Estigio dormía profundamente cuando alguien lo agarró y lo sacó de la cama en plena noche.
—¿Dónde está?
Su atacante lo estampó contra la pared con tanta fuerza que lo dejó sin aliento.
—¡Maldito seas, muchacho! ¡Contéstame o te juro que te destripo ahora mismo!
Estigio acabó reconociendo la voz de Estes en la oscuridad. Sin embargo, no tenía la menor idea del motivo por el que su tío estaba tan furioso.
—Se ha ido a Arcadia.
Estes le asestó un revés.
—No me refiero a mi hermano, puto imbécil. ¡Me refiero al tuyo! ¿Qué has hecho con Aquerón?
¿Cómo?
Estigio lo miró sin saber de qué estaba hablando.
—Está contigo.
Estes le dio un puñetazo en el estómago y acto seguido empezó a golpearlo con tanta fuerza y rapidez que apenas tuvo tiempo de levantar los brazos para defenderse. Estaba mareado por la droga, por el sueño y, en ese momento, por los golpes. Cayó al suelo e intentó alejarse a rastras, pero Estes lo siguió, pateándolo a cada paso que daba.
Después lo agarró y lo colocó de espaldas en el suelo, contra el cual lo inmovilizó. Acto seguido, le colocó un brazo en el cuello y presionó, cortándole la respiración.
Jadeando y presa del dolor, Estigio lo fulminó con la mirada. La luz de la luna iluminaba la cara de su tío, de forma que atisbó lo furioso que estaba… por si la paliza no se lo había dejado claro.
—¿Dónde has llevado a tu hermano?
—No lo he visto desde que me marché de la Atlántida.
Estes le presionó el cuello y Estigio escuchó un pitido en los oídos.
Se le nubló la vista.
—No me mientas.
—No lo hago.
Los ojos de su tío relucían con un brillo malévolo.
—Vamos a comprobarlo, ¿te parece? —Se sacó algo de la túnica y se lo metió a Estigio en la boca a la fuerza.
Él intentó escupirlo, pero Estes no se lo permitió. Se sentó en su torso y le tapó la boca y la nariz con las manos hasta que se vio obligado a tragárselo.
—Muchacho, como me hayas mentido… como me hayas arrebatado a Aquerón, te juro que todos los habitantes de tu reino y de toda Grecia sabrán que eres un puto. Sabrán lo mucho que te gusta tener una polla en la boca y en el culo, ¿me has oído?
Estigio gruñó, furioso, e intentó zafarse de su tío, pero todos sus esfuerzos fueron en vano. Estes era mucho más fuerte y más corpulento.
De modo que ni siquiera logró moverlo.
Mantuvo las manos sobre la cara de Estigio hasta que la droga que le había dado comenzó a hacer efecto.
Estigio soltó el aire que guardaba en los pulmones al tiempo que la habitación daba vueltas a su alrededor y perdía el control de su cuerpo y de su mente.
Su tío apartó las manos por fin.
—¿Me oyes?
Estigio contestó en contra de su voluntad. Era como si hubiera perdido la capacidad de controlar el uso de su voz.
—Te oigo.
—¿Dónde está Aquerón?
—No lo sé.
—¿Cuándo lo viste por última vez?
Estigio parpadeó despacio mientras recuperaba el recuerdo.
—Cuando me sostuvo los tobillos mientras tu guardia me marcaba con el hierro candente. Le ordenaste que soplara sobre la marca y después le dijiste que saliera.
—¿No lo has visto desde entonces?
—No.
Estes le apartó el pelo de la cara con delicadeza.
—¿Qué más recuerdas de tu estancia en la Atlántida, pequeño Estigio?
Una solitaria lágrima se deslizó por el rabillo del ojo mientras los espantosos recuerdos lo asaltaban.
—Todo.
Su tío sonrió.
—¿Todo? Pues vamos a comprobarlo, ¿eh?