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LOS LUGARES NOVELESCOS
Y SU VERDAD

Como hemos dicho en la introducción, son infinitos los lugares que en realidad nunca han existido y en los que se desarrollan numerosas acciones novelescas. Muchos de estos lugares forman parte ya de nuestro imaginario, de modo que fantaseamos sobre el País de los Juguetes de Pinocho, la isla donde Simbad encuentra al pájaro Roc o la isla Sonante de Rabelais, por no hablar de la cabaña de los siete enanitos, el castillo de la Bella Durmiente, la casa de la abuela de Caperucita Roja o la montaña del Imán que aparece (véase la síntesis de Arturo Graf[*]) en muchos relatos orientales y occidentales.

Vlad III de Valaquia, siglo XVI, Innsbruck, castillo de Ambras.

Algunos se convirtieron en materia novelesca pese a haber existido en la realidad, como la isla de Robinson, donde naufragó un personaje real, Alexander Selkirk, en el que se inspiró Defoe, y que se encuentra en el archipiélago de las islas Juan Fernández, en el océano Pacífico, frente a las costas de Chile. También fue un personaje real del siglo XV, novelado luego por Bram Stoker, el voivoda Vlad Tepes (conocido por el patronímico Drácula), que desde luego no fue un vampiro, pero que se hizo famoso por su afición a empalar a los enemigos.

Y todavía hoy los devotos de Arsène Lupin, el ladrón creado por Maurice Leblanc, acuden a visitar la aguja de Étretat en Normandía, imaginando que está hueca y que en su interior, que contiene todos los tesoros de los reyes de Francia, el ladrón caballero, con una energía frenética, planificaba el dominio del mundo. Por otra parte, ya hemos visto en el capítulo anterior que la historia de Lupin, considerada absolutamente verídica, pasó a formar parte de ese cúmulo de fantasías que es el mito de Rennes-le-Château. Y, por último, existen las alcantarillas de París (que hoy en día incluso se pueden visitar, al menos en parte) y las alcantarillas de Viena; las primeras se convirtieron en un mito gracias a las atormentadas andanzas de Jean Valjan en Los miserables, y a las peripecias de Fantômas, y las segundas alcanzaron notoriedad por la huida final de Harry Lime en El tercer hombre.

Algunos de estos lugares, pese a no haber existido, a menudo han sido reconstruidos por razones de interés comercial. Por ejemplo, la celda del conde de Montecristo (supuesta) en el castillo de If (real) visitada por los devotos de Dumas, la casa de Sherlock Holmes en Baker Street en Londres, o la casa de Nero Wolfe en Nueva York. Esta última de difícil localización, porque Rex Stout siempre habló de una casa de piedra arenisca rojiza (brownstone) situada en un número determinado de la calle Treinta y cinco Oeste, pero a lo largo de sus novelas mencionó al menos diez números distintos, y además en la calle Treinta y cinco Oeste no hay casas de piedra arenisca. Sin embargo, los fieles seguidores del gran (y gordo) detective, en su búsqueda de un punto de referencia para sus peregrinaciones, decidieron elegir como casa «auténtica» la del número 454; así que el 22 de junio de 1996, la ciudad de Nueva York y el Wolfe Pack colocaron en ese número una placa de bronce, y desde entonces los fieles seguidores, si así lo desean, pueden acudir allí en peregrinación. De modo que la Vandenberg, Inc., The Townhouse Experts, anuncia todavía hoy en internet: «¿Quiere vivir en una Brownstone como la de Nero Wolfe? La Vandenberg Real State tiene muchas casas en venta en el Upper West Side».