U
n día más tarde: Nigel pisa…
Pisa las láminas de roca plegada. Cubiertas rocosas de una nave terrenal, al garete en esa meseta desértica. Una nave de roca calcinada. Los milenios han estratificado y comprimido esa cubierta arrugada. La vida corre sobre ella. Gorjeando. Retozando.
Monta sobre el pestañeo desconchado. Un escorpión se aparta rápidamente. Las botas muerden la grava crujiente.
… las plantas lamen, como espuma, la costra escabrosa…
La presencia descollante
espía
succiona
comprende
y calla.
Marcha por este quebradizo desierto mexicano. El aire es cristalino, los charcos de una lluvia reciente fragmentan la luz que baja del cielo.
Amapolas, malvas, zinnias, cactus, plantas rastreras y manchones amarillos de liquen…
… un suelo brillante de vida…
… un Sol girando sobre la Tierra combada…
Nigel sonríe. El ente lo acompaña, lo sigue, detrás de sus ojos.
Sus piernas lo transportan con pasos ágiles. Frota el tacón de la bota. Cruje el cuero. Los brazos se balancean, las pantorrillas se contraen.
El corazón bombea los pulmones silban la piel caliente la bota girando sobre una piedra el cielo liso la camisa tironeando en las axilas húmedas un cactus ceroso en el trayecto la cantimplora cascabelea cuando se vuelve…
Nigel discrimina estas sensaciones. El ente no. Lo devora todo.
Un conejo brinca junto a él. Un cactus de corola rosada le hace señas para que se acerque. Nigel se detiene. Desenrosca la tapa de la cantimplora. Bebe.
… siente el gorgoteante sabor plateado acolchado congestionante sobre la lengua…
E intuye vagamente lo que debe de experimentar el otro ente. Respetaba la santidad de las criaturas vivientes. No le habría ordenado a Alexandría que volviera a levantarse, pero ella ya estaba muerta, para su propio mundo. De modo que para ver ese nuevo planeta, el ente utilizó un cuerpo que los hombres ya habían desechado.
En esos primeros momentos del contacto con Nigel, en la calle de Ciudad de México, el ente había estado a punto de replegarse. Pero cuando vio el cuadro deteriorado que ese hombre guardaba en su interior, se quedó. Utilizando una sutil sabiduría, adquirida merced a miles de encuentros análogos con formas de vida química, manipuló un pincel de contacto. Y se quedó. Para paladear ese mundo dulce. Para apuntalar a ese hombre.
… cielo azul de espesa crema donde aletea la vida, flotan las manchas, se convulsionan las nubes…
Es un lugar exótico.
Hace una pausa para reflexionar, allí donde el filoso horizonte mellado divide ese mundo en dos mitades. Y ve el cañamazo ondulante de Evers y Lubkin y Shirley y Hufman y Alexandría y Nigel. Una pieza teatral. Una red. Estructuras grávidas. Cada una de las cuales es un pequeño universo.
Pero todas juntas. Enaltecidas. Cada una de ellas es un firmamento. Un mecanismo de relojería.
Tan conocido.
Tan extraño.
Nigel nada, profundamente sumergido en las corrientes del torrente.
Nadando, se cura.
La presencia descollante montó a horcajadas sobre la avalancha de sensaciones y la asimiló íntegramente. Antes de que Nigel pudiera aplicar los filtros de sus ojos, oídos, pies, tacto, olfato, antes de todo eso, el ente absorbió ese mundo nuevo y extrañó, y en el momento de absorberlo también lo alteró para Nigel.
Y algún día el ente se iría. Pasaría de largo. Entonces Nigel rompería el capullo. Saldría. Al encuentro del día triunfador. Con paso vacilante.
Pasaría por esa lente. Todo pasaría. Pero entre tanto:
El Snark siente el pulso retumbante
despliega las rocas frente a él
corta el aire seco
clava las botas en la tierra
blanda.
viendo
saboreando
abriendo.
Lo deposita en el mundo progresivamente entibiado.
Lo clava amorosamente al día.
… EversLubkinShirleyHufmanAlexandría Alexandría…
Pensando en ellos, convencido de que algún día volverá a ese mundo, siente que se libra de un peso y se revuelca y flota en esas aguas familiares del desierto. EversHufmanShirley…
Extraños, son sus hermanos.
Tan extraños.