¡Cuánto cuidado puse cuando me fui de viaje
guardando bajo llave las cosas más triviales,
para que a mi regreso intactas las hallase,
seguras y a salvo de manos desleales!
Mas tú, a cuyo lado mis joyas son un saldo,
mi más noble consuelo, hoy mi temor primero,
mi prenda más querida, mi único cuidado,
quedaste a merced de cualquier vulgar ratero.
A ti no te guardé en ningún otro joyero
salvo donde me faltas, por más que ahí te siento,
dentro de la indulgente arqueta de mi pecho,
de donde entras y sales según tu pensamiento.
E incluso que te roben de ahí recelo y creo,
pues el más probo se hace ladrón por tal trofeo.[48]