21 de diciembre de 2012

—Simi… ¿estás segura de que es una buena idea?

—Totalmente. —Simi miró a su hermana Xirena con una sonrisa mientras entraban en el sótano del templo de su akri en Katoteros—. A ver dónde está el interruptor de la luz.

—No hay. —Xirena expulsó una bocanada de fuego y encendió una vieja antorcha cubierta por una tela de araña. En cuanto prendió, el fuego se extendió por el resto de las antorchas de la estancia de mármol negro. Las llamas bailoteaban contra las paredes, creando fantasmagóricas sombras en un ambiente tétrico de por sí.

Simi retrocedió un paso al ver la cantidad de estatuas que había allí abajo. Si bien sabía que llevaban muchos siglos en ese lugar, nunca las había visitado, sobre todo porque ponían muy triste a su akri.

—Simi no recuerda que hubiera tantas… Akra se enfadó mucho con esta gente tan mala.

—Lo recuerdo. —Xirena habló con voz baja y jadeante—. No fue muy agradable.

Simi enarcó una ceja.

—¿Estabas allí, hermana?

Xirena asintió con la cabeza.

—Xedrix también.

Xedrix era su hermano, que se convirtió en el demonio caronte preferido de Apolimia tras la muerte de su madre. Pero Xed había desertado… Bueno, había escapado cuando akri Styxx abrió el portal en Nueva Orleans y lo dejó salir. En ese momento era el dueño de un bar en Nueva Orleans donde Simi comía un montón de marisco del bueno.

—Ah, ¿y qué pasó, hermana?

—La zorra de Apolimia estaba furiosa. Todos murieron chillando.

Menos dos.

—¿Qué dos?

—Dikastis y Bet’anya. Ella intentó que la zorra no matara a su bebé, pero la zorra no hizo caso. Se lo sacó del vientre y después la convirtió en una de estas estatuas.

Simi se tocó el vientre al imaginarse el dolor.

—¿Por qué akra fue tan mala?

Xirena se encogió de hombros.

—La zorra siempre era mala. Sólo le caéis bien tú, su hijo… y akra Kat y Mia-Mia.

Simi se subió a la mujer que tenía más cerca y le tocó un ojo de piedra con el dedo.

—¿Quién es esta?

Xirena escupió a los pies de la estatua.

—Epitimia. Es una zorra más grande todavía. Les arrancaba las alas a los demonios carontes que la disgustaban.

Simi dio un respingo y le metió el dedo en el ojo con más fuerza.

—¿Quién fue la que perdió el bebé? Es la que Simi necesita.

Xirena deambuló de una estatua a otra, mirándolas bien, hasta que dio con una al fondo.

—Esta es Bet’anya.

Simi se acercó y jadeó.

—Es igualita que los dibujos de akri Styxx. Es la que quería tanto. —Se mordió el labio y miró a su hermana—. ¿Era buena?

Xirena asintió con la cabeza y tocó la mano de Bet’anya.

—Pero siempre estaba muy triste. Incluso cuando era feliz, parecía muy triste. Como si algo no estuviera bien en su corazón. La diosa Chara decía que era porque le habían quitado algo hacía mucho tiempo que no deberían haber tocado.

Simi le lanzó a su hermana una mirada elocuente.

—Eso es porque no tenía a su akri Styxx. La quiere y este va a ser el regalo de Simi por Navidad. Simi le dijo en su cumpleaños que los deseos se cumplen y su deseo es que su akra vuelva a casa con él.

—Sí, pero Xiamara, esto… —Xirena meneó la cabeza—. Creo que no deberíamos hacerlo.

—Pero hay que hacerlo, hermana. Es el único momento en el que se abren los portales. Si no es ahora, akri Styxx tendrá que esperar mucho, mucho tiempo, y ya ha esperado mucho, mucho tiempo. Simi no quiere verlo tan triste. No tiene regalos y Simi quiere que tenga el mejor regalo del mundo.

El suelo rugió bajo sus pies. Simi puso los ojos como platos.

—¿Qué es eso?

Con los ojos desorbitados, Xirena se encogió de hombros.

Saltó la alarma del reloj de Simi para que supiera que había llegado el momento. Tenía menos de un minuto para despertar a la diosa. Gracias a sus alas, se alzó sobre el suelo y llevó a los labios de la diosa la savia de las hojas del Árbol de la Vida. Cuando convirtieron en piedra a su akri en Nueva Orleans, akra Kat y ella lo usaron para liberarlo de los efectos del aima, así que esperaba que también funcionase con la akra de Styxx.

Bueno…

Se escuchó otro rugido. Algo parecido a una sombra oscura surgió de repente y pasó volando por encima de la cabeza de Simi.

Justo entonces la zorra que no le caía bien a Xirena abrió los ojos.

Al igual que lo hizo Arcón…

¡Oh, oh!

Simi corrió hacia su hermana.

—Ve a pedir ayuda. ¡Simi los retendrá!