Mientras que tu ayuda yo solo la invocaba,
tu gracia y gentileza mi verso recibía,
mas las felices rimas ahora se me acaban,
y mi Musa, ya débil, a otro se confía.
Admito, amor mío, que tus gratos dictados
merecen el esfuerzo de la más digna pluma,
pero lo que ese vate de ti ha inventado
de ti lo roba y vuelve después la misma suma.
Él la virtud te presta, y hurta esa palabra
de tu comportamiento; te otorga la belleza
que encuentra en tu mejilla, pero no te regala
ninguna loa ajena a tu naturaleza.
No le agradezcas, pues, los elogios que te haga,
pues él es quien te debe y eres tú quien paga.[79]