Tus ojos bien amados de mí se compadecen:
sabiendo que tú eres conmigo desdeñosa,
de luto se han vestido, y mil lágrimas vierten,
al ver mis aflicciones con su piedad hermosa.
Y ni el sol al alba, cuando se asoma al cielo,
anima más la cara grisácea del oriente,
ni el astro vespertino, preludio del sosiego,
da la mitad de gloria al más grave poniente,
que los ojos de luto que tu semblante irradia.
Al corazón permite que iguale su afecto
y lleve por mí duelo, que el luto a ti te agracia,
y tu piedad se extienda después a todo aspecto.
Y juraré entonces que es negra la hermosura,
y horrible la mujer que la piel no tenga oscura.[132]