Que fueses cruel un día me favorece ahora,
y por aquella pena que yo sentí primero
debía de humillarme ante mis malas obras,
si no, tendría nervios de bronce o de acero.
Pues si la crueldad mía te ha afectado tanto,
como a mí la tuya, ¡qué infierno has pasado!,
y yo, como un tirano, no dediqué ni un rato
a sopesar la pena que me habías causado.
¡Ah, nuestra noche aflicta bien pudo recordarme
cuanto duele la pena en lo hondo del alma,
para pronto ofrecerte, igual que tú a mí antes,
el bálsamo humilde que el pecho herido calma!
Aquella ofensa tuya es deuda hoy vencida:
por causa de esta mía ya queda redimida.[120]