Rendido de cansancio, voy presto para el lecho,
que para el cuerpo exhausto es bálsamo apreciado;
entonces otra andanza procura el intelecto,
que ocupará mi mente si el cuerpo está agotado.
Así desde su casa, todos mis pensamientos,
devotos peregrinos, van hacia ti fervientes:
mis párpados caídos mantienen bien abiertos,
mirando las tinieblas que ven los invidentes.
Salvo que la ilusoria visión del alma mía
tu sombra a mis ojos sin vista les ofrezca:
en la siniestra noche tal joya suspendida
hace que la negura horrible resplandezca.
Así, de día el cuerpo, y por la noche el alma,
por causa tuya y mía no encuentran nunca calma.[27]