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ALAMUT, EL VIEJO DE LA MONTAÑA Y LOS ASESINOS

Hemos mencionado Rennes-le-Château. Siempre ha habido lugares reales (que pueden visitarse incluso hoy en día), que se transforman en lugares legendarios, a menudo por razones políticas. Y esto es lo que ocurre con la fortaleza, castillo o roca de Alamut, que se elevaba, y de la que se elevan todavía hoy algunas ruinas, al sudoeste del Caspio.

Alamut, el Nido de las Águilas. Debía de tener un aspecto terrible en la época de su apogeo, especialmente a los ojos de quienes intentaban asediarla, sin éxito, hasta que fue conquistada y destruida por los mongoles en 1256. Tal como era, pero sobre todo tal como nos la ha transmitido la leyenda, construida sobre una elevada cresta de cuatrocientos metros de longitud y apenas unos pocos pasos de anchura, treinta a lo sumo, el que llegaba por el camino de Azerbaiyán tenía la visión de una muralla natural, blanca, deslumbrante a la luz del Sol, azulada al atardecer purpúreo, pálida al despuntar el alba y ensangrentada a la aurora, desvanecida entre las nubes algunos días o refulgente a la luz de los rayos. A lo largo de sus bordes superiores apenas se distinguía un remate impreciso y artificial de torres tetragonales; desde abajo parecía un conjunto de cuchillas rocosas que se precipitaban amenazantes, y la vertiente más accesible era un resbaladizo alud de guijarros. Cuando la fortaleza estaba entera y habitada, se accedía a ella a través de una escalera de caracol secreta excavada en la roca, que podía defenderse con un único arquero. Así ha sido descrita Alamut, la fortaleza inexpugnable de los Asesinos, que solo se podía alcanzar cabalgando sobre las águilas.

La historia de los Asesinos fue elaborada en la Edad Media por cronistas próximos a los cruzados, como Guillermo de Tiro, Gerardo de Estrasburgo o Arnaldo de Lübeck, desde Marco Polo hasta el más influyente creador moderno del mito Joseph von Hammer-Purgstall, autor de Historia de los Asesinos (1818).