—Los hombres esperan para… —Galen se interrumpió al ver a Estigio tirado en el suelo de su tienda.
Estigio no podía moverse. Apenas podía respirar. Tenía la sensación de que le habían pulverizado el cuerpo. No quería ni imaginarse su aspecto. Totalmente desnudo, se miró el brazo, cubierto de magulladuras y de sangre. Sin duda alguna, el resto de su cuerpo estaría igual.
Menos la cara. El dios se había tomado muchas molestias en no tocarle la cara…
—¿Estigio? —Galen jadeó mientras lo colocaba de espaldas con mucho tiento.
Con la respiración entrecortada, miró a su mentor a los ojos.
—No se lo digas a nadie… por favor.
A Galen se le llenaron los ojos de lágrimas mientras se colocaba a Estigio en el regazo y lo tapaba con su manto antes de abrazarlo como nadie lo había abrazado desde la noche que su padre le hizo el corte en el brazo.
«Debo de estar fatal», pensó. Ni siquiera sabía que Galen fuera capaz de demostrar ternura.
Galen acunó la cabeza de Estigio contra su pecho y lo meció como si fuera un niño.
—Jamás te traicionaré, mi príncipe.
Estigio se relajó por fin. Mientras nadie se enterase, podría vivir con eso, tal como vivía con todo lo demás que le habían hecho.
—Nunca debería haberte dejado solo. Supuse que te quedarías con los demás para celebrar tu victoria, pero debería haber sabido que no lo harías. —Galen le besó la frente como haría un padre—. Los hombres me han dicho que mataste al nieto de un dios y sé muy bien lo que pueden hacer para vengarse. Debería haberte avisado. Lo siento mucho.
Estigio le dio unas palmaditas en el brazo.
—No pasa nada… aprenderé.
Galen lo miró con una sonrisa amarga.
—Eres el mejor alumno que he tenido jamás —le dijo, y luego pensó—: Y te quiero como a un hijo, muchacho…
A Estigio le temblaron los labios al escuchar los pensamientos de Galen.
—Sé que tenemos que irnos. Seguro que están preparados para desmontar la tienda.
—No puedes montar en este estado.
—Solo necesito un poco de agua para lavarme. Conseguiré montar.
—Estigio…
—Galen… no pienso retenerlos a ellos ni a ti. Volvamos a casa.
Sin embargo, él no tenía ganas de volver a casa.
Lo único que quería era poder respirar sin que le doliera todo el cuerpo.