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Los otros: aire leve, fuego que purifica,

están siempre contigo, doquiera que yo viva;

uno, mi pensamiento, el otro, el ansia mía,

presentes y ausentes de forma sucesiva.

Cuando los elementos más rápidos se acercan

a ti con embajada cordial y amistosa,

mi vida, de los cuatro, con solo dos se queda,

hundiéndose en la muerte, sombría y morriñosa,

hasta que el equilibrio vital se restablece

por los raudos correos cuando de ti retornan,

y así, de vuelta ahora, confirman diligentes

que tu salud es buena y sobre ella me informan.

Me alegro al oírlo, mas pronto la alegría

se va, pues te los mando y vuelve la agonía.[45]