Oh, mi precioso niño, que en tu poder ahora
está el cristal del tiempo, también su hoz, la hora,
aumentas declinando, y muestras muchas veces
a tus amores mustios cómo en encanto creces.
Si la naturaleza, que reina en las mudanzas,
pretende refrenarte conforme más avanzas,
es para preservarte, a ver si ella con suerte
el tiempo menoscaba y da al minuto muerte.
Mas témela, menino, de su placer sirviente;
retiene ella el tesoro, mas no eternamente.
Aunque tarde, sus cuentas ha de saldar un día,
y solo al entregarte dará lo que debía.[126]
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