AGRADECIMIENTOS
El 31 de julio de 1936, una columna mixta de los rebeldes bajo el mando del capitán Ramón de Carranza entró en el pueblo de El Coronil (Sevilla). Poco después, mi bisabuelo fue asesinado por formar parte de la «anti-España». Su yerno (y abuelo paterno mío) formaba parte sin embargo de la «verdadera España». Falangista que luchó en el ejército franquista durante la Guerra Civil, fue luego policía en Madrid durante la década de 1940. Mi otro abuelo, el materno, pertenecía también a la «verdadera España». Era un labrador gallego y tomó las armas en defensa del catolicismo; participó en la «liberación» de Cataluña en el invierno de 1938-1939.
En la mayoría de las familias españolas, no son infrecuentes los recuerdos contrapuestos de los tiempos de la Guerra Civil y la posguerra. Yo, sin embargo, tuve que vivirlos siendo un niño criado en un entorno muy distinto, el del sur de Inglaterra de la década de 1980. Mis padres formaron parte de aquel éxodo masivo de emigrantes económicos cuyas remesas ayudaron a modernizar España a partir de los años sesenta. Durante mucho tiempo, todas aquellas referencias a España y a su guerra civil me produjeron más desconcierto que interés y opté por olvidar mis orígenes hispanos. Afortunadamente, Lois Mitchison y Graham Thomas, profesores míos de bachillerato, me hicieron cambiar de opinión. También estoy hondamente agradecido a mis tutores en la Universidad de Swansea (y, en especial, a Jill Lewis y a Eleanor Bruning) por animarme a leer libros y artículos sobre historia de España y realizar estudios de posgrado sobre el tema.
Este libro es una versión revisada y corregida de una tesis doctoral escrita y defendida en el Wolfson College de Oxford. La beca de doctorado Norman Hargreaves-Mawdsley que me concedieron en Wolfson fue mi salvación económica durante ese período. La investigación de archivos en España fue posible gracias a la financiación de la Facultad de Historia Moderna de Oxford, en concreto, mediante dos generosas becas del Fondo George Labouchére. También estoy en deuda con el departamento de historia del King’s College de Londres y, en particular, con su director, Robert Frost, por la concesión en 2002 de una beca posdoctoral de un año que me brindó la oportunidad idónea para revisar mi tesis para su publicación.
El libro está basado principalmente en fuentes primarias y no querría desaprovechar la ocasión de mostrar mi gratitud al personal del Archivo General de la Administración (en Alcalá de Henares), el Archivo Histórico Nacional (en Madrid), el Archivo General de la Guerra Civil Española (en Salamanca) y la Public Record Office (en Londres). Gracias, asimismo, a los personales respectivos de la Biblioteca Bodleian, la Biblioteca Británica, [[vi]] la Biblioteca Nacional de España y la Hemeroteca Municipal de Madrid.
En el terreno intelectual, mi mayor deuda es para con mi supervisora y editora, Francés Lannon. Sus ánimos constantes y sus buenos consejos fueron indispensables para que mi tesis llegara a buen término. Estoy muy agradecido a mis examinadores —Tom Buchanan y Sebastian Balfour— por sus comentarios. Mi trabajo se benefició también de las conversaciones mantenidas con Mary Vincent, Tim Rees, Richard Vinen y Stephen Jacobson. En España, Julio de la Cueva fue un inestimable guía para mi iniciación en el manejo de los archivos españoles y Pedro Barroso supo explicarme pacientemente los misterios de los catálogos del Archivo General de la Administración en Alcalá de Henares.
Este libro no habría sido posible sin el apoyo económico y moral de mis padres. Pese a ciertos recelos iniciales ante lo que creían que no serviría más que para remover innecesariamente el pasado, siempre han estado ahí cuando los he necesitado. Lo mismo puede decirse de mi esposa Cheryl. No ha dejado de cambiar de empleo y de domicilio para mantenerse a mi lado. Ella es mi conexión vital con el mundo exterior, el que hay más allá de la historia.
Este libro está dedicado, no obstante, a la memoria de mi bisabuelo «antiespañol» y de mis abuelos «españoles de verdad». Menos mal que hoy no hay ya «antiespañoles» ni españoles «verdaderos», sino simplemente españoles a secas.