EL RENACIMIENTO ROMÁNTICO DEL MITO. Si consideramos la historia del Grial, vemos que con el fin de la Edad Media cesó también la producción de novelas del ciclo de Bretaña y parece que la sagrada copa ya no fascinaba a los hombres del Renacimiento, del barroco o de la Ilustración. En cambio, el mito floreció de nuevo en la época romántica.

Friedrich Schlegel y su mujer Dorothea Mendelssohn recuperaron la historia de Merlín a principios del siglo XIX, y en Inglaterra Tennyson dedicó algunos de sus versos a aspectos de la leyenda artúrica, como por ejemplo La dama de Shalott, poema inspirado en hechos narrados en La muerte de Arturo, de Malory. La dama de Shalott vive cerca de Camelot, víctima de una maldición de la malvada Morgana: morirá si dirige la mirada hacia Camelot. Así pasa la vida encerrada en su torre, observando el mundo exterior a través de un espejo. Pero un día ve en el espejo la imagen de Lanzarote y se enamora perdidamente, aunque sabe que el caballero ama a la reina Ginebra. Sabiendo que ha de morir, huye en una barca para alejarse todo lo posible de su amado. La barca es arrastrada por la corriente del río Avon hacia Camelot, y la dama muere cantando.

Los pintores prerrafaelitas realizaron las más hermosas representaciones de las aventuras de la tabla redonda, en el marco de un retorno a la espiritualidad medieval; y la imagen del Grial reapareció en muchos rituales masónicos y en las reuniones secretas de los rosacrucianos. De hecho, un autor extravagante, Joséphin Péladan, fundó a finales del siglo XIX la Orden de la Rosacruz, del Templo y del Grial.

Finalmente, el ciclo de Bretaña inspiró los frescos del castillo de Neuschwanstein en Baviera, delirante evocación promovida por un rey loco, Luis II de Baviera, fascinado por el resurgimiento wagneriano.

En efecto, Wagner se había apoderado del relato de Eschenbach, tanto en el Lohengrin como en el Tristán y en el Parsifal (donde el tema de la búsqueda del Grial se torna abiertamente iniciático), y el lugar de la custodia, tal vez por inspiración del Muntsalväsche de Wolfram, se convierte en Montsalvat.