Al sol no se parecen los ojos de mi amada,
ni son sus labios rojos como el coral más puro;
sus pechos son negruzcos, y no cual nieve blanca,
y el pelo no es de oro sino de alambre oscuro.
He visto rosas rojas, también rosas y blancas,
mas ella, en sus mejillas, de rosas no hace gala,
y hallo en los perfumes fragancias bien más gratas
que en el suave aliento que mi amada exhala.
Oír su voz me place, mas no paso por alto
que sones aun más dulces la música encierra.
Y aunque a una diosa no he visto caminando,
cuando mi amada anda sus pies tocan la tierra.
Con todo, ella merece las mismas alabanzas
que las que otros mienten con falsas semejanzas.[130]