Estigio suspiró mientras dormía al sentir que alguien le acariciaba el pelo. El contacto le provocó un escalofrío porque reconoció el olor de Bethany.
—¿Bethany? —susurró y abrió los ojos al tiempo que se daba media vuelta.
Nada más hacerlo, dio un respingo, ya que descubrió a una mujer muy menuda, pelirroja y que no se parecía en absoluto a Bethany.
La mujer se apartó de él con el mismo recelo.
Estigio tardó un minuto en reconocerla, gracias a los recuerdos de Aquerón. Se llamaba Danger. Era una antigua Cazadora Oscura que había muerto y que después, en forma de espíritu, se casó con Alexion. Ambos vivían en el templo de Aquerón y se encargaban de su mantenimiento.
—Debes de ser… —le dijo Danger, que pensó—: El monstruo. —Sin embargo, se corrigió y añadió en voz alta—: Estigio.
De todas formas, él había escuchado sus pensamientos alto y claro.
—Deberías irte.
La mujer chasqueó la lengua.
—Llevo un tiempo preguntándome por qué me desaparece comida. ¿Sabes lo difícil que resulta mantener la despensa llena de Phoskitos para un caronte si cada vez que miro han desaparecido la mitad?
Estigio se tapó más con las sábanas para protegerse de la curiosa mirada de Danger, cuyos ojos se abrieron de par en par al ver las cicatrices de sus brazos, de sus manos y de su torso.
—No pretendía asustarse. ¿Quién es Beth?
—Mi esposa. Era mi esposa.
Danger frunció el ceño.
—No sabía que estuviste casado. Aquerón nunca lo ha mencionado. Beth no es un nombre griego, ¿verdad?
—Era egipcia.
Danger ladeó la cabeza mientras le examinaba el brazo.
—¿Y Galen?
—¿Sabes griego?
—Mi marido es griego. No es tan viejo como tú, pero tampoco es joven. Y como le gusta tanto su lengua materna, decidí aprenderla. Dime, ¿quién es Galen?
—Galen era mi hijo.
El ceño de la Cazadora Oscura se acentuó.
—Creía que el sobrino de Aquerón se llamaba Apolodoro.
—Ese era el hijo de Ryssa, no el mío.
—Ah… —exclamó y pensó—: ¿Por qué Ash nunca ha dicho que tenía otro sobrino?
Estigio tuvo que morderse la lengua para no contestar la pregunta.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó Danger.
—Estaba durmiendo.
La mujer puso los ojos en blanco.
—Ya sabes a lo que me refiero…
Lo que quería era que se marchara. Su estancia se había prolongado demasiado. Además, si Aquerón descubría su presencia, a saber lo que podría hacerle dado lo mucho que lo odiaba.
—Me iré de nuevo a mi isla. Siento haberte molestado. Le diré a Urian que no me traiga más comida. —Miró de forma elocuente su ropa, que estaba en la mesa situada junto a Danger, al tiempo que se tapaba aún más con la sábana—. Pero no podré irme hasta que te vayas y me vista.
—No me refería a que tengas que irte o a que haya que cortarte el suministro de comida. Lo que dije antes sobre el tema era una broma.
—Ah. Es que no estoy acostumbrado a que bromeen conmigo.
—¿Te encuentras bien?
No, no se encontraba bien. Su amabilidad le estaba provocando una pena y un sufrimiento que amenazaban con asfixiarlo. No se había relacionado de esa manera con una mujer desde Beth. Ninguna mujer lo había tocado así desde el día que ella partió hacia Egipto. Y por terribles que fueran los recuerdos, despertarse con Danger al lado había hecho que el dolor por la pérdida de su mujer lo asaltara con saña.
—Estupendamente —murmuró. Pero no lo estaba. Llevaba miles de años sin estarlo.
Danger se acercó para tocarlo.
Él se alejó para evitar que lo hiciera.
—Por favor, no.
La cercanía de una mujer le resultaba demasiado dolorosa, y que lo tocara…
Prefería que lo hicieran los sacerdotes con sus hierros candentes.
Danger acabó alejándose de la cama.
—¿Quieres que te prepare el desayuno mientras te vistes?
—Gracias, pero no tienes que molestarte.
—No es ninguna molestia, te lo aseguro. Seguro que es más fácil alimentarte a ti que a dos demonios carontes. Te estaré esperando para cuando acabes. —Y desapareció antes de que pudiera darle las gracias.
Danger se detuvo junto a las cajas donde guardaba la comida y echó un vistazo hacia la estancia donde había encontrado a Styxx. Aquerón le había ordenado que se mantuviera alejada de él. Le había dejado muy claro que no se acercara a la isla de Estigio.
Pero ¿por qué?
No era el monstruo que Aquerón afirmaba que era. En realidad, parecía muy educado y tímido. No se parecía al chulo gilipollas que Ash y Alexion decían que era.
Sonrió al ver cómo había organizado la comida. Todo estaba colocado con gran meticulosidad, pero era comprensible dado que no tenía ocupación alguna con la que entretenerse.
¿Qué haría durante todo el día? No había libros, instrumentos musicales ni nada por el estilo. Vio una pequeña colección de armas y herramientas artesanales. Y un cuenco precioso de piedra tallada.
Silbó mientras acariciaba la suave superficie.
—Menudo talento tiene. —Incluso había grabado una greca alrededor del cuenco.
La sonrisa se desvaneció de sus labios al percatarse de que su comida consistía en los alimentos precocinados típicos para una emergencia. Alimentos desecados a los que había que añadir agua, si bien vio algunas verduras y frutas frescas.
Y una caja de Phoskitos de Simi.
—Esto no es nutritivo.
Usó sus poderes para regresar a la cocina donde Alexion y ella preparaban la comida para Simi, Xirena y Urian, siempre que este se encontraba en casa. Le frio un par de huevos lo más rápido que pudo, un poco de beicon y unas cuantas tortitas, y tras coger un vaso de leche volvió al lugar donde Styxx la esperaba.
Acababa de dejarlo todo en la mesa cuando él abrió la puerta y se detuvo. Observaba la comida con el mismo brillo en los ojos que iluminaba los de Simi cuando veía anunciar circonitas en la Teletienda.
—¿Huevos y beicon?
—Sí.
Aunque no sonrió, la alegría que se vislumbraba en esos ojos tan azules la conmovió. Sin embargo, Styxx no se acercó. Danger se alejó de la mesa, presa de la curiosidad.
Sólo entonces se acercó él y se sentó.
—Huele que alimenta. Gracias. No recuerdo cuándo fue la última vez que comí huevos o beicon.
Al ver que cogía las tortitas para comérselas como si fueran pan, lo detuvo.
—Son tortitas.
—Vale —replicó él, que procedió a enrollarlas.
Danger tuvo que contener la sonrisa.
—Cariño, no es una fajita. Tienes que echarle caramelo por encima y cortarla.
Estigio frunció el ceño como si no supiera de qué estaba hablando.
—¿Caramelo?
Seguramente no tuvieran caramelo en su época, pensó Danger mientras cogía el bote.
El ceño de Styxx se acentuó.
—¿Miel oscura?
—No. Es dulce como la miel, pero se hace con azúcar. —Vertió un poco sobre las tortitas.
Styxx titubeó antes de probarlas, tras lo cual la miró con una sonrisa.
—¿Quién quiere Phoskitos si hay tortitas?
Danger se echó a reír al escuchar su inesperado entusiasmo.
En ese momento lo vio levantar la leche para olerla.
—¿De vaca?
—Esto… sí. —¿De qué pensaba que era?
A juzgar por su expresión, parecía estar bebiendo ambrosía. Tras beber un buen trago, dijo:
—Hace… No sé cuánto tiempo hace que no bebía leche de vaca.
Danger siguió observándolo. Era muy desconcertante ver a alguien tan parecido a Aquerón pero que al mismo tiempo era tan distinto. Mientras lo observaba, se percató de que tenía el pelo lleno de trasquilones.
Como si se lo hubiera cortado con uno de sus cuchillos de piedra.
—¿Te cortas tú el pelo?
Styxx soltó el tenedor y se llevó la mano al pelo como si estuviera avergonzado.
—Siento mucho que te ofenda. Es que no tengo tijeras.
—No me ofende. Si quieres, te lo igualo.
Styxx siguió comiendo, bastante más serio que antes.
—Da igual. Nadie va a verlo.
Su estoicismo hizo que a Danger se le llenaran los ojos de lágrimas.
—No me importa, de verdad. Soy yo quien le corta el pelo a Alexion.
Estigio se lo pensó. Se imaginaba lo espantoso que debía de resultarle su pelo, pero la verdad era que no quería que lo tocara.
—No pasa nada. No quiero incordiarte más.
Se levantó para fregar su plato.
—Dame —dijo Danger al tiempo que extendía un brazo—. Yo me encargo.
Estigio titubeó antes de entregárselo.
—Gracias por tu amabilidad. La comida estaba deliciosa y te estoy muy agradecido.
Danger inclinó la cabeza, con el corazón en un puño.
—De nada.
Tras recoger los platos, volvió al templo principal.
—¿Dónde has estado?
Se detuvo en cuanto Alexion se reunió con ella en la cocina.
—He conocido a Styxx.
Alexion gruñó y ella levantó una mano para evitar que dijera una sola palabra.
—¿Has hablado con él alguna vez?
—Por supuesto que no. Es un gilipollas arrogante.
—Cariño, antes de ponerlo de vuelta y media, deberías hablar con él. Y que conste que entiendo tu lealtad hacia Ash. Yo también le soy leal y sé perfectamente que le debo mucho. Pero Styxx no es el demonio de tres cabezas que pensáis que es. ¿Sabes que estuvo casado y que tenía un hijo?
Alexion parecía tan asombrado como se había quedado ella.
—No.
—¿De qué habláis? —preguntó Urian al entrar en la cocina—. ¿Huele a beicon?
Danger suspiró, irritada.
—En cuanto un daimon aprende a comer es insoportable. —Se dispuso a preparar más beicon—. Estábamos hablando de ese invitado al que has estado alimentando a escondidas.
Urian puso los ojos como platos.
—Esto…
—Tranquilo. No pasa nada. Estaba diciéndole a Alexion que tengo la impresión de que hay mucho sobre él que desconocemos.
Urian asintió con la cabeza.
—¿A que sí? ¿Sabes quién es? —le preguntó a Alexion, que lo miró con sorna.
—El hermano de Aquerón —respondió.
Urian lo miró de la misma forma.
—¿Has oído hablar de la Coalición Estigia?
—Soy de Groesia. Por supuesto que he oído hablar de ella. ¿Quién no?
Danger apartó la vista del beicon que estaba friendo.
—Bueno, pues yo soy francesa y no me entero de nada. ¿Qué es la Asociación Estigia?
—Coalición Estigia —la corrigió Urian.
—Un ejército legendario que luchó contra la Atlántida —le explicó su marido—. Fue el único ejército en toda la historia de Grecia capaz de pisar las costas atlantes y salir victorioso. Habían llegado casi a las puertas del palacio cuando los obligaron a regresar a Grecia para firmar un tratado de paz.
—Ajá. —Urian hizo un gesto con la cabeza para señalar el templo donde residía Styxx—. Y aquí el hermano Estigio era el general que daba nombre a dicho ejército.
—¡Venga ya! —gritó Alexion con incredulidad.
—Lo digo en serio. Yo mismo he visto las cicatrices que tiene. Ash siempre ha dicho que era de la Atlántida. Nunca ha mencionado la ciudad-estado griega en la que nació. Pero Styxx es Estigio de Dídimos.
Alexion estaba boquiabierto.
—Estás de coña.
Urian meneó la cabeza con sorna.
—A ver, aquí la de la Revolución francesa. Si me habláis de Los Miserables, lo pillo. Pero esto… —Agitó la espátula en el aire—. De la Grecia Antigua sólo conozco a Brad Pitt en Troya y aquí a don Macizo cuando se pone la armadura —dijo, mirando a Alexion de arriba abajo.
Alexion la miró con los ojos como platos.
—No me llames así delante de Urian.
El susodicho se echó a reír y después le explicó a Danger de qué estaban hablando.
—Dídimos ocupaba el puesto que más tarde ostentaría Atenas, que por aquel entonces era una simple aldea. Estamos hablando de la ciudad-estado más grande y poderosa de todas, situada en dos grandes islas que mantenían a Grecia protegida de la Atlántida. Estigio fue su general más importante y el que más victorias cosechó en su larga y prestigiosa historia militar. En mi época se estudiaban sus estrategias de combate y su forma de comandar a las tropas. Todos queríamos parecernos a él de mayores. De hecho, su entrenamiento y los principios que le inculcó su instructor sentaron las bases del futuro ejército espartano y de su ética en la batalla. Ya te puedes hacer una idea de lo bueno que era. Pero con todo lo que he leído de Dídimos y de Estigio, no he encontrado ni una sola mención de que hubiera dos príncipes. Sólo uno. Y tampoco he leído que hubiera una princesa, aunque eso no es tan raro. —Levantó una mano para impedir que Danger hablara y siguió—: No me eches un sermón sobre la imbecilidad de nuestros antepasados y su forma de tratar a las mujeres. El simple hecho de ser un hombre no me hace responsable de la misoginia de los escritores clásicos. —Miró a Alexion y retomó el tema—. Eso, sumado al hecho de que tanto él como Ash eran muy jóvenes cuando murieron, es lo que me ha impedido sumar dos más dos y comprender que Styxx, el hermano de Ash, fue el afamado líder de la Coalición Estigia.
Alexion resopló.
—Con razón es tan arrogante.
—¡Que no es arrogante! —lo corrigieron Urian y Danger a la vez.
—Exacto —dijo Urian, que cogió una loncha de beicon—. Hazle caso.
Danger le sirvió más beicon en un plato.
—Alexion, es un hombre muy tierno. De verdad.
Urian resopló después de tragarse el beicon.
—Yo no lo definiría así. Nada más verlo salta a la vista que es letal, pero hablando con sinceridad: creo que es más arrogante Ash que Styxx.
Alexion contuvo el aliento.
—Que no te oiga decir eso.
—Ya lo sé. Ni se me ocurriría. —Urian soltó un hondo suspiro—. Tío, no sé qué les pasó, pero es una pena. ¿Te imaginas contar con Estigio de Dídimos como instructor para la lucha?
—Sería como aprender con Aquiles o con Alejandro Magno.
—Pues entonces está decidido —terció Danger mientras guardaba en el frigorífico el beicon que no había utilizado.
—¿El qué? —le preguntó Urian.
—Tenemos que lograr que se reconcilien.
Alexion estalló en carcajadas.
—Eso es un sueño imposible, cariño. Conozco a Aquerón desde hace nueve mil años. Te aseguro que antes de que perdone a Estigio, se congelará el ecuador.
Danger se encogió de hombros.
—Bueno, ya conoces el dicho…
Urian le lanzó una mirada elocuente a Alexion.
—¿Los que van a morir te saludan? —dijo.
Ella puso los ojos en blanco.
—No. Por arriba, por abajo, por el lado o por el centro… siempre hay un camino —dijo.
Urian resopló, burlándose de su optimismo.
—A menos que te aplasten las rocas cuando intentes pasar por debajo. Y acabes hecha paté —replicó.
Alexion soltó una carcajada.
—En fin, recuerda que es francesa…