Igual que si queremos abrir el apetito
con tónicos amargos el gusto estimulamos,
o para precavernos de males imprevistos,
por evitar dolencias con purgas enfermamos;
así también yo, lleno de ti, que nunca sacias,
amargos caldos quise probar como alimento,
y, de estar bien ya harto, hallé cosa apropiada
ponerme enfermo antes de verme en tal momento.
Tal táctica amorosa, queriendo anticiparse
al mal inexistente, causó afección segura,
y dispensó remedios a un cuerpo saludable,
que estando bien del todo buscó en el mal su cura.
Mas aprendí con ello, y la enseñanza es buena:
a quien de ti se empacha, la purga lo envenena.[118]