Capítulo VIII

El autor cuenta varios detalles de los yahoos. Las grandes virtudes de los houyhnhnms. Enseñanza y ejercicios de sus jóvenes. Su asamblea general.

Como mi comprensión de la naturaleza humana debía de ser mucho mejor que la que suponía en mi amo, me era fácil atribuirnos a mis compatriotas y a mí el carácter que él daba a los yahoos; y creía que podía hacer más descubrimientos mediante mi propia observación. Así que a menudo rogaba permiso a su señoría para ir a las manadas de yahoos vecinas; permiso que me concedía muy de grado, totalmente convencido de que la aversión que me inspiraban esos brutos me salvaba de caer en sus corrupciones; y su señoría ordenó a un criado, un robusto rocín alazán, honesto y de buen natural, que fuese mi guardián, sin cuya protección no me atrevía a emprender tales aventuras. Porque ya he contado al lector lo mucho que me habían importunado esos odiosos animales nada más llegar; y después faltó muy poco para que cayese tres o cuatro veces en sus garras, al alejarme un trecho inadvertidamente sin mi sable. Y tengo motivos para creer que les daba cierta sensación de que pertenecía a su especie, a lo que contribuía yo muchas veces subiéndome las mangas y mostrándoles los brazos y el pecho desnudos, cuando tenía cerca a mi protector. En esas ocasiones se acercaban cuanto se atrevían, e imitaban mis gestos a la manera de los monos, aunque siempre con grandes muestras de rencor; como una chova domesticada, con gorro y medias, es siempre perseguida por sus congéneres salvajes cuando se mezcla casualmente con ellos.

Son prodigiosamente ágiles desde la infancia; sin embargo, una vez cogí a un macho de tres años, y traté de apaciguarlo, con todas las muestras de dulzura; pero el diablillo se puso a chillar, arañar y morder con tal violencia que no tuve más remedio que soltarlo; y fue muy a tiempo, porque a sus voces acudió una manada entera a nuestro alrededor, aunque al ver que la cría estaba a salvo —porque echó a correr—, y yo tenía conmigo al rocín, no osaron acercarse. Noté que la carne del joven animal despedía mal olor, una mezcla como a zorro y comadreja, aunque mucho más desagradable. Se me olvidaba un detalle —aunque quizá me disculparía el lector si lo omitiese enteramente—: que mientras retenía en mis manos a la repugnante sabandija evacuó sus inmundos excrementos, una sustancia líquida y amarillenta, en toda mi ropa; aunque por suerte había cerca un arroyuelo, donde me lavé lo mejor que pude, no me atreví a presentarme a mi amo hasta que estuve suficientemente aireado.

Por lo que pude averiguar, los yahoos son los animales más incapaces de aprender; sus aptitudes jamás van más allá de arrastrar o cargar pesos. No obstante, mi opinión es que esa desventaja es consecuencia principalmente de una disposición perversa y obstinada. Porque son astutos, malévolos, traicioneros y vengativos. Son fuertes y osados, pero de ánimo cobarde, y por tanto, insolentes, abyectos y crueles. Se ha observado que los de pelo rojizo, de uno y otro sexo, son peores que los otros, a los que aventajan con mucho en fuerza y vigor.

Los houyhnhnms tienen en chozas, no lejos de la casa, a los yahoos que utilizan corrientemente; al resto los envían a ciertos parajes del campo, donde arrancan raíces, comen diversas clases de hierbas, y buscan carroñas, o a veces cazan comadrejas y luhimuhs (especie de rata salvaje) que devoran con avidez. La naturaleza les ha enseñado a excavar agujeros con las uñas en los taludes, donde se tumban aisladamente; sólo las madrigueras de las hembras son más grandes, lo suficiente para poder cobijar dos o tres crías.

Nadan como las ranas desde la infancia, y son capaces de aguantar mucho tiempo bajo el agua, donde a menudo atrapan peces, que las hembras llevan a sus crías. Y a este propósito, espero que me perdone el lector si cuento una singular aventura.

Estando un día fuera con mi protector el rocín alazán, como hacía muchísimo calor, le supliqué que me dejase bañarme en un río que había cerca. Accedió, y en un instante me desnudé totalmente y me metí despacio en el agua. Y ocurrió que un joven yahoo hembra que había detrás de un montículo había estado observando mis movimientos; e inflamada de deseo, como supusimos el rocín alazán y yo, echó a correr y saltó al agua a menos de cinco yardas de donde yo me bañaba. Jamás en mi vida he sufrido un susto tan terrible; el rocín, que pastaba a cierta distancia, no receló nada malo. El yahoo hembra se me abrazó de una manera de lo más grosera; solté un berrido con todas mis fuerzas, y el rocín acudió galopando, con lo que se soltó el yahoo hembra, con gran renuencia, y saltó a la orilla opuesta, desde donde estuvo mirando y aullando mientras yo me ponía la ropa.

El incidente fue motivo de diversión para mi amo y su familia, y de humillación para mí. Porque ahora ya no podía negar que era un verdadero yahoo de la cabeza a los pies, dado que las hembras sentían una inclinación natural hacia mí como hacia uno de su propia especie; y no era el pelo de este bruto de un color rojizo (lo que habría podido excusar en cierto modo un apetito un tanto desordenado), sino negro como la endrina; en cuanto a su semblante, no parecía tan horrendo como el del resto de su especie; porque, creo, no debía de tener más de once años.

Dado que viví tres años en ese país, supongo que el lector espera que, como otros viajeros, haga una relación de los usos y costumbres de sus habitantes, que era, desde luego, lo que principalmente traté de estudiar.

Comoquiera que estos nobles houyhnhnms están dotados por naturaleza de una predisposición general a las virtudes, y no tienen idea ni noción de la maldad en una criatura racional, su máxima por excelencia es cultivar la razón, y gobernarse enteramente por ella. Y la razón, entre ellos, no es una cuestión problemática como en nosotros, donde los hombres pueden sostener con verosimilitud los extremos opuestos de un debate, sino que te hiere con la inmediata convicción; como tiene que ser cuando no está mezclada, oscurecida ni manchada por la pasión o el interés. Recuerdo que me costó muchísimo conseguir que mi amo comprendiera el significado de la palabra opinión, o cómo un asunto podía ser discutible; porque la razón nos enseñaba a afirmar o negar sólo aquello de lo que estamos seguros; y más allá de nuestro conocimiento no podemos hacer ni lo uno ni lo otro. De manera que las controversias, disputas y porfías en torno a proposiciones falsas o dudosas son un mal desconocido entre los houyhnhnms. Asimismo, cuando le explicaba nuestros diversos sistemas de filosofía natural, se reía de que una criatura, pretendiendo razonar, se valorase por su conocimiento de las conjeturas de otros, y en cosas en las que ese conocimiento, en caso de ser cierto, no servía para nada. En lo que coincidía enteramente con el sentir de Sócrates, según nos lo presenta Platón, lo que menciono como el más alto honor que puedo hacer al príncipe de los filósofos. A menudo he pensado en la destrucción que tal doctrina causaría en las bibliotecas de Europa; y cuántos caminos hacia la fama se cerrarían entonces en el mundo del saber.

La amistad y la benevolencia son las dos principales virtudes entre los houyhnhnms; y estas no se limitan a objetos particulares, sino que son comunes a la raza entera; pues un extraño de la región más remota es tratado del mismo modo que el vecino más cercano; y a donde vaya, se le considera como de casa. Mantienen el decoro y el civismo en el más alto grado, pero hacen caso omiso de la ceremonia. No sienten ternura por sus potros, sino que el cuidado con que los educan nace enteramente del dictado de la razón. Y observé que mi amo mostraba el mismo afecto por la progenie de su vecino que por la suya propia. Dicen que la naturaleza les enseña a amar a la especie entera, y que únicamente la razón introduce distinción de personas cuando se da un grado superior de virtud.

Cuando las houyhnhnms matronas han dado a luz a uno de cada sexo dejan de acompañar a sus consortes, salvo si pierden a uno de sus vástagos por cualquier accidente, lo que ocurre rara vez; pero en tal caso vuelven a tener conocimiento; o cuando parecido accidente acontece a una persona cuya esposa ha dejado atrás su etapa de fecundidad, otra pareja le cede uno de sus propios potros y vuelve a tener conocimiento hasta que la madre queda preñada. Esta cautela es necesaria para impedir que el país se sobrecargue de población. Pero la raza de houyhnhnms educados para la servidumbre no tienen tan rigurosa restricción en este capítulo; se les permite engendrar tres de cada sexo, destinados a entrar como criados en las familias nobles.

En sus matrimonios cuidan escrupulosamente escoger colores que no den una mezcla desagradable en la descendencia. En el macho se valora sobre todo la fuerza, y en la hembra la belleza; no por amor, sino para evitar que la raza degenere; así, donde una hembra destaca en fuerza, el consorte se elige con el criterio de belleza. El galanteo, el amor, los regalos, la viudedad, las dotes, no tienen cabida en su pensamiento, ni hay en su lengua términos con que designar estas cosas. La joven pareja se conoce y se une meramente porque así lo deciden los padres y los amigos; es lo que ven que se hace a diario, y lo consideran un acto necesario propio de seres razonables. Pero jamás se ha oído hablar de un solo quebrantamiento del matrimonio, ni de ninguna otra deshonestidad; y la vida de la pareja discurre en perpetua amistad y mutua bienquerencia, que extienden a los de la misma especie con los que tienen relación; sin celos, pasión, peleas ni descontento.

En la educación de los jóvenes de uno y otro sexo utilizan un método admirable que desde luego merece que lo imitemos. No se les permite probar un solo grano de avena, salvo en determinados días, hasta los dieciocho años; ni leche sino muy raramente; y en verano pacen dos horas por la mañana y otras dos al atardecer, lo que cumplen asimismo los padres; pero a los criados no se les permite más de la mitad de ese tiempo, y gran parte de la hierba se la llevan a casa, que se comen a las horas más convenientes, cuando pueden estar más desahogados de trabajo.

La templanza, la laboriosidad, el ejercicio y la limpieza son lecciones que se imparten por igual a los jóvenes de ambos sexos; y mi amo juzgaba monstruoso que nosotros diéramos a las hembras una educación diferente de la de los machos, salvo en algunos capítulos del gobierno de la casa; por lo que, según comentó con toda razón, la mitad de nuestros compatriotas no servían más que para traer niños al mundo; y confiar el cuidado de sus hijos a animales tan inútiles era un ejemplo más flagrante aún de brutalidad.

Pero los houyhnhnms adiestran a sus jóvenes en la fuerza, la velocidad y el vigor, ejercitándolos en carreras en las que suben y bajan empinadas laderas, y por terrenos pedregosos, y cuando están cubiertos de sudor, se les manda saltar de cabeza a una charca o a un río. Cuatro veces al año, los jóvenes de una comarca se reúnen para exhibir su destreza en la carrera, el salto y en otras hazañas de fuerza y agilidad, donde la victoria se recompensa con una canción compuesta en su alabanza. En esta fiesta, los criados conducen al campo a una manada de yahoos cargados con heno, avena y leche para la comida de los houyhnhnms; inmediatamente después se llevan otra vez a estos brutos por temor a que causen alboroto en la reunión.

Cada cuatro años, en el equinoccio de primavera, se celebra un consejo de representantes de toda la nación, que se reúne en una llanura a unas veinte millas de nuestra casa, y dura cinco o seis días. Aquí se informan del estado y situación de los diversos distritos; si hay escasez o abundancia de heno o de avena, de vacas o de yahoos. Y donde hay falta —lo que ocurre muy rara vez— se abastece inmediatamente por acuerdo y contribución de todos. Aquí se acuerda asimismo la regulación de los hijos: por ejemplo, si un houyhnhnm tiene dos machos, intercambia uno con alguien que tenga dos hembras; y cuando se ha perdido un hijo por cualquier accidente, si la madre ha dejado atrás su fecundidad, se determina que familia del distrito deberá engendrar otro para suplir la pérdida.