A la fresca violeta le dije acusador:
“¿Dónde robas, ladrona, el buen olor que exhalas,
sino de su aliento? El púrpura esplendor
que el cutis te reviste de forma delicada
teñiste sin recato en las venas de mi amor.”
E increpé al lirio por imitar tu mano,
y por robarte el pelo reñí a la mejorana;
las rosas entre espinas erguíanse temblando:
de blanca angustia una, otra de oprobio grana;
y vi también que otra hurtó ambos colores,
y a ese latrocinio sumó el de tu aliento;
mas fue por ese hurto que en su esplendor entonces
la devoró un gusano y así le dio escarmiento.
He visto otras flores, pero ninguna pura
que no te haya robado el color o la dulzura.[99]