—: Teniendo en cuenta nuestra arrolladora fuerza, no me extrañaría que se rindieran en cuanto se dieran cuenta de a qué se enfrentan.
El príncipe cortó otra naranja y la exprimió vertiendo su jugo en la jarra. Se frotó las manos con la olorosa piel y después se las secó con el trapo mientras sonreía.
—Excelente. Informad al almirante de la flota de que quiero hablar con él. Hacedlo llamar. Y otra cosa, ¿habéis trabajado en la proclama del califa? Necesitará tiempo para revisarla antes de pronunciarla.
—Está en proceso, alteza —explicó Hasdai—. El primer borrador de los escribientes del chambelán está en mi escritorio.
—Bien —contestó el príncipe—. Sin embargo, espero que estéis equivocado respecto a una cuestión.
—¿A qué os referís, alteza?
—A la humillante rendición de nuestro amigo el califa de Bagdad.
—¿Por qué?
El príncipe Hakam dejó el vaso en la bandeja y se reclinó en el diván.
—Sospecho que, después del largo trayecto en barco, nuestros hombres se sentirán decepcionados si lo único que hacen los bagdadíes es rendirse.