Estigio estaba trazando un dibujo en la arena cuando sintió algo raro… como si lo estuvieran observando. Entrecerró los ojos y buscó la causa de esa sensación, pero no vio nada. Pese a todo, se le erizó el vello de la nuca.
Por un instante creyó que podría ser Urian o Danger, pero ellos lo habrían saludado.
Justo cuando intentaba coger la daga, algo lo golpeó y lo tiró al suelo. El dolor se apoderó de todo su cuerpo.
Apenas se había recuperado cuando empezaron a lloverle golpes. Unas garras se le clavaron en la piel y lo destrozaron. Jadeó, pero era incapaz de moverse mientras le abrían la espalda. El dolor y la pérdida de sangre lo tenían mareado.
A la postre, su atacante le clavó las garras en el pelo y le levantó la cabeza del suelo.
—¡Has intentado matar al akri de Simi!
Estigio apenas si podía ver la forma demoníaca de Simi, con la piel roja y blanca. La furia relampagueaba en sus ojos.
—No —musitó.
Simi le gritó.
—Simi estaba allí. ¡Simi te vio apuñalarlo en el corazón!
Simi era el dragón caronte que abandonó el cuerpo de Aquerón para protegerlo.
—¡Nadie ataca al akri de Simi y sigue vivo! ¡Nadie! —Le clavó los colmillos en el cuello y se lo desgarró.
Estigio vio cómo la sangre le corría por el hombro y por el brazo hasta llegar a la arena. Demasiado débil para moverse, no le quedó más remedio que quedarse tumbado a la espera de que la muerte lo acogiese en su seno.
Ojalá esa hija de puta lo retuviera por una vez.