En el capítulo precedente se hizo referencia al relato histórico de Jonás y la ballena. Ahora bien, algunos nativos de Nantucket tienden a desconfiar de este relato histórico de Jonás y la ballena. Pero también hubo algunos escépticos griegos y romanos que, significándose de entre los paganos ortodoxos de su tiempo, igualmente dudaban de la historia de Hércules y la ballena, y de la de Arión y el delfín; y, sin embargo, sus dudas sobre esas tradiciones no hicieron, por ello, que esas tradiciones dejaran de ser ni una pizca menos ciertas.
La principal razón que tenía un viejo ballenero de Sag-Harbor para poner en duda la historia hebrea era ésta: poseía una de esas anticuadas y artificiosas biblias embellecidas con peculiares láminas acientíficas; una de ellas representaba la ballena de Jonás con dos chorros en su cabeza… una peculiaridad sólo cierta en referencia a una especie del leviatán (la ballena franca y las variedades de ese orden), sobre la cual los pescadores tienen el dicho «un paquete de monedas le ahogaría»; así de pequeño es su trago. Mas frente a esto, disponemos de la respuesta anticipativa del obispo Jebb. No es necesario, sugiere el obispo, que consideremos a Jonás enterrado en el estómago de la ballena, sino temporalmente alojado en alguna parte de su boca. Y esto parece suficientemente razonable en el buen obispo. Pues, ciertamente, la boca de la ballena franca albergaría un par de mesas de whist y acomodaría confortablemente a todos los jugadores. Posiblemente, también, Jonás podría haberse ocultado en un diente hueco; aunque, considerándolo de nuevo, la ballena franca no tiene dientes.
Otra razón que Sag-harbor (el ballenero respondía a ese nombre) esgrimía para su carencia de fe en este asunto del profeta era algo oscuramente referido a su encarcelado cuerpo y a los jugos gástricos de la ballena. Mas esta objeción se cae de igual manera por su propio peso, pues un exegeta germano supone que Jonás debió de haberse refugiado en el cuerpo flotante de una ballena muerta… de igual modo que los soldados franceses de la campaña de Rusia convirtieron sus caballos muertos en tiendas de campaña, y se introdujeron en ellos. Además, ha sido conjeturado por otros comentadores europeos que cuando Jonás fue arrojado por la borda del barco de Joppa, directamente logró escapar a otro barco cercano, un barco con una ballena en el figurón de proa; y yo añadiría posiblemente llamado La Ballena, lo mismo que hoy en día hay algunas naves bautizadas Tiburón, Gaviota, o Águila. Tampoco han faltado exegetas ilustrados que han opinado que la ballena mencionada en el libro de Jonás significaba meramente un flotador —una bolsa inflada de aire— hacia el que nadó el profeta en peligro, siendo así salvado de una acuática perdición. El pobre Sag-harbor, por tanto, parece refutado por todas partes. Aunque aún tenía otra razón para su carencia de fe. Era ésta, si recuerdo bien: Jonás fue tragado por la ballena en el mar Mediterráneo, y tres días después fue regurgitado en algún lugar a tres días de camino de Nínive, una ciudad en el Tigris, a mucho más de tres días de camino del punto más cercano de la costa mediterránea. ¿Cómo es esto?
Pero ¿no había entonces otra forma de que la ballena desembarcara al profeta a esa corta distancia de Nínive? Sí. Podría haberle llevado rodeando el cabo de Buena Esperanza. Mas sin hablar de la travesía a lo largo de la entera longitud del Mediterráneo, y de la otra travesía arriba del golfo Pérsico y el mar Rojo, semejante suposición implicaría la completa circunnavegación de todo África en tres días, sin mencionar que las aguas del Tigris, cerca del emplazamiento de Nínive, son demasiado poco profundas para que una ballena nade en ellas. Además, la idea de que Jonás superara el cabo de Buena Esperanza en una época tan antigua disputaría el honor del descubrimiento de ese gran promontorio a Bartolomeo Díaz, su descubridor reconocido, y de esa forma falsearía la historia moderna.
Aunque todos estos ridículos argumentos del viejo Sag-harbor sólo evidenciaban su absurda arrogancia de razón… algo aún más reprochable en él, dado que apenas tenía educación alguna, salvo la que había recibido del sol y del mar. Digo que sólo muestra su ridícula e impía arrogancia, y abominable y diabólica rebelión contra el reverendo clero. Pues esta misma idea de que Jonás fuera a Nínive vía el cabo de Buena Esperanza fue avanzada por un sacerdote católico portugués como una señalada magnificación del entero milagro. Y así fue. Además, hasta este día, los muy ilustrados turcos devotamente creen en el relato histórico de Jonás. Y hace unos tres siglos, en los antiguos Viajes de Harris, un viajero inglés habla de una mezquita turca construida en honor de Jonás, en la cual había una lámpara milagrosa que ardía sin aceite alguno.