Agradecimientos

Este libro está dedicado a Myrna Duarte, Olga Anderson, Trina Bardusco, Diana Ristow, Juline Koken, Vienna Wilson, Carol Goldstein, Richard Segalman, Ayesha Ibrahim, Inmaculada Heredia, Albino Ferreras, Olga Merediz, Mariauxy Castillo, Helena Bethencourt, Helena Ibarra, Kathy Sontag, Simon Mammon, Patrick Lynch, Mosé, Cisco, Nyna Kennedy, Chris Denniston, Daniel Merlo, José Luis Alonso, Caridad Martínez, John Reginald Sullivan, Evelyn Ayllon, Wilfredo Cisneros, Raúl Flores, Kipton Davis, Debby Afraimi, Tatiana Acosta, Mark Raymond, Lorre Powell, Craig Houser, Lloyd DesBrisay, Gastón Alonso, Daniel Kogut, Antonio Tijerino, Ray McKigney, Leylha Ahuile y especialmente a Lisa María Salb por su apoyo e inspiración.

A Fanny Díaz y Olga Anderson por su inestimable ayuda en la traducción de esta novela al español.

A Enrique Chediak, Kara Baker, Adrienne Avila, Maud Nadler, Fernando Ramírez, Beth de Guzman, Franzine LeFrak, Andrea Montejo, Tareth Mitch, Terry.

Zaroff-Evans y la fabulosa Selina McLemore por su confianza, apoyo y valiosos consejos.

A Rob Oliver y mis amigos de Healing Singing por ayudarme a descubrir mi propia voz.

A Mike, Deb, Sterling y Dahlia Walter, y a todos mis amigos de ’Snice por ofrecerme un hogar y un lugar para escribir.

A Albino Ferreras Rodríguez, por enseñarme a amar la lectura y los lenguajes, y a Teodora Garza de Ferreras, por dejarme crecer para ser el árbol que Dios quiere que yo sea.

A Yolanda Ferreras —mi segunda madre— y Sara, Albino Nicolás, Asier, Borja Ignacio, Daniel y Matías por todo lo que me han enseñado.

A mis amigos de Ty’s, Mary’s Off Jane, el banquito de Sweetheart Coffee y Celebrate Touch por razones que quedarán sumidas en el más profundo misterio.

Pero, sobre todo, a mis amigos de los sábados por la mañana. No puedo mencionar sus nombres, pero quiero agradecerles de todo corazón haberme salvado la vida. Muchísimas gracias.