Si es cierto que me aprecias, reprende a la Fortuna,
la diosa responsable de mis muchos pesares,
que no le ofreciese a mi vida más ventura
que públicos recursos, que dan gustos vulgares.
Por tal causa mi nombre con un estigma vive,
y casi por entero me veo subyugado
por mi oficio, como la mano del que tiñe.
Apiádate y desea verme recuperado,
que beberé entre tanto, sumiso cual paciente,
pociones de vinagre contra esa mancha oscura;
no habrá más amargura que amarga considere,
ni penitencia doble, si me corrije y cura.
Mas, ten piedad, amigo, pues yo te aseguro
que tu piedad me basta y con ella me curo.[111]