He visto muchas veces al alba fulgurante
honrar las altas cumbres con ojo soberano,
besar los verdes prados con su áureo semblante,
y con celeste alquimia dorar arroyo arcano;
después dejar que torvas las nubes agrietasen
con nimbos inquietantes la cara azul celeste,
y al mundo desolado su rostro ocultarle,
huyendo avergonzada, a hurto, hacia el oeste.
También mi sol un día brilló muy mañanero,
con todo su triunfante fulgor sobre mi frente;
mas, ay de mí, fue mío solo por un momento,
pues lo ocultaron nubes llegadas de repente.
Mas no sintió por eso mi amor desdén, pues velo
al sol del mundo anubla si anubla al sol del cielo.[33]