Del tronco crecen las ramas; de ellas, ramas más pequeñas. Así, en los sujetos productivos, crecen los capítulos.
La horcadura aludida en una página anterior merece mención independiente. Es una vara con muescas, de peculiar forma y una longitud de unos dos pies, que está insertada perpendicularmente en la borda de estribor, cerca de la proa, con el propósito de ofrecer soporte a la extremidad de madera del arpón, cuyo otro extremo, garfiado y descubierto, se proyecta, inclinado, desde la proa. De esta manera el arma está instantáneamente a mano de su lanzador, que la coge de su soporte con tanta facilidad como un pionero descuelga su rifle de la pared. Es costumbre tener dos arpones descansando en la horcadura, llamados respectivamente el primero y el segundo hierro.
Mas estos dos arpones están ambos unidos con la estacha, cada uno por su propia cuerda; el objetivo es éste: lanzarlos los dos, si es posible, a la misma ballena, uno instantáneamente después del otro; de manera que si uno se soltara en el inmediato tirón, el otro aún pueda mantener la presa. Es una duplicación de las probabilidades. Aunque muy a menudo sucede que a causa de la convulsa, violenta e instantánea huida de la ballena al recibir el primer hierro, resulta imposible para el arponero, por mucho que sus movimientos sean como el rayo, lanzarle el segundo. Sin embargo, como este segundo hierro ya está unido a la estacha, y la estacha está saliendo a toda velocidad, ese arma ha de ser, por tanto, necesariamente arrojada con anterioridad fuera de la lancha de algún modo y en algún momento; de no ser así, el más terrible de los peligros se cerniría sobre todos los hombres. En tales casos, en consecuencia, se echa al agua; las vueltas adicionales de estacha (mencionadas en el capítulo anterior)[84] hacen que en la mayoría de las ocasiones esta hazaña sea prudentemente practicable. Pero esta crítica operación no siempre queda desasistida de las más tristes y más nefastas desgracias personales.
Más aún: debéis saber que cuando el segundo hierro se arroja por la borda, se convierte a partir de entonces en un colgante terror afilado, corveteando caprichosamente tanto alrededor de la lancha como de la ballena, enredando las estachas, o cortándolas, y causando una tremenda conmoción en todas direcciones. Y por lo general no es posible asegurarlo de nuevo hasta que la ballena ha sido ya capturada y es un cadáver.
Considerad ahora lo que debe ser, en el caso de cuatro lanchas que todas acometen a una inusualmente fuerte, activa y resabiada ballena; cuando debido a esas cualidades suyas, y también a los miles de concurrentes accidentes de semejante audaz empresa, ocho o diez segundos hierros sueltos pueden simultáneamente estar colgando a su alrededor. Pues, ciertamente, cada lancha va dotada de varios arpones para unir a la estacha en caso de que el primero hubiera sido lanzado de manera ineficaz y sin posibilidad de recuperación. Todos estos particulares son escrupulosamente explicados aquí, ya que no dejarán de elucidar varios muy importantes pasajes, por más que intrincados, en escenas que se pintarán en lo sucesivo.