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Su rostro es el mapa de días del pasado,

cuando la hermosura, igual que hoy las flores,

vivía y moría, antes que esos bastardos

afeites recubriesen los rostros sin pudores;

antes que de los muertos las áureas melenas,

derecho de las tumbas, se viesen esquilmadas

para vivir de nuevo en las nuevas cabezas,

que con vellones muertos se ven más animadas.

En él puede admirarse el sacro y viejo tiempo,

sin ornamento alguno, perfecto en su pureza,

que no hace nuevos mayos con el verdor ajeno,

ni roba cosas viejas para estrenar belleza.

De la naturaleza él es un mapa ahora,

y muestra al artificio qué fue belleza otrora.[68]