Tu amor e indulgencia borraron esa marca
que el público infundio grabó sobre mi frente;
¿Qué importa si cualquiera de mí bien o mal habla,
si tú el mal encubres y el bien tienes presente?
Eres todo mi mundo, y solo me desvivo
porque me digas siempre mis loas o condenas;
en nadie más me fijo, ni para nadie vivo,
que cambie mis porfías, sean malas o buenas.
En tan profundo abismo eché todo cuidado
de lo que otros digan, que sordo cual serpiente
yo soy para el reproche, y para el halago.
Verás como me excuso por ser tan displicente:
contigo tan absorto estoy que creo cierto
que, salvo tú, el mundo entero está muerto.[112]