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Un apretón de la mano

Esa ballena de Stubb, capturada a tanto coste, fue debidamente traída al costado del Pequod, donde metódicamente se realizaron todas esas operaciones de izado y descarnado previamente detalladas, incluyendo el achicado del tonel de Heidelburgh o caja.

Mientras algunos estaban atareados en esta última labor, otros se ocupaban de arrastar las grandes cubetas tan pronto como se llenaban con el esperma; y cuando llegaba el momento apropiado, este mismo esperma era cuidadosamente manipulado antes de pasar al fogón del beneficio, sobre lo cual trataremos inmediatamente.

Se había enfriado y cristalizado de tal manera que cuando, junto con varios más, me senté ante un gran baño de Constantino de la substancia, la encontré extrañamente solidificada en grumos que aquí y allá rodaban de un lado a otro dentro de la parte líquida. Nuestra labor era apretar esos grumos hasta transformarlos otra vez en un fluido. ¡Una dulce y untuosa obligación! No es de extrañar que en la Antigüedad este esperma fuera un cosmético tan predilecto. ¡Qué purificante!, ¡qué relajante!, ¡qué suavizante!, ¡qué delicioso molificante! Tras mantener las manos en él apenas unos minutos, sentía mis dedos como anguilas y así como comenzando a serpentear y espiralizar.

Mientras estaba allí sentado a mis anchas, cruzado de piernas en cubierta; tras el duro esfuerzo en el molinete; bajo un tranquilo cielo azul; el barco a indolente vela, y deslizándose con tamaña serenidad; mientras bañaba mis manos entre esos blandos y suaves glóbulos de tejidos infiltrados, tramados apenas una hora antes; mientras se deshacían ricamente entre mis dedos, y descargaban toda su opulencia como las uvas maduras descargan su vino; mientras yo inspiraba ese aroma no contaminado… cierta y literalmente como el aroma de las violetas de primavera, declaro ante vosotros que en ese momento me hallé como en un aromático prado; me olvidé completamente de nuestro terrible juramento; lo limpié de mis manos y de mi corazón en aquel inestrujable esperma; casi empecé a dar crédito a la antigua superstición de Paracelso, según la cual el esperma es de singular virtud en la disipación del ardor de la ira: mientras me bañaba en ese baño, me sentí divinamente libre de toda animadversión, o petulancia, o malicia de cualquier clase que fuera.

¡Apretar!, ¡apretar!, ¡apretar! Durante toda la mañana apreté ese esperma hasta que yo mismo casi me derretí en él; apreté ese esperma hasta que una especie de extraña locura me embargó; y me encontré inadvertidamente apretando las manos de los que trabajaban conmigo en él, confundiendo sus manos con suaves glóbulos. Tal pródigo, afectivo, amigable y amable sentimiento engendró esta ocupación que al final estaba continuamente apretando sus manos, y mirando sentimentalmente a sus ojos; tanto como para decir… ¡Ah!, queridos seres hermanos, ¿por qué habríamos de mantener más tiempo esas acerbidades sociales, o conocer el menor de los malos humores o de las envidias? Venid; estrechemos las manos todos; qué digo, estrechémonos nosotros, unos a otros; estrechémonos universalmente hasta la propia leche y esperma de la ternura.

¡Ojalá pudiera seguir apretando ese esperma para siempre! Pues ahora que tras muchas repetidas prolongadas experiencias he percibido que en todos los casos el hombre debe finalmente rebajar, o al menos reorientar, su presunción de felicidad factible; no situándola en parte alguna del intelecto o la imaginación, sino en la esposa, el corazón, la cama, la mesa, la silla de montar, el hogar de la chimenea, el campo; ahora que he percibido todo esto, estoy dispuesto a apretar caja eternamente. En pensamientos de las visiones de la noche, vi largas filas de ángeles en el paraíso, cada uno con sus manos en una jarra de esperma de ballena.

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Ahora bien, ya que hablamos de esperma, corresponde hablar de otras cosas cercanas a esta sustancia en las tareas de preparar el cachalote para el fogón del beneficio.

En primer lugar está el caballo blanco, que así se le llama, obtenido de la parte menguante del pez y también de las porciones más gruesas de sus palmas. Es duro, con tendones —bloques de músculo— entreverados, pero aun así contiene algo de aceite. Tras ser seccionado de la ballena, el caballo blanco, antes de que vaya al matachín, se corta primero en piezas oblongas transportables. Tienen un aspecto muy similar a bloques de mármol de los Berkshires.

Pudin de ciruela es el término con que se designan ciertas partes fragmentarias de la carne de la ballena que se adhieren aquí y allí a la manta de lardo, y que a menudo participan en un grado considerable de su untuosidad. Es un objeto muy refrescante, cordial y bonito de contemplar. Como su nombre indica, es de una tintura enormemente rica, moteada, con un fondo a rayas níveas y doradas, punteado de manchas del más profundo púrpura y carmín. Son ciruelas de rubíes en imágenes de pomelo. A pesar del sentido común, resulta difícil abstenerse de comerlo. Yo confieso que una vez me escondí detrás del trinquete para probarlo. Sabía a algo así como lo que yo diría que podía saber una regia chuleta del muslo de Louis le Gros, suponiendo que le hubieran matado el primer día de la temporada del venado, y que esa particular temporada del venado fuera coincidente con una inusualmente buena cosecha de los viñedos de la Champagne.

Hay otra substancia, y una muy singular, que aparece en el curso de estos trabajos, pero creo que es muy complicado describirla adecuadamente. Se llama gordogollión; un original apelativo de los balleneros, e igualmente lo es la naturaleza de la substancia. Es algo inexpresablemente viscoso y fibroso, que se encuentra muy frecuentemente en las cubetas de esperma tras el prolongado apretar y la subsecuente decantación. Yo creo que son las extraordinariamente delgadas membranas fragmentadas de la caja, que se fusionan.

La entraña, así llamada, es un término que propiamente pertenece a los pescadores de ballena franca, pero que a veces es incidentalmente utilizado por los pescadores del cachalote. Designa la oscura substancia glutinosa que se raspa del lomo de la ballena franca o ballena de Groenlandia, mucha de la cual llena las cubiertas de aquellas almas inferiores que cazan ese innoble leviatán.

Pinzas. Estrictamente, esta palabra no es originaria del vocabulario de la ballena. Pero, como los balleneros la aplican, resulta serlo. Una pinza de ballenero es una pequeña tira firme de materia tendinosa cortada de la parte menguante de la cola del leviatán; tiene un grosor medio de una pulgada y, por lo demás, es aproximadamente del tamaño de la pieza de hierro de un azadón. Movida de lado a lo largo de la aceitosa cubierta, funciona como un lampazo de cuero; y por medio de innombrados embelecos, atrae como por arte de magia todas las impurezas.

Mas para aprender todo lo referente a estas recónditas materias, lo mejor que puedes hacer es descender inmediatamente a la cámara del lardo y mantener una larga conversación con sus internos. Este lugar ha sido mencionado previamente como receptáculo de las mantas una vez peladas e izadas desde la ballena. Cuando llega el momento adecuado para cortar su contenido, este habitáculo es un escenario de terror para todos los novatos, especialmente de noche. A un lado, iluminado por una mortecina linterna, se ha dejado un espacio vacío para los trabajadores. Generalmente se organizan por pares… un hombre de pica y garfio y un hombre de zapa. La pica ballenera es similar al arma de abordaje de igual nombre de la fragata. El garfio es similar a un gancho de lancha. Con su garfio, el hombre de garfio se engancha a un capa de lardo, y trata de impedir que resbale cuando el barco da bandazos y cabecea. Mientras tanto, el hombre de zapa está sobre la propia capa, cortándola perpendicularmente en los transportables pedazos de caballo[114]. Esta zapa está tan afilada como afilarla es posible mediante la piedra de amolar; los pies del hombre de zapa no llevan zapatos; la materia sobre la que está, a veces se desliza irremediablemente bajo él, como un trineo. Si se corta uno de los dedos de sus propios pies, o corta uno de los de sus asistentes, ¿os causaría gran asombro? Los dedos de los pies escasean entre los veteranos de la cámara del lardo.