Asqueado y destrozado, Estigio entró en el palacio y se desentendió de la mirada desdeñosa que le dirigió su padre al ver su aspecto desaliñado. No había comido ni se había afeitado en dos días, mientras esperaba a que Bethany volviera a la cabaña.
—¿Estás enfermo?
Sí, pero su padre jamás lo entendería.
—Estoy bien, padre.
—Tienes un aspecto vergonzoso.
No reaccionó. Ni siquiera le importó. La única persona que quería en ese mundo se había marchado y no tenía forma de encontrarla.
Sintió el escozor de las lágrimas mientras abría la puerta de su dormitorio, momento en el que vio a Apolo en el gabinete. Ah, estupendo. ¿Acaso podía empeorar más el día?
Apolo lo miró de arriba abajo con asco.
—¿Dónde te has metido?
Estigio suspiró.
—No sabía que me estabas buscando.
El dios se colocó a su espalda y le cogió la barbilla con fuerza. Le echó la cabeza hacia atrás para que pudiera ver lo furioso que estaba.
—¿Estás renegando de nuestro acuerdo?
La más absoluta desesperanza se apoderó de él. ¿Qué más le daba ya? Tenía la sensación de que le habían arrancado la vida del cuerpo. Sólo era una coraza vacía.
—No.
Apolo le acarició el cuello con la nariz y después le arañó la piel con los colmillos. Acto seguido, le asestó un puñetazo en la espalda, tirándolo al suelo.
—Báñate y preséntate ante mí. Ya me he cansado de tu hermana y de sus constantes quejas. Y no tardes. No te conviene que venga a buscarte.
¿Le convenía algo de la situación en sí?
Estigio se controló para no hacer un gesto soez. Solo le faltaba que ese cabrón creyera que lo estaba invitando…
Sin replicar, fue a bañarse mientras intentaba no pensar en lo que sucedería cuando estuviera listo.
Se demoró en la tina, sin moverse, al escuchar las risas de Aquerón y de Ryssa en la habitación de su hermana. Siempre hacían lo mismo. De niño intentó unirse a ellos, pero Ryssa nunca se lo había permitido.
«Tienes más gente con la que jugar. Déjanos, mocoso consentido».
Sin embargo, sus tutores nunca le habían permitido jugar y los demás niños tenían demasiado miedo. De modo que acabó abandonando cualquier intento de hacer amigos.
Sumergió la cabeza en el agua y se esforzó por olvidar a sus hermanos. Sin embargo, las risas y la conversación seguían clavándosele en el alma. Entendía que su padre dudara del parentesco, pero Ryssa sabía que él era tan hermano suyo como Aquerón.
En cuanto a este…
Eran hermanos sin género de dudas.
Y aun así no le prestaban atención en el mejor de los casos o lo despreciaban en el peor. Solo había buscado una cosa en la vida, y era encontrar su lugar.
Sentir que su lugar estaba junto a alguien.
Nadie lo quería. Salvo por un breve período de tiempo en el que encontró la felicidad con Bethany. Se le llenaron los ojos de lágrimas al mirar el colgante que llevaba en la muñeca.
«Por favor, no me dejes aquí solo, Beth. No puedo sobrevivir sin ti», suplicó.
¿Y si lo había abandonado?
¿Para siempre?
—¡Estigio!
El bramido de Apolo atravesó sus pensamientos e hizo que la marca que tenía en la espalda comenzara a arder.
Con un suspiro entrecortado, se enjugó las lágrimas con las manos y salió del agua para hacer lo que mejor se le daba.
Soportar el infierno.