23 de junio de 2012

Estigio se quedó petrificado cuando entró en su tienda y descubrió a un demonio caronte sentado en su saco de dormir y mirándolo con unos enormes ojos rojos. La última que vio a Simi, lo despedazó… y lo mató.

Sin hacer ni un solo movimiento brusco, se llevó una mano al revólver que llevaba en la base de la espalda. Aunque una bala no la mataría, le concedería el tiempo suficiente para alejarse de ella en caso de que quisiera atacarlo de nuevo. También se aseguró de que Skylos se quedara fuera a fin de que el demonio no le hiciera daño.

Para su más completo asombro, Simi le regaló una sonrisa afectuosa.

—Hola, akricopia.

Estigio la miró con recelo.

—¿Qué quieres?

El demonio suspiró con pesar.

—Simi ha venido a pedirte perdón por lo que te hizo. Pero es que le hiciste daño a su akri y Simi lo quiere tanto que se come a cualquiera que lo ataque, aunque se parezca a él, ¿lo entiendes?

«No mucho», pensó.

Simi se puso de pie.

Estigio retrocedió mientras aferraba con fuerza el revólver.

El demonio ladeó la cabeza y frunció el ceño.

—Estás muy raro. ¿Por qué te has pintado los ojos, akricopia?

Estigio se encogió de hombros.

—Para protegerlos del sol.

—¡Para eso están las gafas de sol, tonto! ¿Es que no te lo han explicado? —Se inclinó y comenzó a buscar algo en su mochila, de color rosa con forma de corazón y adornada con unas alas demoníacas negras. Lo miró e hizo un mohín—. ¿A que es monísima? Akra Danger se la regaló a Simi en Navidad. A ver… —Siguió buscando hasta que sacó un bote de salsa barbacoa adornado con un lazo—. ¡Felicidades, akricopia!

Al ver que no hacía ademán de cogerlo, la sonrisa desapareció de sus labios. Estigio retrocedió al instante cuando dio un paso hacia él.

Simi encorvó los hombros y las alas al tiempo que hacía un puchero.

—¿Por qué tienes miedo de Simi?

—No sé. A lo mejor te parece ridículo, pero la última vez que nos vimos me mataste.

Las alas de Simi se encorvaron todavía más.

—Simi lo sabe. Y estuvo mal. Pero eso fue antes de que salvaras a akri y a akra Tory y de que le regalaras a Bas el caballito con el que tanto le gusta jugar. Así que Simi se alegra de que no te quedaras muerto y te promete que nunca más volverá a matarte. ¿Amigos?

Estigio no sabía qué esperar de la hija demoníaca de su hermano. Gracias a los recuerdos de Aquerón, sabía que Simi lo adoraba. A diferencia de los humanos, los carontes no eran taimados, arteros ni complicados. Para Simi las cosas eran blancas o negras. Odiaba o amaba.

Tras soltar el revólver, Estigio extendió un brazo para aceptar el bote de salsa barbacoa.

—Gracias, Simi.

Sus alas se elevaron al instante, mientras esbozaba una sonrisa alegre.

—Es la preferida de Simi y solo se la regala a la gente buena de verdad. —Señaló la etiqueta—. Picante, picante. Aunque con el calor que hace aquí, a lo mejor no la necesitas. Pero está buena con todo. —Sonrió de oreja a oreja.

Estigio inclinó la cabeza.

—Te lo agradezco. Muchas gracias.

Simi ladeó la cabeza otra vez y frunció el ceño.

—¿Por qué estás tan triste, akricopia? ¿Te duele el corazón?

—Estoy bien, Simi.

Simi echó un vistazo por la tienda, más ceñuda si cabía.

—¿Quién viene a celebrarlo contigo?

Estigio suspiró.

—No celebro los cumpleaños.

—¡No! —exclamó abriendo los ojos de par en par—. Los cumpleaños siempre son días especiales porque se celebra el día que llegaste al mundo y la gente se alegra cuando nace un bebé.

Sí, pero en su caso… no.

Estigio soltó el bote de salsa junto a su mochila.

—Deberías regresar con Aquerón antes de que te eche en falta.

En vez de hacerle caso, Simi se sentó en el saco de dormir.

Y en esa ocasión fue Estigio quien frunció el ceño.

—¿Qué haces?

El demonio abrió su mochila.

Akri tiene muchas personas con las que celebrar su cumpleaños y akricopia no tiene a nadie. Eso entristece mucho a Simi. Nadie debería estar solo el día de su cumpleaños, así que… —Sacó una caja de Phoskitos y se la ofreció—. ¡Esta es la tarta de cumpleaños!

Estigio sonrió por la inocencia del gesto.

—Nunca he tenido una tarta de cumpleaños.

—¿Nunca?

Negó con la cabeza.

Simi se llevó un dedo índice a los labios e hizo un mohín monísimo.

—Hacen falta velas, pero eres tan viejo que habría que ponerlas en una tarta del tamaño de un… portaaviones. Mmm… Esto servirá. —Metió la mano en la mochila y sacó una barrita luminosa—. Imagina que es una vela. Y como no puedes apagarla soplando, haz como que lo haces.

¿Vale?

—Claro.

—Vale. Y ahora, akricopia tiene que sentarse.

Estigio se sentó frente a ella mientras Simi abría la caja de Phoskitos.

Después dobló la barrita luminosa y la agitó.

—Ahora, akricopia pide un deseo y sopla la vela. —Le acercó la barrita luminosa a la cara.

Estigio sopló.

Simi lo miró con los ojos entrecerrados.

—No has pedido un deseo, ¿a que no?

—Es que no deseo nada. —Las cosas que deseaba eran imposibles, y lo demás no le parecía importante.

—Todo el mundo desea algo, akricopia.

—Yo no soy como todo el mundo.

Οὖτις έμοί γ΄ὄνομα

«No soy nada».

Simi le cogió una mano y le colocó un Phoskitos en la palma.

—Pues entonces Simi pedirá un deseo por ti. Simi desea que seas feliz como lo son Simi y su akri.

Estigio sonrió por esa visión de la vida inocente e infantil.

—Gracias, Simi.

Tras «brindar» con los Phoskitos, el demonio se comió el suyo.

—Hay que comérselo de un bocado —dijo con la boca llena—. Como no hay velas para soplar, hay que comérselo todo de un bocado para que el deseo se haga realidad.

Estigio se rio y se llevó el dulce a la boca.

Simi se relamió los dedos mientras asentía con la cabeza.

—Está bueno, ¿a que sí?

Estigio se tragó el Phoskitos.

—Lo mejor que he probado.

Simi se puso de rodillas, lo besó en la mejilla y después lo abrazó.

Akri Styxx, si quieres, Simi también puede quererte. Porque los corazones son asombrosos. Se van agrandando para hacer sitio y poder querer a la gente nueva y también a la gente de antes. —Se dio unas palmaditas en el pecho—. Simi tiene mucho sitio para quererte a ti también. Si quieres.

Estigio estaba asombrado. Su hermano era afortunado por haber tenido a Simi a su lado durante todos esos siglos.

—Me gustaría mucho.

El demonio lo abrazó de nuevo y le dio unas palmaditas en la espalda.

—Vale. Simi tiene que irse ya, pero volverá pronto para verte. Akri Styxx, recuerda que los deseos son poderosísimos y se hacen realidad si crees en ellos. Simi cree que pronto serás muy feliz. Adiós. —Y se fue.

Estigio sonrió cuando se marchó su inesperada visita y recogió los restos de los envoltorios. Mientras dejaba que Skylos entrara de nuevo en la tienda, llegó a la conclusión de que le resultaba imposible sacar algo en claro de la aparición de Simi. A su hermano le daría un ataque si se enterara de que su demonio había ido a verlo.

Pero había sido una sorpresa agradable. Nadie había recordado su cumpleaños desde que Bethany desapareció de su vida. Ni él mismo lo habría recordado de no ser por Simi. Claro que le daba igual. A su edad, ¿qué sentido tenía contar los años que pasaban?