Mi corazón y ojos libran mortal combate
por cómo repartirse tu efigie cual trofeo;
al corazón los ojos le niegan tu imagen,
y el corazón a ellos derecho a tal bloqueo.
Mi corazón alega que tú en él te instalas,
—arcón nunca entrevisto por ojos cristalinos—;
pero los demandados deniegan tal demanda,
y arguyen que ellos guardan tus rasgos genuïnos.
Por dirimir el pleito se elige un jurado
que atiende a las razones que en mi pecho viven,
y con su veredicto queda determinado
lo que los claros ojos y el corazón reciben.
Así, mientras mis ojos obtienen tu aspecto,
mi corazón consigue tu íntimo afecto.[46]