19 de junio de 9527 a. C.

—Así que es cierto.

Bethany, que se encontraba en el interior de su templo de Tebas preparando la ropita del bebé, alzó la vista al escuchar el tono adusto de su padre. Se enderezó al instante e intentó que no viera la ropa, si bien se preguntó para qué lo hacía si su abultado vientre era confirmación más que suficiente de su embarazo.

El corazón le latía desbocado cuando miró los luminosos ojos dorados de su padre, que la observaban con más tristeza que enfado. Además, el color que tenían en ese momento delataba su estado de ánimo… Cuando estaba contento, su padre tenía unos ojos más azules que los de Estigio.

El dorado no era un buen augurio cuando se trataba del dios Set.

—Iba a contártelo, papá.

—¿Cuándo?

—Cuando estuviera segura de que no ibas a matar al padre.

Set suspiró y se adelantó para colocarle una mano en el vientre y sentir al bebé que se movía en su interior.

—Es fuerte.

—Como su abuelo.

Set resopló al escuchar el halago. Era mucho más alto que ella, de modo que cuando la atrajo hacia su cuerpo para abrazarla, su cabeza apenas le llegaba al hombro. Su padre le acarició una mejilla y le dio un beso en la cabeza.

Bet’anya, eres mi única hija. ¿Sabes lo importante que eres para mí?

Ella se tocó la barriga y sonrió.

—Ahora lo sé.

Su padre meneó la cabeza al tiempo que suspiraba.

—¿Quieres al padre?

—Más que a mi vida. —Lo miró a los ojos—. Por favor, no lo mates.

Su padre se echó a reír.

—Si no fuera por ti, ya estaría zurrándole. No soporto la idea de que un hombre te toque.

—Lo sé, pero es extraordinario y muy bueno conmigo.

—Más le vale. —Set la soltó y se alejó, tras lo cual la miró con gran seriedad—. Quiero conocerlo.

—Papá…

—Llévame con él. Ahora mismo.

Lo dijo con un tono de voz que rara vez usaba con ella. Un tono de voz que ponía de manifiesto que no toleraba demoras ni preguntas.

Aterrada por lo que pudiera pasarle a Estigio, se mordió el labio con indecisión.

—¿Cuáles son tus intenciones?

—Preguntarle por las suyas.

«Sí, claro…», pensó.

De modo que contestó lo que Set iba a preguntarle a su amado.

—Va a casarse conmigo aquí en Tebas, dentro de tres semanas.

Eso no aplacó a su padre en lo más mínimo.

—De todas formas, quiero conocerlo antes de que te comprometas con él.

Bethany no estaba tan segura. Le gustaba tener a Estigio de una sola pieza.

—Sólo si me prometes que no clavarás su cabeza en una pica ni le arrancarás alguna parte importante del cuerpo.

—Define «importante». ¿Te refieres a algo de lo que pueda prescindir o a algo de lo que tú no quieras prescindir?

Puesto que la pregunta no le hizo ni pizca de gracia, lo miró con los ojos entrecerrados para que su padre comprendiera que estaba hablando en serio.

—¡Papá!

Set levantó las manos en señal de rendición.

—¿No puedo ni arrancarle un testículo de nada?

Bethany lo miró con la boca abierta.

Su padre chasqueó la lengua al ver su reacción.

—Vamos, hija mía, sólo uno. Ni siquiera lo echará de menos. Ni tú tampoco.

Bethany rio entre dientes.

Set soltó un suspiro cansado.

—Muy bien. Te prometo que no le haré daño a tu prometido… hoy. No te aseguro nada sobre el futuro, por si acaso te hace daño o le hace daño al bebé.

Tratándose de su padre era todo un sacrificio, y también era lo máximo que podía esperar de él. Dicho lo cual, estaba segura de que querría a Estigio tanto como a ella en cuanto lo conociera.

—De acuerdo. Pero antes de irnos, quiero que sepas que es griego.

Set puso cara de asco.

—Ni siquiera es egipcio… La culpa de todo esto la tiene tu madre.

—Me parece estupendo que pienses así. Ella te culpa de todas mis malas costumbres. Y hablando de mamá, mi prometido aún no sabe quién es. Me gustaría que siguiera sin saberlo.

Su padre la miró con una ceja enarcada.

—Es griego, papá —le recordó—. Y fue él quien invadió la Atlántida.

Set soltó una carcajada malévola.

—¿Estigio de Dídimos?

El hecho de que supiera su nombre era muy elocuente.

—Sí.

Su padre contuvo el aliento.

—La rama materna de tu familia se alegrará muchísimo más que yo cuando se entere de tu elección.

Bethany era muy consciente de eso, de ahí que hubiera retrasado la boda. Con suerte, para entonces habrían dejado atrás el tema de Apóstolos y la rama materna de su familia vería con mejores ojos a su marido.

—Lo sé. Estigio tampoco va a alegrarse mucho. —Su aversión era lo único que realmente le preocupaba, sobre todo teniendo en cuenta lo que le había hecho su familia materna mientras estuvo prisionero en la Atlántida. Todos los días suplicaba que Estigio lograra dejar el pasado atrás y que algún día pudiera aprender a perdonar a su familia—. Espero que el bebé sea un vínculo que nos ayude a todos.

Su padre soltó un largo suspiro.

—Niña, los secretos nunca traen nada bueno. Mucho menos entre amantes. Pero no se lo contaré. Es algo que te corresponde hacer a ti, no a mí.

—Gracias. —Le tendió la mano y en cuanto su padre la tocó, usó sus poderes para trasladarse al gabinete privado de Estigio—. Voy a ocultar mis poderes para no molestar al panteón griego.

—Posiblemente sea lo mejor. ¿Adónde vamos?

Bethany se encogió de hombros.

—No lo sé. Suele estar aquí a esta hora del día.

Tan pronto como dijo eso, Estigio entró en la estancia procedente de la sala de baños… desnudo por completo.

Los miró boquiabierto, ya que no esperaba encontrarla con un gigantesco desconocido y se dio media vuelta, horrorizado, para coger la toalla que había dejado en el suelo.

«Por favor, que no sea su padre», suplicó en silencio.

—Esto… ¿Estigio?

Se estremeció al escuchar la dulce voz de Bethany, que podría haberle avisado a fin de no acabar humillado al aparecer con todas las vergüenzas a la vista. Sí, eran sus aposentos privados… pero en ese momento no le importaba.

—Ahora mismo salgo, akribos.

—Al menos habla egipcio. Mezclado con griego, pero…

Estigio se estremeció de nuevo al escuchar la atronadora voz que sacudió los muros de la estancia donde se encontraba. Así no era precisamente como esperaba conocer a su futura familia política.

«¿Es que no he sufrido suficientes humillaciones en mi vida? ¿De verdad necesitaba una más?», se preguntó.

Molesto y humillado, volvió con la toalla en torno a las caderas y vio que Bethany estaba sentada junto al desconocido, un hombre que no parecía mucho mayor que ellos. Sin embargo, el parecido que existía entre ambos le bastó para llegar a la conclusión de que su muerte era inminente.

Sobre todo porque ese hombre tan musculoso le sacaba una cabeza.

«Mierda», pensó.

Bethany no le había dicho lo enorme que era su padre…

—Mmm… —murmuró el hombre, mirándolo con los ojos entrecerrados—. No es cobarde. Un punto a su favor.

Bethany se echó a reír.

—Papá, por favor, no te burles de él.

Al escuchar que sus peores temores se confirmaban, Estigio deseó que se lo tragara la tierra. Definitivamente, no había imaginado que pudiera conocer así a su suegro.

Habría preferido estar vestido.

—Perdonadme, Set, no sabía que iba a recibir visita.

—Eso espero, dado tu estado de desnudez. Aunque siempre he dicho que los griegos son unos bárbaros, por regla general demuestran los modales suficientes como para no aparecer con el culo al aire si tienen compañía.

Bethany lo miró con el ceño fruncido.

—Ya basta, por favor. Estoy segura de que Estigio ya se siente mortificado. —Se acercó a él—. Siento mucho no haberte advertido. Mi padre ha descubierto lo del bebé y quería conocerte de inmediato.

Sin pensar, Estigio hizo ademán de abrazarla como era su costumbre, pero se detuvo en el último momento al recordar que Set era proclive a arrancar ciertas partes de la anatomía masculina… y eso tratándose de hombres que no habían dejado embarazada a su hija.

—Esto…

Set se echó a reír.

—Además, parece domesticado. De otro modo, se habría puesto en evidencia al abrazarte, hija. —Se adelantó y le tendió la mano a Estigio—. Relájate, muchacho. El hecho de que se te ilumine la cara cuando ves a mi hija me basta para saber lo que sientes por ella. Porque ya sé lo que ella siente por ti. Mientras yo quiera a mi hija, no sufrirás el menor daño.

Estigio aceptó la mano que el dios le tendía y, nada más tocarlo, Set tiró de él y le dio un abrazo paternal, estrechándolo para hacerle saber que poseía una fuerza sobrenatural.

—Pero no le rompas nunca el corazón, o me comeré el tuyo para cenar.

—¡Papá!

Set besó a Estigio en una mejilla antes de soltarlo.

—Bet, sólo le estoy tomando un poco el pelo. ¿Me permites eso al menos? No todos los días descubro que voy a tener otro hijo, y mucho menos un nieto, como es el caso. —Se alejó un poco, pero frunció el ceño.

Antes de que Estigio pudiera preguntarle si algo lo había molestado, el dios lo instó a darse media vuelta para examinarle la espalda. Estigio apretó los dientes, consciente del motivo de su irritación.

—¿Apolo te ha marcado?

Estigio se obligó a no gruñir por algo que seguía siendo motivo de furia para él.

—Me marcó. Pero ya me ha liberado.

Los ojos de Set adquirieron un tono dorado parecido al de Bethany.

—No sabes cuánto odio a ese cabrón. Con todas mis fuerzas.

—Pues ya somos dos. Yo tampoco le tengo mucho aprecio. Me marcó en contra de mi voluntad, y no se lo he perdonado.

Su respuesta relajó al instante a Set, cuyos ojos se tornaron azules.

—Estigio, te doy la más cálida bienvenida a la familia. Desde ahora, cuentas con mi protección. Si alguna vez te amenaza, házmelo saber.

—Os lo agradezco. Gracias.

Set inclinó la cabeza y después se volvió hacia Bethany.

—Aunque no me hace mucha gracia que sea griego, al menos has elegido a un príncipe y a un campeón que habla nuestra lengua. —Miró de nuevo a Estigio y sonrió—. Y puedo imaginar que la toalla que lleva es un faldellín.

Estigio se estremeció sin disimulos en esa ocasión.

—Espero no haberos ofendido.

—¿Por tu falta de ropa? En absoluto, ahora bien… eso de haber dejado embarazada a mi hija…

Bethany le dio un manotazo en el abdomen, obligándolo a dejar la frase a la mitad.

—Ya vale, papá. Estigio no sabe que estás bromeando con él.

—¿Quién ha dicho que estuviera bromeando?

—Amor mío, te está tomando el pelo y ahora mismo se va.

Set abrió la boca para protestar, pero acabó cerrándola como si supiera que era lo mejor.

—Muy bien. Os dejaré a solas. Pero quiero verte esta noche durante la cena, hija. Debemos discutir los detalles de la boda. Sean cuales sean tus planes, estoy seguro de que son inadecuados.

Se desvaneció al instante.

Bethany le tendió la mano a Estigio.

—Sigues vivo, ¿verdad?

Estigio soltó una carcajada nerviosa.

—Por el momento.

—¿Estás muy abochornado?

—Hasta el fondo de mi alma. Pero no pienso quejarme porque he sobrevivido al encuentro sin perder ni una sola parte de mi anatomía. —Ya que por fin estaban a solas, la abrazó y colocó las manos sobre su vientre para sentir al bebé—. El pequeño Galen está muy activo hoy.

—Creo que reconoce tu voz. Cada vez que hablas empieza a moverse al instante.

—¿De verdad?

Ella asintió y le movió las manos un poco más abajo para dejarlas sobre el lugar donde su hijo daba patadas.

—¿Te duele?

—No. En absoluto. Aunque de vez en cuando sí que me despierta por la noche si se mueve demasiado.

—Estoy deseando conocerlo. —Sin embargo, era incapaz de desterrar el mal presentimiento que tenía.

Bethany le dio un beso en la mejilla.

—¿Estás preparado para la celebración de tu cumpleaños?

Estigio suspiró y se alejó de ella.

—Quería hablar contigo al respecto.

Bethany frunció el ceño al captar el deje extraño de su voz.

—¿De qué?

—Es imposible decirlo sin que suene mal, así que voy a soltarlo sin más y espero que no te ofendas.

A medida que hablaba, el pánico de Bethany incrementaba.

—¿Qué pasa?

—No quiero que asistas.

La verdad, estaba muy ofendida.

—¿Por qué?

—Tengo un mal presentimiento, Beth. No puedo deshacerme de él. Me gustaría que estuvieras bien lejos de aquí, a salvo.

Bethany se estremeció, consciente de los constantes temores que lo asaltaban. Sobre todo desde la muerte de Galen. Estaba aterrado por la posibilidad de que los dioses le arrebataran a otro ser querido.

—No me pasará nada, amor mío. Solo son tus nervios, la consecuencia de haber luchado en la guerra. Has sufrido muchos ataques crueles, pero nadie va a hacernos daño ni al niño ni a mí.

—Beth…

—Estigio… no sucederá nada malo. Confía en mí. Has pasado demasiados cumpleaños con gente que no te quiere. El bebé y yo queremos estar aquí para celebrar este.

Estigio cerró los ojos, furioso por el amor que Bethany le profesaba. ¿Cómo podía negarle algo? Su amor era tan inusual que no podía desdeñarlo.

—Muy bien, pero prométeme que nos marcharemos en cuanto termine. Nos iremos a Egipto y nos quedaremos allí donde pueda protegernos tu familia hasta el nacimiento del niño.

—Si eso es lo que quieres, estoy de acuerdo. Aunque no es necesario.

—Lo es para mi cordura.

—De acuerdo. Por tu cordura. —Lo besó de nuevo en la mejilla.

Estigio se marchó para vestirse y Bethany sintió en ese momento parte del miedo que lo abrumaba a él.

Sin embargo, lo descartó. Después del cumpleaños, tenía la intención de beber el suero de Maat para convertirse en humana. Dentro de cuatro días se marcharían a Egipto y nadie podría hacerles daño nunca más.

Ella se encargaría de aliviar los miedos de Estigio y todo saldría a la perfección.