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Dejó su antorcha al lado y se durmió Cupido:

así lo vio una virgen de Diana que pasaba,

y aquel fuego amoroso hundió acto seguido

en una fría poza del valle que manaba.

Y recibió la poza de tal fuego sagrado

calor constante y vivo que todavía dura,

formando baño hirviente, por muchos ya probado

contra raras dolencias como suprema cura.

Prendió de nuevo el fuego en ese ojo amado

el niño, y quiso entonces probarlo en mi pecho;

y yo también enfermo, buscando el bien del baño,

allí fui con urgencia, sin ánimo y deshecho.

Mas no curé; el baño que ayuda a mi sentido

fluye del ojo amado que dio fuego a Cupido.[153]