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Empezaste a salir del pasmo cuando te llegó su primera carta, que esperabas con una impaciencia hasta físicamente dolorosa. La leíste muchas veces, tan conmovido como el náufrago que recibe las señales seguras del salvamento, y en tus sentimientos se mezclaban el gozo y la congoja, la alegría de sentir la certeza de sus expresiones y la angustia de saber lo alejados que estabais:

[…] es impresionante viajar en esos aparatos tan enormes… te dan de comer varias veces y no dejas una miga, yo creo que es compulsivo, en el fondo tienes mucho temor a eso de andar a tantos metros de altura[…] allá arriba, sobre el océano, hay un momento en el que te desorientas mucho, no sabes dónde estás pero tampoco sabes qué hora realmente es, aunque yo pensaba en ti y así siempre sabía dónde estaba, estaba con mi Daniel, echándote continuamente de menos… no conseguí dormir ni quince minutos, porque para mí no era de noche, aunque había gente dormida con toda naturalidad […] al fin llegué muy bien, el aterrizaje es tan emocionante como el despegue, y estábamos casi a la misma hora que ahí, todo muy absurdo en lo psicológico, aunque responda a las leyes de la física… el viaje completo fue una paliza, cansadísimo, porque dos horas después de llegar tuve que coger otro avión, otra hora y media de vuelo, y por último un autobús, dos horas más por carreteras rodeadas de bosques, ahí sí que eché una cabezada […] ya ni sé cuántas horas de viaje […]

Las cartas llegaban puntualmente cada semana, en la segunda Tere describía el college, sus antiguas edificaciones, de finales del siglo XVIII:

[…] una biblioteca fantástica, no te puedes imaginar todo lo que hay ahí, y también una colección de vídeos donde está cualquier película, lo que quieras ver, toda la historia del cine […] los bosques alrededor de la universidad, cercándola […] los bosques son mucho más frondosos que los de nuestro edén, pero oscuros, tenebrosos, dan un poco de miedo […]dicen que hay osos, y otros animales salvajes […] la universidad es lo principal, por no decir lo único […] tres calles con un par de bares y un restaurante, un cine, un hotel y para de contar […]

Hablaba del lugar donde se había aposentado:

[…] una especie de residencia donde hay muchos chicos y chicas, yo comparto mi habitación con una americana de Boston, parece agradable […] todavía no puedo saber si la gente es simpática, ni cómo son los profesores, hay una profesora española y la fui a saludar pero me pareció un poco borde […]

Lo mejor de la carta era el final, donde aseguraba que te añoraba mucho, que ahora que se había producido la separación te confesaba que había sido para ella como una desgarradura:

[…] aunque nunca te lo hubiese dicho, porque si te lo decía a lo mejor me echaba para atrás y no quería que mi decisión flaquease, pero estuve en un tris de rajarme, de mandar esto de las becas a paseo y quedarme contigo, y además veía lo triste que estabas y me sentía doblemente culpable, contigo por dejarte así y conmigo por renunciar a ti, aunque solo sea por una temporada […]

Las cartas, una cada semana, la última dos, fueron ayudándote a sobrellevar el agosto solitario, en una ciudad abrasada por el calor, que no habías querido dejar para ir a la ciudad natal, poniendo como pretexto la espera de tu incorporación al laboratorio, pero en la inercia de la marcha, del abandono de Tere. Sus palabras manuscritas te sacaron del desánimo profundo, y bastantes tardes te ibas a nadar a la piscina, haciendo largos hasta que llegabas a olvidarte de todo, como si formases parte del agua en la que braceabas, en un anonadamiento que te consolaba.

Septiembre te trajo la incorporación al laboratorio, técnicas nuevas que aprender en un lugar lleno de vida, compañeros de buen humor, de tu edad, provenientes de diversas escuelas, Gisela, la jefa del equipo, varios años mayor que tú, muy lúcida, que se mostraba campechana, máquinas e instrumentos interesantes que determinaban horarios muy planificados, y los hábitos de ese mundo nuevo fueron paliando la nostalgia de Tere.

Como tenías las tardes libres, empezaste a buscar otros trabajos que te pudiesen permitir ir ahorrando algo de dinero para el dichoso billete, pues estabas dispuesto a conseguirlo en tres o cuatro meses, cuidando cada peseta, y ese estímulo daba a la nostalgia que sentías de Tere otro sentido, como si cada hora de vigilancia vespertina en aquel sombrío almacén que te contrató, abundante en naves altas en las que se amontonaban frigoríficos y otros grandes electrodomésticos, o en la clasificación de piezas en que te ocuparon más tarde, un trabajo mucho mejor pagado pero también más minucioso, que requería una atención concreta y continua, fuesen formas físicas de acortar la distancia.

El tiempo siguió pasando, las cartas se sucedían muy cariñosas, manuscritas, pues nunca fuiste capaz de encontrar a alguien que te facilitase lo del correo por ordenador, en las suyas Tere te contaba su vida diaria, el mucho trabajo que tenía, lo magnífica que era la biblioteca, la gente maja que iba conociendo.

Larry y Kathleen aparecieron enseguida, al parecer eran estupendos, grandes compañeros, amigos seguros. Tere se hizo muy amiga de Kathleen:

[…] estudia Antropología y no te imaginas la de cosas que sabe, lo interesante que resulta hablar con ella… también sabe tocar el chelo… estuvo una vez en Madrid y tenía algo de idea de español, pero ahora se ha animado a estudiarlo, porque dice que con mi cercanía puede practicarlo, aunque yo le he dicho que de acuerdo, siempre que practiquemos también el inglés, je, je, y también me he matriculado en un curso de inglés que lleva un profesor que parece un energúmeno, que defiende el aprendizaje a lo bestia, como si fuese una batalla […] al principio sientes incomodidad, pero luego te acostumbras, te relajas, y hasta aprendes, porque yo voy sabiendo cada día más […]

De Larry hablaba también mucho, compartían gustos en bastantes cosas, al parecer era poeta y decía que sus poemas eran bellísimos:

[…] yo creo que tiene un gran futuro en la literatura, qué metáforas, qué sentimiento, es un chico muy dulce […] además cocina extraordinariamente, parece mentira que sea americano, claro que ha vivido mucho tiempo en París […] su tesis tiene algo que ver con la mía, de manera que en algunos puntos nos vamos a repartir la investigación […]

En noviembre te contó que iba a pasar las navidades con la familia de Kathleen, en un paraje cercano a la casa que tenían en la capital, una residencia campestre que también era de ellos, y cuando acabaron las fiestas, que tú pasaste con tu familia y en las que las continuas atenciones de tu madre, que te encontraba demasiado delgado, las comilonas y el mucho beber no te hicieron olvidarte de Tere ni un minuto, recibiste otra carta con varias fotos, en un par de ellas estaba sobre un trineo con una chica de pelo castaño y ojos muy azules, en una ladera nevada y cuajada de sol, en otras se las veía a las dos delante de una casa de madera preciosa, una casa de película, de esas que tienen los millonarios en parajes agrestes.

Sentiste que Tere estaba conociendo gente de clase alta, y que acabaría dominando el inglés, y todo ello te produjo una sensación desasosegante, como si fuesen factores que tendían naturalmente a alejarla de ti, de forma que decidiste profundizar tú en el alemán, que era lengua bastante común en el laboratorio, y que Gisela hablaba con fluidez, y te matriculaste en un curso, con lo que no tenías ni un minuto libre al día, entre tu trabajo en el laboratorio, el empleo extra para ganar un dinero suplementario y las clases de alemán.

Cuando llegó febrero ya podías permitirte el lujo de comprar el billete, y le escribiste exultante por poder decírselo:

[…] organiza tu calendario, vida mía, porque cuanto antes saque los pasajes más baratos me salen, dime cuándo te viene bien venir, a lo mejor en Semana Santa, y si a ti te viene mal venir, yo podría ir entonces o en la última semana de marzo, pero vamos a ajustar las fechas ya […]

Mas resultó que Tere tenía una vida escolar complicada y que le había surgido la posibilidad de una estancia en un instituto de investigación histórica muy reputado:

[…] estoy consternada, mi vida, pero en las fechas que me dices me resulta imposible ir […] no puedo renunciar a eso, mi amor, es una ocasión única y coincide en los mismos días […] voy a estudiar el programa para buscar otra época que me venga bien […] esto del centro de investigación es imprescindible para mi trabajo […] Larry me va a acompañar porque también puede profundizar en una parte de su tesis […]

En cuanto a la sugerencia de viajar tú para estar con ella una semana, a finales de marzo, pidiendo un permiso en el laboratorio, te contestó que era mejor esperar:

[…] tampoco esas fechas que me indicas me convienen, Daniel querido, my dear, porque a estas alturas no te imaginas lo metida que estoy en la tarea y las virguerías que tengo que hacer para hacer compatibles todas las clases, sin contar un par de viajes de por medio que me faltan para visitar un par de archivos, si vinieses no iba a poder hacerte ni caso […]

Menos mal que Larry le ayudaba mucho en su trabajo:

[…] es un sol, nunca tuve un amigo así, es capaz de pasarse una noche entera conmigo en la biblioteca, ayudándome a ordenar material.

Os veríais sin falta en julio, al parecer eso estaba claro:

[…] en julio se acabará de una vez esta terrible separación, que no puedes imaginarte lo mal que la llevo, lo muchísimo que te añoro, en julio nos abrazaremos otra vez, y nos besaremos, y nos querremos […]

Sin embargo, poco más adelante te comunicó que le prorrogaban la beca durante un tiempo complementario, para poder llevar a cabo una investigación concreta, de modo que no tenía más remedio que pasar allí el verano, pero que vendría sin falta en las siguientes navidades, y que no necesitaba dinero para el pasaje, pues estaba incluido en la beca originaria.

A lo mejor te enfurruñas, mi vida, yo también me he sentido muy frustrada, pero ya verás cuánto te voy a querer cuando estemos juntos otra vez, y además la tesis la voy a terminar enseguida, no puedes calcular la cantidad de material que tengo, para dos tesis, es broma, para la tesis y para muchos otros trabajos complementarios, voy a estar cinco años escribiendo artículos y haciendo méritos, gracias a lo que he investigado y gracias al apoyo de Larry, pues no sé lo que haría sin él.

De modo que al fin vuestra separación no iba a durar diez meses, sino dieciséis, bastante más de un año. Recibiste la noticia como otra muestra de deslealtad. Además, las abundantes referencias a los nuevos amigos, a la inevitable Kathleen pero sobre todo al tal Larry, te tenían un poco harto.

Te había enviado algunos de aquellos pequeños laberintos que le gustaba dibujar: «… fíjate cómo andaré de liada que ya no tengo tiempo ni para esos mandalas particulares que te enviaba», te contó en una carta, pero resultó que uno de ellos era, precisamente, lo que llamaba «el retrato de Larry».

Ante todo aquello, sentías una desposesión de la que seguramente nunca has conseguido reponerte del todo.