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Siente rubor y acepta que a nadie amas de veras,

y que contigo eres igual de negligente.

Admito, si te empeñas, que muchos sí te aprecian,

pero que a nadie amas resulta evidente.

Estás tan poseído por criminal inquina

que en contra de ti mismo sin vacilar conspiras,

llevando tu hermosa mansión a la ruïna,

cuando en renovarla debes poner las miras.

¡Cambia de idea para que así mude la mía!

¿En vez de amor, el odio en ti será albergado?

Sé como aparentas, atento y altruísta,

o al menos sé contigo justo y considerado.

Y, si a mí me aprecias, de ti haz copia viva,

para que en alguien tuyo la perfección perviva.[10]